China llena en Ãfrica vacíos dejados por occidente

Chad es un país mediterráneo muy aislado, uno de los más pobres e inestables. Guerras civiles e invasiones extranjeras son moneda corriente desde que Francia lo abandonó en 1960. Pero nada de eso asusta a los chinos.

15 agosto, 2007

En enero, compraron derechos de exploración petrolera en una región sin caminos, electricidad ni teléfonos. Así opera Beijing en el África subsahariana y nororiental. También en países exportadores de hidrocarburos como Angola o Nigeria, donde construye o repara rutas y ferrocarriles, en tanto obtiene enormes contratos de cateo en Congo (Kinshasa, Brazzaville) y Guinea.

En países mineros, dejados por inversores convencionales por violencia o corrupción sistémica, compañía chinas reviven explotaciones de cobalto, cobre, bauxita, etc. El gigante inclusive promueve actividades agropecuarias en Costa de marfil (otrora joya del imperio poscolonial francés), cuya nueva capital –Yamusukro- se levanta con empréstitos, fondos e ingenieros chinos.

Durante los años 60, la ola de interés occidental se esfumó junto con el fracaso de las nuevas democracias africanas. Como en America latina, allá pesaban siglos de estados totalitarios y, luego, potencias coloniales. Pero África no ha tenido, posteriormente, un siglo y medio para ensayan regímenes políticos y sociales. Aun así, todavía hoy no hay al sur del río Bravo democracias comparables a las de América anglosajona o Europa occidental.

Al sur del Atlas, había escasos estados orgánicos hasta la ocupación europea sistemática (desde 1883) y ésta termino hace poco menos de cincuenta años. Por eso, resulta absurdo que Occidente reproche a esos países corrupción crónica y anarquía. Pero no lo es que los africanos lamenten compromisos incumplidos, escasa asistencia y un sistema económico internacional injusto.

Era un marco a medida de los chinos, que acuden a países como Chad con la bolsa llena (han asignado unos US$ 200.000 millones para inversión externa), poca exigencia sobre conducta de los gobiernos y la idea de que todos tienen posibilidades de prosperar, si hay buen financiamiento. Particularmente en infraestructura. De ahí el programa puesto en marcha en Chad: la primera refinería petrolera, caminos, canales de irrigación y una red telefónica inalámbrica.

Este tipo de inversiones y esfuerzos intensivos ha llevado el intercambio China-África subsahariana de menos de US$ 10 millones anuales hace veinte años a 55.000 millones en 2006 y probablemente 65/70.000 millones este año. Para llegar a eso, Beijing no tuvo en cuenta a entidades como el Banco internacional de reconstrucción y fomento (BIRF, Banco mundial) o el Fondo Monetario, ignorando sus normas crediticias. Verbigracia, pautas mínimas de transparencia, licitaciones abiertas, respeto al ambiente y políticas fiscales.

En varios sentidos, esto remite a otros tiempos, a políticas colonialistas europeos hoy consideradas desastrosas. Por entonces, países o territorios tomadores de préstamos debían contratar sólo empresas de países prestamistas y dar prioridad a los negocios sobre el desarrollo o el bienestar social. Hoy China va más lejos al firmar contratos de largo plazo que permiten a países de baja calificación crediticia repagar deudas en hidrocarburos o minerales.

Naturalmente, las dudas cunden en Occidente. ¿Pueden las necesidades chinas de materias primas promover un despegue africano? ¿o la indiferencia de Beijing hacia la disciplina financiera local, las buenas prácticas de negocios o los derechos civiles reproducirá auges pasados, enriquecerá élites corruptas y se irá dejando el continente peor que antes? Eso ocurrió con el ex Congo belga entre 1883 y 1958…

Chad es un buen banco de pruebas. Uno de los cuatro países peor ubicados en la lista de desarrollo humano compilada por Naciones Unidas, es pieza clave para los intereses chinos en la región, cuyo pivote es el vecino Sudán. Entre ambos, una bomba de tiempo llamada Darfur.

Por cierto, el sueño chino es hacer hallazgos petroleros y, usando un poliducto ya financiado por el Banco mundial (US$ 4.200 millones), llevar el producto a la cosa atlántica vía Camarones. Pero Beijing necesita un segundo ducto, al este, que cruce Sudán y alcance el mar Rojo. Esto exige restablecer la paz entre el régimen de Jartum y Darfur. Dura tarea: en pocos años, han muerto no menos de 200.000 personas en tanto unos y 2.500.000 se exilaban a Libia y… Chad.

