Cavallo despliega su estrategia

Desencadenó una "guerra relámpago" para ganar apoyo para su plan. Reticencia y condicionamientos en la clase política. Apoyo externo y empresarial. Ruckauf juega sus cartas y presiona al Congreso. Subió la Bolsa. Por Sergio Ceron

24 marzo, 2001

El “Después de mí, el diluvio” con que Domingo Cavallo hizo la presentación de su estrategia de poder desde los primeros momentos de su ascenso al ministerio de Economía, tuvo alcances parciales al concluir la semana laboral.

Solamente en la madrugada del viernes la Cámara de Diputados, al cabo de dilatadas gestiones, cabildeos y presiones, accedió a regañadientes a otorgarle parte del paquete de medidas que había solicitado; de manera tal que el ímpetu de la ofensiva arrolladora de los primeros instantes, quedó empantanado en momentos en que, simbólicamente, el otoño se abatía impiadoso sobre los argentinos.

Nunca pareció más claro a los observadores que el nudo gordiano de la crisis nacional no fincaba tanto en la economía como en la política; era en este terreno donde debería dilucidarse la incógnita de si al pasar el ominoso verano cargado de tribulaciones, se abría un camino de esperanzas, sino de certezas.

Las crónicas de los medios dieron cuenta de cómo se había agitado el avispero nacional; a punto tal de que del pedido de facultades extraordinarias, el ministro de Economía logró la aprobación de la Cámara de Diputados, por 150 votos contra 75,
de los artículos que sancionan el impuesto a las operaciones bancarias de cuenta corriente y profundizan la exigencia del uso del cheque para la cancelación de pagos.

Para la semana entrante se dejó la consideración del resto del planteo ministerial, previo despacho de comisión; el aspecto fundamental de la estrategia del Poder Ejecutivo.

Mientras Cavallo estaba en Brasil explicando los alcances de las disposiciones en marcha en materia arancelaria – aspecto urticante para los socios del Mercosur – el jefe y el subjefe de Gabinete, Chrystian Colombo y Armando Caro Figueroa apostaron una mano fuerte en la mañana del jueves.

Entre el “todo o nada” y “vayamos paso a paso”, la cordura primó al caer la noche, cuando previa consulta telefónica con el viajero que llegaba a Brasil, se aceptó la solución intermedia.

Es que no es poco lo que se está jugando en el tapete: a juicio de los analistas si las facultades exigidas por el Ejecutivo no son claramente acotadas por los legisladores casi ninguna de las actividades del orden económico, comercial, impositivo, laboral, previsional y de acción social escaparía al arbitrio de quien de hecho se convertiría en un primer ministro.

Más aún, no faltó quien, en los ardientes cenáculos políticos, de uno y otro signo, comparara la figura de Cavallo a la de un virtual “jefe de Gobierno”, mientras el Presidente de la Rúa pasaría a asumir la investidura de un Jefe de Estado, con atribuciones restringidas en los hechos.

Estas consideraciones, el ardor de los debates que trascendían a la calle y hasta una versión – Cavallo la atribuiría a maniobras especulativas – sobre la renuncia de Fernando de la Rúa, presionaron la baja de la de por sí maltrecha Bolsa de Comercio y restablecieron un velo de escepticismo que el fulgurante ingreso del ministro al escenario del poder había disipado por algunas horas.

El primer mandatario se unió a aquella afirmación de Cavallo en declaraciones hechas en la noche del jueves 23; dijo que la especie echada a rodar era absurda e intencionada y negó categóricamente que el arribo del economista pudiera significar el recorte de sus atribuciones constitucionales.

“Yo soy el Presidente y el Presidente va a marcar el rumbo”, declaró de manera
cortante.

A esa altura era perceptible que la mayor y quizás última línea de resistencia se daba en el seno de los partidos políticos y del Palacio Legislativo.

