Carlyle group: ahora va tras el reciclaje de petrodólares

David Rubenstein es uno de los más influyentes y temidos cabilderos del Washington republicano. Con demasiados contratos militares en su haber, ahora el numen del Carlyle group corteja a los jeques y sus petrodólares.

28 septiembre, 2007

Su apellido no le impide buscar para su firma negocios en Dubái y otros miembros de la Unión de emiratos árabes, títere de Saudiarabia. Rubenstein y otros financistas, en efecto, vienen frecuentando esos pequeños feudos en pos de colocar fondos y sacarlos de Estados Unidos.

Según señalaba un informe de Lehman Brothers, los países de la península arábiga reúnían entre todos, a fines de junio, reservas en divisas por alrededor de US$ 3,5 billones. Pero, a diferencia de lo habitual entre la posguerra y el desplome del dólar, ya en esta década, los petrodólares ya no afluyen automáticamente a la economía norteamericana. Esto se debe a la extrema debilidad de la divisa referencial y a un euro que pasa de US$ 1,415.

Por tanto, mientras los emires invierten cada vez más en activos occidentales –aunque no norteamericanos-, financistas como Rubenstein y sus rivales buscan colocarse en la región. Esto tiene un costado si se quiere social: buena parte de esos dineros se origina en aportes jubilatorios de millones de estadounidenses. Carlyle, varios fondos de cobertura (derivados) y capital extrabursátil (compras apalancadas) están apostando el futuro de potenciales retirados en el tapete islámico.

Managers expertos en compras apalancadas, justamente, y bancas de Wall Street –ninguna ostenta epónimos árabes, exactamente- se han largado a invertir fuerte en transportes, infraestructura civil, bienes raíces y hasta privatización de empresas locales. Pero el abuso de fondos jubilatorios puede dificultar las ya complejas relaciones en EE.UU. y esos feudos.

Esta fiebre inversora llega, por cierto, en un momento delicado. El congreso tiende a cuestionar cada día más el uso de aportes jubilatorios para especulaciones dentro o fuera del país. Parte de la inquietud deriva de malas apuestas hipotecarias que afectan a fondos de cobertura donde participan fondos de retiro cuyos asociados no pueden defenderse de tiburones como Carlyle.

Esta misma semana, Arnold Schwarzenegger, gobernador republicano de California (séptimo producto bruto interno del mundo), anunció una reforma orientada a los dos poderosos fondos jubilatorios de personal estadual, Calpers y Calteach. El móvil parece polìtico: se trata de obligarlos a desprenderse de tenencias relacionadas con negcoios petroleros o estratégicos en Irán. Otros diecisiete estados, entre ellos Ohio, Florida y Tejas, estudian medidas similares.

Merced a la negligencia de la Securities & exchange commission (comisión de valores), otras instancias oficiales y las agencias calificadoras, los fondos jubilatorios se han convertido en fuentes claves de dinero para compras apalancadas y otras especulaciones a cargo de fondos de cobertura y de capital extrabursátil. Por supouesto, el problema va mucho más allá de las obsesiones con Irán o los disparates de su presidente, Majmud Ajmadinedyad.

Las complicaciones políticas no paran en Tehrán ni en los fondos jubilatorios. Caundo Halliburton, el turbio contratista militar cuyo gestor es el vicepresidente Richard Cheney, anticipó en marzo que se mudaba de Houston a Dubái, varios legisladores salieron a protestar.

Pero los adictos a compras apalancadas no ceden. Carlyle, que tiene nexos con Halliburton, trata de reunir mil millones para adquisiciones en Kuweit, Saudiarabia, Jordania, Egipto y Libia. Su colega Ripplewood Holdings –posee el vetusto Reader’s Digest, entre otros activos- tomó por US$ 200 millones el control del mayor banco comercial egipcio. Por su lado, Colony Capital (compras apalancadas de bienes raíces) se ha quedado con el control de la principial petrolera libia.

La masa de capitales extrabursátiles dedicadas a Levante y África septentrional pasó de US$ 315 millones -fines de 2004- a 5.200 millones justo dos años después. Como apuntan analistas suizos, estos fondos compran activos al menor precio posible (financiados con deuda nueva), los restructuran o achican y los revenden al mejor postor… si pueden. Pero este sistema no crea valor agregado ni beneficia a la economía en general.

