Caso Politkóvskaya: ¿regalo de cumpleaños o golpe a Putin?

Anna Politkóvskaya, crítica de Vladyímir Putin -quien cumplía 54 años-, fue muerta a tiros en Moscú. Se atribuye el crimen a los elementos paraoficiales que intentaron envenenarla en 2004. Pero no queda clara la finalidad real.

9 octubre, 2006

El método estilo soviético es idéntico al empleado, en septiembre, para eliminar en plena calle al entonces vicepresidente del banco central, que hacía una campaña contra el lavado masivo de dinero y molestaba a amigos del gobierno. Según la policía urbana, Politkóvskaya recibió cuatro disparos de pistola Makárova –hechos por “un hombre joven, flaco, de estatura media”-, que quedó junto a los casquetes en el ascensor donde la liquidaron.

De inmediato, varios periodistas rusos y algunos medios de Europa occidental dedujeron que fue un trabajo ejecutado por ex agentes del KGB, cuyo último jefe era Putin mismo. La profesional era dura crítica del gobierno y sus excesos represivos en Chechenia y otros lugares. Escribía en “Nóvaya gazyeta” y estaba ocupándose de dos temas: torturas llevadas a cabo por el gobierno títere de Moscú en ese territorio y un presunto plan geopolítico en la misma zona. Ambos temas han sido descuidados por la prensa norteamericana.

El segundo hace al despliegue de tropas iniciado en septiembre sobre las fronteras de Georgia (con Adzerbaidyán, los únicos estados caucásicos aliados de Washington). El pretexto era manifestaciones públicas contra una base rusa próxima a la capital, Tiflis. Moscú fomenta la balcanización de la pequeña república, apoyando a separatistas de Abjadzia y Osetia. La revista donde trabajaba Politkóvskaya es propiedad parcial de Míjail Gorbachov, principal dirigente político opuesto a Putin.

Si bien la fiscalía moscovita abrió una causa, pocos esperan que prospere. Tampoco lo hace el expediente por el asesinado de quien vicepresidía el emisor. Tampoco este tema interesó a los medios estadounidenses, demostrando que –a veces- esa prensa es tan poco virtuosa como la latinoamericana o la que, en Miami, silencia a quienes critican a la ultraderecha cubana.

“Esto es un crimen salvaje contra una profesional y otro golpe a la libertad de opinión y la democracia”, sostuvo Gorbachov. Luego del intento de envenenarla durante un vuelo, fue amenazada de muerte varias veces por el servicio secreto del ejército y otras agencias de seguridad estatal. “Es un asesinato político. Molestaba a muchos y el crimen, en cierto modo, es un regalo de cumpleaños para el presidente”, afirma Lyúdmila Alyexiéyeva, del grupo Helsinki.

El intento de envenenamiento se produjo mientras la periodista volaba para cubrir la masacre de escolares en Byeslán. Ese magnicidio fue provocado por extremistas chechenos, pero los ayudó la incompetencia de funcionarios y militares rusos. Obviamente, Politkóvskaya no apoyaba a las guerrillas musulmanas al norte del Cáucaso.

Ahora, azuzado por las protestas formales de varios países y medios europeos, Estados Unidos se suma a las protestas por el homicidio. Entretanto, expertos en el tema –dentro o fuera de Rusia- dudan entre dos interpretaciones opuestas: el crimen fue por cuenta de Putin o de sus adversarios en la interna del régimen.

El método estilo soviético es idéntico al empleado, en septiembre, para eliminar en plena calle al entonces vicepresidente del banco central, que hacía una campaña contra el lavado masivo de dinero y molestaba a amigos del gobierno. Según la policía urbana, Politkóvskaya recibió cuatro disparos de pistola Makárova –hechos por “un hombre joven, flaco, de estatura media”-, que quedó junto a los casquetes en el ascensor donde la liquidaron.

De inmediato, varios periodistas rusos y algunos medios de Europa occidental dedujeron que fue un trabajo ejecutado por ex agentes del KGB, cuyo último jefe era Putin mismo. La profesional era dura crítica del gobierno y sus excesos represivos en Chechenia y otros lugares. Escribía en “Nóvaya gazyeta” y estaba ocupándose de dos temas: torturas llevadas a cabo por el gobierno títere de Moscú en ese territorio y un presunto plan geopolítico en la misma zona. Ambos temas han sido descuidados por la prensa norteamericana.

El segundo hace al despliegue de tropas iniciado en septiembre sobre las fronteras de Georgia (con Adzerbaidyán, los únicos estados caucásicos aliados de Washington). El pretexto era manifestaciones públicas contra una base rusa próxima a la capital, Tiflis. Moscú fomenta la balcanización de la pequeña república, apoyando a separatistas de Abjadzia y Osetia. La revista donde trabajaba Politkóvskaya es propiedad parcial de Míjail Gorbachov, principal dirigente político opuesto a Putin.

Si bien la fiscalía moscovita abrió una causa, pocos esperan que prospere. Tampoco lo hace el expediente por el asesinado de quien vicepresidía el emisor. Tampoco este tema interesó a los medios estadounidenses, demostrando que –a veces- esa prensa es tan poco virtuosa como la latinoamericana o la que, en Miami, silencia a quienes critican a la ultraderecha cubana.

“Esto es un crimen salvaje contra una profesional y otro golpe a la libertad de opinión y la democracia”, sostuvo Gorbachov. Luego del intento de envenenarla durante un vuelo, fue amenazada de muerte varias veces por el servicio secreto del ejército y otras agencias de seguridad estatal. “Es un asesinato político. Molestaba a muchos y el crimen, en cierto modo, es un regalo de cumpleaños para el presidente”, afirma Lyúdmila Alyexiéyeva, del grupo Helsinki.

El intento de envenenamiento se produjo mientras la periodista volaba para cubrir la masacre de escolares en Byeslán. Ese magnicidio fue provocado por extremistas chechenos, pero los ayudó la incompetencia de funcionarios y militares rusos. Obviamente, Politkóvskaya no apoyaba a las guerrillas musulmanas al norte del Cáucaso.

Ahora, azuzado por las protestas formales de varios países y medios europeos, Estados Unidos se suma a las protestas por el homicidio. Entretanto, expertos en el tema –dentro o fuera de Rusia- dudan entre dos interpretaciones opuestas: el crimen fue por cuenta de Putin o de sus adversarios en la interna del régimen.

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