Decidido a ser un ministro político, Domingo Cavallo había advertido a sus alegados que delegaría en ellos todas las funciones de otro carácter y explicó su decisión de no hacer los nombramientos correspondientes, porque en caso de no conseguir las facultades que solicitó, se iría inmediatamente del Gobierno.

Quedaba de esa manera lanzada una advertencia, con saber a ultimátum, a todos los responsables de tomar decisiones a nivel político, donde quedaba planteada una incógnita:”¿Y si se va Cavallo, después qué?”.

Lector del estratega inglés Basil Lidell Hart, frecuentado por su colaborador José Luis Fernández Valoni, el ministro decidió apelar a la estrategia por la aproximación indirecta y evitar un choque frontal con los miembros de la dirigencia política.

Aparentemente opta por una táctica de flanqueo y cerco; la batalla final se ganará desde afuera de los partidos y del Palacio Legislativo: por eso decidió movilizar el sector externo( Ver “Brasil no se opone a Cavallo”), el empresariado del sector productivo (Ver “entusiasmo en el grupo productivo”) y los pesos pesados de la banca y la industria (Ver “El apoyo de los empresarios”).

En la tarde del viernes le llegó el primer apoyo explícito del sector político: Carlos Ruckauf, luego de reunirse con él en el ministerio de Economía, solicitó a los legisladores que “mañana esté el Parlamento abierto” y afirmó que “en un momento de crisis como éste, no se puede esperar al miércoles que viene” para votar la ley de competitividad.

La maniobra de Cavallo lograba introducir una punta de lanza en el aparente compacto bloque político, en el mismo momento en que se conoció la noticia, la Bolsa de Buenos Aires superó un crecimiento de 6% y recuperó la caída del día anterior y el riesgo externo descendió de l.067 a 980 puntos.

El gobernador de Buenos Aires, en sus declaraciones, dijo que había logrado un acuerdo con el ministro de Economía para agregar al proyecto del Ejecutivo la garantía de que no habrá despidos ni reducciones salariales como consecuencia del plan.

Al cierre de este análisis, no se conocía la reacción de los distintos agrupamientos políticos, pero sin dudas, con el apoyo de Ruckauf, Cavallo ganaba una batalla; aún restaban otros encuentros para definir la guerra.

El “Después de mí, el diluvio” con que Domingo Cavallo hizo la presentación de su estrategia de poder desde los primeros momentos de su ascenso al ministerio de Economía, tuvo alcances parciales al concluir la semana laboral.

Solamente en la madrugada del viernes la Cámara de Diputados, al cabo de dilatadas gestiones, cabildeos y presiones, accedió a regañadientes a otorgarle parte del paquete de medidas que había solicitado; de manera tal que el ímpetu de la ofensiva arrolladora de los primeros instantes, quedó empantanado en momentos en que, simbólicamente, el otoño se abatía impiadoso sobre los argentinos.

Nunca pareció más claro a los observadores que el nudo gordiano de la crisis nacional no fincaba tanto en la economía como en la política; era en este terreno donde debería dilucidarse la incógnita de si al pasar el ominoso verano cargado de tribulaciones, se abría un camino de esperanzas, sino de certezas.

Las crónicas de los medios dieron cuenta de cómo se había agitado el avispero nacional; a punto tal de que del pedido de facultades extraordinarias, el ministro de Economía logró la aprobación de la Cámara de Diputados, por 150 votos contra 75,
de los artículos que sancionan el impuesto a las operaciones bancarias de cuenta corriente y profundizan la exigencia del uso del cheque para la cancelación de pagos.

Para la semana entrante se dejó la consideración del resto del planteo ministerial, previo despacho de comisión; el aspecto fundamental de la estrategia del Poder Ejecutivo.

Mientras Cavallo estaba en Brasil explicando los alcances de las disposiciones en marcha en materia arancelaria – aspecto urticante para los socios del Mercosur – el jefe y el subjefe de Gabinete, Chrystian Colombo y Armando Caro Figueroa apostaron una mano fuerte en la mañana del jueves.

