Toda la estructura de instituciones y corrientes centrales de pensamiento, construidas desde 1945 en adelante, dan señales de agotamiento y fractura. El nuevo sentimiento anti élite, populista y en muchos casos volcado a la derecha ideológica, pretende cambios abruptos.
El Brexit británico, pero sobre todo la elección de Trump, realimentan estas tendencias. Hace un año en Davos todo era distinto. Las predicciones eran que Trump no tenía chance de siquiera ganar la candidatura presidencial por el partido Republicano.
Ahora, el presidente electo dice que lo primero que hará será olvidar el acuerdo Transpacífico (ocho años de estrategia oficial estadounidense bajo Barack Obama). Para proteger a la industria de su país impondrá aranceles altos, lo que desatará una guerra comercial.
Si los productos elaborados por empresas estadounidenses en China, tienen recargos al ingresar a USA, los chinos ya avisaron. Habrá guerra comercial en la que nadie saldrá ganando.
En Davos, la personalidad más relevante que se hizo presente este año fue Xi Jinping, Presidente de China. Él dio el discurso inaugural y se lució como el nuevo campeón de la globalización, cuando la mayoría de los asistentes temen un feroz rebrote del proteccionismo.
Fue curioso ver al máximo dirigente comunista chino defendiendo el orden liberal en este templo del capitalismo, amenazado por las intenciones de un nuevo presidente estadounidense.
La percepción fue que se está viviendo el fin de una era, pero que se desconocen los rasgos fundamentales de la que la reemplazará. Tal vez el momento más difícil es esa transición. Hay un verdadero cambio de paradigma.