Schwarzenegger tiene motivos para preocuparse. Pero no se trata de Irán sino de Calpers, el sistema jubilatorio de los emplados públicos californianos, que planeaba invertir en un fondo armado por Carlyle para especular en Levante. También tiene colocaciones en Ripplewood. No sorprende que su management se oponga a las intenciones regulatorias del gobernador, pues pueden costarle activos por US$ 2.000 millones.

.

Ahora bien ¿cuál es el poder financiero de los propios jeques? Según la consultoría Dealogic, las colocaciones exteriores de Saudiarabia y otros estados en la península, salvo Yemén, han saltado de US$ 30.800 millones a fin de 2006 a 64.000 millones a fin de junio. O sea, 107,8% en seis meses.

Días atrás, la bolsa de Dubái, controlada por el emir (toda una garantia de “fair play”), tomaba 19,9% de Nasdaq group y le compraba a la misma sociedad el 28% que tenía en la bolsa de Londres. Entretanto, un fondo qatarí adquiría otro 20% en la LSE y Abú Dhabí absorbía 7,5% … de Carlyle. No es para menos: la liquidez en manos árabes es varias veces superior a la de los fondos de capital privado occidentales.

Sin embarga, esta fiebre de tomas cruzadas bien puede acabar en el congreso norteamericano, como le sucedió a un intento (Dubái) de comprar seis puertos estratégicos al este y sudeste de EE.UU. En ese momento, los medios financieros salieron a defender a libertad de hacer negocios. Pero un grupo bipartidario de legisladores opuso un argumento político: los emiratos del golfo son títeres de Saudiarabia y una de las familias wajjabitas más influyente en el reino se llama bin Laden.

Carlyle y Rubenstein no ignoran esos matices. En rigor, en los últimos años y hasta el actual golpe de timón, el fondo trató de guardar distancias con sus nexos árabes. Pero hay una larga historia tejana detrás. El ex presidente George H.W.Bush y su secretario de estado, James Baker, fueron asesores de Carlyle y, entre los aportes iniciales de capital obtenidos por el dúo, estaba el del clan bin Laden.

Las dificultades geopolìticas no concluyen ahí. Aunque Rubenstein sea un ortodoxo, el fondo no colocará dinero en Israel. Nadie lo dice, pero la explicación es incómodamente clara: ninguna sociedad que invierta en el estado judío podría obtener capitales árabes.

Su apellido no le impide buscar para su firma negocios en Dubái y otros miembros de la Unión de emiratos árabes, títere de Saudiarabia. Rubenstein y otros financistas, en efecto, vienen frecuentando esos pequeños feudos en pos de colocar fondos y sacarlos de Estados Unidos.

Según señalaba un informe de Lehman Brothers, los países de la península arábiga reúnían entre todos, a fines de junio, reservas en divisas por alrededor de US$ 3,5 billones. Pero, a diferencia de lo habitual entre la posguerra y el desplome del dólar, ya en esta década, los petrodólares ya no afluyen automáticamente a la economía norteamericana. Esto se debe a la extrema debilidad de la divisa referencial y a un euro que pasa de US$ 1,415.

Por tanto, mientras los emires invierten cada vez más en activos occidentales –aunque no norteamericanos-, financistas como Rubenstein y sus rivales buscan colocarse en la región. Esto tiene un costado si se quiere social: buena parte de esos dineros se origina en aportes jubilatorios de millones de estadounidenses. Carlyle, varios fondos de cobertura (derivados) y capital extrabursátil (compras apalancadas) están apostando el futuro de potenciales retirados en el tapete islámico.

Managers expertos en compras apalancadas, justamente, y bancas de Wall Street –ninguna ostenta epónimos árabes, exactamente- se han largado a invertir fuerte en transportes, infraestructura civil, bienes raíces y hasta privatización de empresas locales. Pero el abuso de fondos jubilatorios puede dificultar las ya complejas relaciones en EE.UU. y esos feudos.

Esta fiebre inversora llega, por cierto, en un momento delicado. El congreso tiende a cuestionar cada día más el uso de aportes jubilatorios para especulaciones dentro o fuera del país. Parte de la inquietud deriva de malas apuestas hipotecarias que afectan a fondos de cobertura donde participan fondos de retiro cuyos asociados no pueden defenderse de tiburones como Carlyle.