Entre el “todo o nada” y “vayamos paso a paso”, la cordura primó al caer la noche, cuando previa consulta telefónica con el viajero que llegaba a Brasil, se aceptó la solución intermedia.

Es que no es poco lo que se está jugando en el tapete: a juicio de los analistas si las facultades exigidas por el Ejecutivo no son claramente acotadas por los legisladores casi ninguna de las actividades del orden económico, comercial, impositivo, laboral, previsional y de acción social escaparía al arbitrio de quien de hecho se convertiría en un primer ministro.

Más aún, no faltó quien, en los ardientes cenáculos políticos, de uno y otro signo, comparara la figura de Cavallo a la de un virtual “jefe de Gobierno”, mientras el Presidente de la Rúa pasaría a asumir la investidura de un Jefe de Estado, con atribuciones restringidas en los hechos.

Estas consideraciones, el ardor de los debates que trascendían a la calle y hasta una versión – Cavallo la atribuiría a maniobras especulativas – sobre la renuncia de Fernando de la Rúa, presionaron la baja de la de por sí maltrecha Bolsa de Comercio y restablecieron un velo de escepticismo que el fulgurante ingreso del ministro al escenario del poder había disipado por algunas horas.

El primer mandatario se unió a aquella afirmación de Cavallo en declaraciones hechas en la noche del jueves 23; dijo que la especie echada a rodar era absurda e intencionada y negó categóricamente que el arribo del economista pudiera significar el recorte de sus atribuciones constitucionales.

“Yo soy el Presidente y el Presidente va a marcar el rumbo”, declaró de manera
cortante.

A esa altura era perceptible que la mayor y quizás última línea de resistencia se daba en el seno de los partidos políticos y del Palacio Legislativo.

Decidido a ser un ministro político, Domingo Cavallo había advertido a sus alegados que delegaría en ellos todas las funciones de otro carácter y explicó su decisión de no hacer los nombramientos correspondientes, porque en caso de no conseguir las facultades que solicitó, se iría inmediatamente del Gobierno.

Quedaba de esa manera lanzada una advertencia, con saber a ultimátum, a todos los responsables de tomar decisiones a nivel político, donde quedaba planteada una incógnita:”¿Y si se va Cavallo, después qué?”.

Lector del estratega inglés Basil Lidell Hart, frecuentado por su colaborador José Luis Fernández Valoni, el ministro decidió apelar a la estrategia por la aproximación indirecta y evitar un choque frontal con los miembros de la dirigencia política.

Aparentemente opta por una táctica de flanqueo y cerco; la batalla final se ganará desde afuera de los partidos y del Palacio Legislativo: por eso decidió movilizar el sector externo( Ver “Brasil no se opone a Cavallo”), el empresariado del sector productivo (Ver “entusiasmo en el grupo productivo”) y los pesos pesados de la banca y la industria (Ver “El apoyo de los empresarios”).

En la tarde del viernes le llegó el primer apoyo explícito del sector político: Carlos Ruckauf, luego de reunirse con él en el ministerio de Economía, solicitó a los legisladores que “mañana esté el Parlamento abierto” y afirmó que “en un momento de crisis como éste, no se puede esperar al miércoles que viene” para votar la ley de competitividad.

La maniobra de Cavallo lograba introducir una punta de lanza en el aparente compacto bloque político, en el mismo momento en que se conoció la noticia, la Bolsa de Buenos Aires superó un crecimiento de 6% y recuperó la caída del día anterior y el riesgo externo descendió de l.067 a 980 puntos.

El gobernador de Buenos Aires, en sus declaraciones, dijo que había logrado un acuerdo con el ministro de Economía para agregar al proyecto del Ejecutivo la garantía de que no habrá despidos ni reducciones salariales como consecuencia del plan.

Al cierre de este análisis, no se conocía la reacción de los distintos agrupamientos políticos, pero sin dudas, con el apoyo de Ruckauf, Cavallo ganaba una batalla; aún restaban otros encuentros para definir la guerra.

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