China: el PBI saltó 11,3% anual en el segundo trimestre

Pese a un paquete de medidas para enfriar la economía, el PBI se desbordó en abril-junio. Desde principios de 2005, entonces, el ritmo de expansión trimestral ha ido de 9,9% anual hasta el 10,3% de enero-marzo y éste 11,3%.

19 julio, 2006

La inesperada aceleración china durante la primera mitad del año -+10,8% anual, tomando el lapso completo- y el firme avance del superávit comercial plantean riesgosas perspectivas de sobrecalentamiento. Peor aún: ponen en evidencia la inanidad de los instrumentos empleados hasta el momento para enfriar el PBI.

En abril, lasa tasas bancarias activa se elevaron 0,27%. En mayo, aumentaron impuestos y exigencias de inmovilizar liquidez en los bancos. Ahora, el yüan está a menos de ocho por dólar, después de muchos años en 8,28 y tras iniciar el años a 8,05 por cada unidad de la divisa referencial. Antes las nuevas cifras del PBI, Beijing ha convocados a los cuatro mayores bancos para analizar nuevas medidas.

Esta situación pone al gobierno ante dilemas espinosos. Naturalmente, analistas vinculados a mercados expeculativos del exterior sostienen que, de una vez por todas, el dólar debiera ser liberado hasta que baja a menos de siete yüan por unidad. Políticamente, esto sería una dosis de aceite de ricino. Pero, si las cosas siguen acelerándose, existe un riesgo de otra clase: exceso de inversiones y, como resultado, de capacidad instalada en varios sectores.

Ese fenómeno acabaría devastando al sistema financiero local, aunque llevaría a un estancamiento que frenase el vigor del PBI. Pero sus efectos en el resto del mundo no serían tan virtuosos como imaginan quienes quiere un “dólar superbarato”. Entre ellos, el inefable hombre de Goldman Sachs en Washington, Henry Paulson (secretario de Hacienda). Por supuesto, a esos círculos los desvela el superávit de intercambio: US$ 14.500 millones en junio, 61.450 millones en el semestre y probablemente más de 120.000 millones en el año.

Sucede que la imparable expansión económica del gigante ha contribuido a que la economía global sea más dinámica que las de Estados Unidos, la Eurozona y Japón. Ello se debe a las importaciones y al consumo chinos. Una desaceleración, por otra parte, coincidiría con un fenómeno similar en EE.UU., cuyo crecimiento es por ahora moderado (no “robusto”, como está de moda decir).

La inesperada aceleración china durante la primera mitad del año -+10,8% anual, tomando el lapso completo- y el firme avance del superávit comercial plantean riesgosas perspectivas de sobrecalentamiento. Peor aún: ponen en evidencia la inanidad de los instrumentos empleados hasta el momento para enfriar el PBI.

En abril, lasa tasas bancarias activa se elevaron 0,27%. En mayo, aumentaron impuestos y exigencias de inmovilizar liquidez en los bancos. Ahora, el yüan está a menos de ocho por dólar, después de muchos años en 8,28 y tras iniciar el años a 8,05 por cada unidad de la divisa referencial. Antes las nuevas cifras del PBI, Beijing ha convocados a los cuatro mayores bancos para analizar nuevas medidas.

Esta situación pone al gobierno ante dilemas espinosos. Naturalmente, analistas vinculados a mercados expeculativos del exterior sostienen que, de una vez por todas, el dólar debiera ser liberado hasta que baja a menos de siete yüan por unidad. Políticamente, esto sería una dosis de aceite de ricino. Pero, si las cosas siguen acelerándose, existe un riesgo de otra clase: exceso de inversiones y, como resultado, de capacidad instalada en varios sectores.

Ese fenómeno acabaría devastando al sistema financiero local, aunque llevaría a un estancamiento que frenase el vigor del PBI. Pero sus efectos en el resto del mundo no serían tan virtuosos como imaginan quienes quiere un “dólar superbarato”. Entre ellos, el inefable hombre de Goldman Sachs en Washington, Henry Paulson (secretario de Hacienda). Por supuesto, a esos círculos los desvela el superávit de intercambio: US$ 14.500 millones en junio, 61.450 millones en el semestre y probablemente más de 120.000 millones en el año.

Sucede que la imparable expansión económica del gigante ha contribuido a que la economía global sea más dinámica que las de Estados Unidos, la Eurozona y Japón. Ello se debe a las importaciones y al consumo chinos. Una desaceleración, por otra parte, coincidiría con un fenómeno similar en EE.UU., cuyo crecimiento es por ahora moderado (no “robusto”, como está de moda decir).

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