En enero, compraron derechos de exploración petrolera en una región sin caminos, electricidad ni teléfonos. Así opera Beijing en el África subsahariana y nororiental. También en países exportadores de hidrocarburos como Angola o Nigeria, donde construye o repara rutas y ferrocarriles, en tanto obtiene enormes contratos de cateo en Congo (Kinshasa, Brazzaville) y Guinea.

En países mineros, dejados por inversores convencionales por violencia o corrupción sistémica, compañía chinas reviven explotaciones de cobalto, cobre, bauxita, etc. El gigante inclusive promueve actividades agropecuarias en Costa de marfil (otrora joya del imperio poscolonial francés), cuya nueva capital –Yamusukro- se levanta con empréstitos, fondos e ingenieros chinos.

Durante los años 60, la ola de interés occidental se esfumó junto con el fracaso de las nuevas democracias africanas. Como en America latina, allá pesaban siglos de estados totalitarios y, luego, potencias coloniales. Pero África no ha tenido, posteriormente, un siglo y medio para ensayan regímenes políticos y sociales. Aun así, todavía hoy no hay al sur del río Bravo democracias comparables a las de América anglosajona o Europa occidental.

Al sur del Atlas, había escasos estados orgánicos hasta la ocupación europea sistemática (desde 1883) y ésta termino hace poco menos de cincuenta años. Por eso, resulta absurdo que Occidente reproche a esos países corrupción crónica y anarquía. Pero no lo es que los africanos lamenten compromisos incumplidos, escasa asistencia y un sistema económico internacional injusto.

Era un marco a medida de los chinos, que acuden a países como Chad con la bolsa llena (han asignado unos US$ 200.000 millones para inversión externa), poca exigencia sobre conducta de los gobiernos y la idea de que todos tienen posibilidades de prosperar, si hay buen financiamiento. Particularmente en infraestructura. De ahí el programa puesto en marcha en Chad: la primera refinería petrolera, caminos, canales de irrigación y una red telefónica inalámbrica.

Este tipo de inversiones y esfuerzos intensivos ha llevado el intercambio China-África subsahariana de menos de US$ 10 millones anuales hace veinte años a 55.000 millones en 2006 y probablemente 65/70.000 millones este año. Para llegar a eso, Beijing no tuvo en cuenta a entidades como el Banco internacional de reconstrucción y fomento (BIRF, Banco mundial) o el Fondo Monetario, ignorando sus normas crediticias. Verbigracia, pautas mínimas de transparencia, licitaciones abiertas, respeto al ambiente y políticas fiscales.

En varios sentidos, esto remite a otros tiempos, a políticas colonialistas europeos hoy consideradas desastrosas. Por entonces, países o territorios tomadores de préstamos debían contratar sólo empresas de países prestamistas y dar prioridad a los negocios sobre el desarrollo o el bienestar social. Hoy China va más lejos al firmar contratos de largo plazo que permiten a países de baja calificación crediticia repagar deudas en hidrocarburos o minerales.

Naturalmente, las dudas cunden en Occidente. ¿Pueden las necesidades chinas de materias primas promover un despegue africano? ¿o la indiferencia de Beijing hacia la disciplina financiera local, las buenas prácticas de negocios o los derechos civiles reproducirá auges pasados, enriquecerá élites corruptas y se irá dejando el continente peor que antes? Eso ocurrió con el ex Congo belga entre 1883 y 1958…

Chad es un buen banco de pruebas. Uno de los cuatro países peor ubicados en la lista de desarrollo humano compilada por Naciones Unidas, es pieza clave para los intereses chinos en la región, cuyo pivote es el vecino Sudán. Entre ambos, una bomba de tiempo llamada Darfur.

Por cierto, el sueño chino es hacer hallazgos petroleros y, usando un poliducto ya financiado por el Banco mundial (US$ 4.200 millones), llevar el producto a la cosa atlántica vía Camarones. Pero Beijing necesita un segundo ducto, al este, que cruce Sudán y alcance el mar Rojo. Esto exige restablecer la paz entre el régimen de Jartum y Darfur. Dura tarea: en pocos años, han muerto no menos de 200.000 personas en tanto unos y 2.500.000 se exilaban a Libia y… Chad.

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