Esta misma semana, Arnold Schwarzenegger, gobernador republicano de California (séptimo producto bruto interno del mundo), anunció una reforma orientada a los dos poderosos fondos jubilatorios de personal estadual, Calpers y Calteach. El móvil parece polìtico: se trata de obligarlos a desprenderse de tenencias relacionadas con negcoios petroleros o estratégicos en Irán. Otros diecisiete estados, entre ellos Ohio, Florida y Tejas, estudian medidas similares.

Merced a la negligencia de la Securities & exchange commission (comisión de valores), otras instancias oficiales y las agencias calificadoras, los fondos jubilatorios se han convertido en fuentes claves de dinero para compras apalancadas y otras especulaciones a cargo de fondos de cobertura y de capital extrabursátil. Por supouesto, el problema va mucho más allá de las obsesiones con Irán o los disparates de su presidente, Majmud Ajmadinedyad.

Las complicaciones políticas no paran en Tehrán ni en los fondos jubilatorios. Caundo Halliburton, el turbio contratista militar cuyo gestor es el vicepresidente Richard Cheney, anticipó en marzo que se mudaba de Houston a Dubái, varios legisladores salieron a protestar.

Pero los adictos a compras apalancadas no ceden. Carlyle, que tiene nexos con Halliburton, trata de reunir mil millones para adquisiciones en Kuweit, Saudiarabia, Jordania, Egipto y Libia. Su colega Ripplewood Holdings –posee el vetusto Reader’s Digest, entre otros activos- tomó por US$ 200 millones el control del mayor banco comercial egipcio. Por su lado, Colony Capital (compras apalancadas de bienes raíces) se ha quedado con el control de la principial petrolera libia.

La masa de capitales extrabursátiles dedicadas a Levante y África septentrional pasó de US$ 315 millones -fines de 2004- a 5.200 millones justo dos años después. Como apuntan analistas suizos, estos fondos compran activos al menor precio posible (financiados con deuda nueva), los restructuran o achican y los revenden al mejor postor… si pueden. Pero este sistema no crea valor agregado ni beneficia a la economía en general.

Schwarzenegger tiene motivos para preocuparse. Pero no se trata de Irán sino de Calpers, el sistema jubilatorio de los emplados públicos californianos, que planeaba invertir en un fondo armado por Carlyle para especular en Levante. También tiene colocaciones en Ripplewood. No sorprende que su management se oponga a las intenciones regulatorias del gobernador, pues pueden costarle activos por US$ 2.000 millones.

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Ahora bien ¿cuál es el poder financiero de los propios jeques? Según la consultoría Dealogic, las colocaciones exteriores de Saudiarabia y otros estados en la península, salvo Yemén, han saltado de US$ 30.800 millones a fin de 2006 a 64.000 millones a fin de junio. O sea, 107,8% en seis meses.

Días atrás, la bolsa de Dubái, controlada por el emir (toda una garantia de “fair play”), tomaba 19,9% de Nasdaq group y le compraba a la misma sociedad el 28% que tenía en la bolsa de Londres. Entretanto, un fondo qatarí adquiría otro 20% en la LSE y Abú Dhabí absorbía 7,5% … de Carlyle. No es para menos: la liquidez en manos árabes es varias veces superior a la de los fondos de capital privado occidentales.

Sin embarga, esta fiebre de tomas cruzadas bien puede acabar en el congreso norteamericano, como le sucedió a un intento (Dubái) de comprar seis puertos estratégicos al este y sudeste de EE.UU. En ese momento, los medios financieros salieron a defender a libertad de hacer negocios. Pero un grupo bipartidario de legisladores opuso un argumento político: los emiratos del golfo son títeres de Saudiarabia y una de las familias wajjabitas más influyente en el reino se llama bin Laden.

Carlyle y Rubenstein no ignoran esos matices. En rigor, en los últimos años y hasta el actual golpe de timón, el fondo trató de guardar distancias con sus nexos árabes. Pero hay una larga historia tejana detrás. El ex presidente George H.W.Bush y su secretario de estado, James Baker, fueron asesores de Carlyle y, entre los aportes iniciales de capital obtenidos por el dúo, estaba el del clan bin Laden.

Las dificultades geopolìticas no concluyen ahí. Aunque Rubenstein sea un ortodoxo, el fondo no colocará dinero en Israel. Nadie lo dice, pero la explicación es incómodamente clara: ninguna sociedad que invierta en el estado judío podría obtener capitales árabes.

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