Las importaciones chinas de petróleo crecieron rápidamente durante la última década. Es cierto que el país podría tener ya unos dos millones y medio de vehículos eléctricos pero también tiene más de 300 millones de vehículos gasoleros o nafteros junto con sector de viajes internos en expansión. El petróleo se ha convertido en un insumo inseparable de la actividad económica y esencial para satisfacer las necesidades de los consumidores de la creciente clase media.
Casi la mitad (44%) de sus importaciones petroleras vienen de Oriente Medio. Ahora que Estados Unidos es cada vez más autosuficiente en cuestiones de gas y petróleo gracias a la revolución shale, el destino natural de Medio Oriente es Asia más que Norteamérica. Si se corta el comercio petrolero de Irán – ya sea por las sanciones que le impone Estados Unidos o por un conflicto bélico que cierre el estrecho de Ormuz – China será de los primeros países en sufrir las consecuencias. Para Beijing la seguridad energética es ahora un problema.
En el corto plazo, China podría comprar todo el petróleo que necesita, lo que si duda obligaría a elevar los precios. Las importaciones de petróleo crecieron repentinamente en abril a más de 10 millones de barriles diarios, tal vez para aumentar las reservas en prevención de una crisis. Eso contribuyó a fortalecer los precios mundiales.
En el largo plazo, está siempre el desafío que representa su dependencia de fuentes externas de las materias primas que se han vuelto fundamentales para continuar con su éxito económico. El resultado más probable sería una política mercantilista para el mercado energético. Si no puede haber un sistema de comercialización abierta Beijing recurrirá a acuerdos bilaterales para asegurarse provisión específica de petróleo y tal vez también de gas mediante acuerdos de trueque con otros estados usando todas las herramientas que puede ofrecer, desde préstamos baratos hasta apoyo político y la provisión de equipamiento militar o de otro tipo.
Ese método irá mucho más allá de los pasos contenido que ha dado hasta ahora, estima Nick Butler en el Financial Times. Un buen plan petrolero bilateral incluiría inversión directa y propiedad de los recursos y la transformación acelerada de las compañías chinas en multinacionales capaces de encontrar y producir recursos energéticos en todo el mundo.
Para Beijing, ese paso es lógico y sería una respuesta perfectamente comprensible a la afirmación de poder extraterritorial que ejerce Estados Unidos sobre el mercado mundial.
Para todos los demás países ese paso sería peligroso. Si China vincula por contrato 9 o 1º0 millones de barriles diarios con acuerdos bilaterales, el mercado que resulte será más pequeño y probablemente mucho más volátil.