China e India: ¿vuelta de tuerca en la historia?

Durante el siglo XX, China e India eran gigantes demográficos, pero enanos socioeconómicos. Con casi un tercio de la población mundial, eran clásicos ejemplos de subdesarrollo. A inicios del siglo XXI, todo ha cambiado.

4 octubre, 2005

Occidente sospecha que deberá lidiar con las contradicciones de ambos, ya convertidos en actores en el escenario global. Semanas atrás, por ejemplo, hubo una breve batalla entre Beijing y Delhi. Su botín: la petrolera estatal de Kadsajstán. En términos geopolíticos, China e India incursionaban en Asia central, hasta entonces “patio trasero” de Rusia. Poco antes de eso, Cnooc –la gasífera estatal china- causó un brote de chauvinismo en el congreso norteamericano: quería comprar Unocal, una firma de California con yacimientos en Indonesia y alrededores.

China comienza a ser llamada “plataforma manufacturera del mundo”. Una exageración, tanta como suponer que India será una potencia gracias a la masiva tercerización de servicios con alto contenido tecnológico. Ambos mercados reflejan sólo mano de obra de bajo costo, por lo cual el consumo sigue atado al bajo poder adquisitivo de la población. Más aun: India no alcanza todavía el impulso industrializador ni los cambios estructurales de China.

Uno de los puntos básicos que los propios indios recalcan es que el “desarrollo” de ambos vecinos no sale de la nada. Por el contrario. no son economías emergentes sino reemergentes. Sólo que se trata de un proceso macrohistórico.

Hacia fines del siglo XVII, los dos lideraban el mundo y no sólo de lo demográfico. Mucho más China, desde antiguo un estado centralizado, que la volátil y fragmentaria India, unificada recién bajo el raj británico (siglos XVIII y XIX).

Sin mucho rigor, algunos analistas ofrecen un panorama histórico basado en la distribución del ingreso mundial en China, India, Europa occidental, Estados Unidos, Japón y Rusia en 1700, 1820, 1890, 1952, 1978 y 1995. Por supuesto, EE.UU. no existía en 1700 ni era muy relevante en 1820.

Hacia 1700, China e India representaban 23 y 22% del ingreso mundial. A partir del siglo XVIII, ambas entraron en declive. Hasta 1979-95, lapso durante el cual China pasó de 5 a 10,9% e India de 3,4 a 4,6%. Desde 1996, ambos ritmos han ido acentuándose, aunque China muestra mayor impulso.

Existe un punto interesante: desde 1820, es Occidente que se acelera, no oriente que declina. Entretanto, China e India no dejan de tan rivales como hace cincuenta años. Sus políticos se preguntan todo el tiempo “¿Por qué van al frente ellos y no nosotros?”. Hay una respuesta: China arrancó con mayor ímpetu que India porque fue mucho más pragmática. Al respecto, todos repiten una cita ya clásica de Deng Xiaoping: “¿Qué importa si el gato es banco o negro, en tanto cace ratones?”.

Los cultores indios del mercado sacan un corolario voluntarista: a diferencia de India, China no tiene leyes laborales restrictivas ni reserva áreas a pequeñas y medianas empresas. No ha ahogado la industria con políticas fiscales duras. Además, exporta e importa proporcionalmente más.

En síntesis, varios catedráticos indios en escuelas de negocios occidentales predican una economía de mercado sin cortapisas sociales. Eso es algo perfecto –e irónicamente- al alcance de un régimen totalitario como el chino. Pero no tan fácil para la democracia relativa que impera en India.

Occidente sospecha que deberá lidiar con las contradicciones de ambos, ya convertidos en actores en el escenario global. Semanas atrás, por ejemplo, hubo una breve batalla entre Beijing y Delhi. Su botín: la petrolera estatal de Kadsajstán. En términos geopolíticos, China e India incursionaban en Asia central, hasta entonces “patio trasero” de Rusia. Poco antes de eso, Cnooc –la gasífera estatal china- causó un brote de chauvinismo en el congreso norteamericano: quería comprar Unocal, una firma de California con yacimientos en Indonesia y alrededores.

China comienza a ser llamada “plataforma manufacturera del mundo”. Una exageración, tanta como suponer que India será una potencia gracias a la masiva tercerización de servicios con alto contenido tecnológico. Ambos mercados reflejan sólo mano de obra de bajo costo, por lo cual el consumo sigue atado al bajo poder adquisitivo de la población. Más aun: India no alcanza todavía el impulso industrializador ni los cambios estructurales de China.

Uno de los puntos básicos que los propios indios recalcan es que el “desarrollo” de ambos vecinos no sale de la nada. Por el contrario. no son economías emergentes sino reemergentes. Sólo que se trata de un proceso macrohistórico.

Hacia fines del siglo XVII, los dos lideraban el mundo y no sólo de lo demográfico. Mucho más China, desde antiguo un estado centralizado, que la volátil y fragmentaria India, unificada recién bajo el raj británico (siglos XVIII y XIX).

Sin mucho rigor, algunos analistas ofrecen un panorama histórico basado en la distribución del ingreso mundial en China, India, Europa occidental, Estados Unidos, Japón y Rusia en 1700, 1820, 1890, 1952, 1978 y 1995. Por supuesto, EE.UU. no existía en 1700 ni era muy relevante en 1820.

Hacia 1700, China e India representaban 23 y 22% del ingreso mundial. A partir del siglo XVIII, ambas entraron en declive. Hasta 1979-95, lapso durante el cual China pasó de 5 a 10,9% e India de 3,4 a 4,6%. Desde 1996, ambos ritmos han ido acentuándose, aunque China muestra mayor impulso.

Existe un punto interesante: desde 1820, es Occidente que se acelera, no oriente que declina. Entretanto, China e India no dejan de tan rivales como hace cincuenta años. Sus políticos se preguntan todo el tiempo “¿Por qué van al frente ellos y no nosotros?”. Hay una respuesta: China arrancó con mayor ímpetu que India porque fue mucho más pragmática. Al respecto, todos repiten una cita ya clásica de Deng Xiaoping: “¿Qué importa si el gato es banco o negro, en tanto cace ratones?”.

Los cultores indios del mercado sacan un corolario voluntarista: a diferencia de India, China no tiene leyes laborales restrictivas ni reserva áreas a pequeñas y medianas empresas. No ha ahogado la industria con políticas fiscales duras. Además, exporta e importa proporcionalmente más.

En síntesis, varios catedráticos indios en escuelas de negocios occidentales predican una economía de mercado sin cortapisas sociales. Eso es algo perfecto –e irónicamente- al alcance de un régimen totalitario como el chino. Pero no tan fácil para la democracia relativa que impera en India.

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