Pero de inmediato nombró a Stephen Bannon como su consejero especial y jefe de estrategia. Bannon fue clave en su campaña, especialmente en lo referido a redes sociales. Pero es conocido como un fanático, milita en la ultraderecha y es mentor de algunas de las más radicales iniciativas del mandatario electo.
Lo que demuestra que hay alegrías y sinsabores para todos. Los cuadros republicanos, los derrotados demócratas y los medios, celebran que un moderado sensato como Priebus tenga un cargo clave.
Los que votaron a Trump festejan la futura llegada de Bannon a la Casa Blanca, novedad que angustia a todos los alegres del párrafo anterior. Algunos dirán que la pretensión presidencial es quedar bien con Dios y con el Diablo. En verdad, de una parte busca tranquilizar al sistema financiero y a los empresarios que dudan de su capacidad presidencial, como también desmontar manifestaciones y protestas opositoras en su contra.
Pero de la otra, da indicios a su apasionado electorado que avanzará en las promesas de campaña. Es un estilo que se repite: insinúa que en el gabinete habrá nombres republicanos conocidos y sensatos, y de paso ratifica que cumplirá sus promesas de campaña aunque esté listo a llegar a algunos compromisos que las tornen viables.
Según Newt Gringich (una versión apenas moderada de Trump que presidió el Comité Nacional Republicano), Priebus –actual titular del comité nacional de su partido- se ocupará de la gestión diaria de la administración. Una especie de super gerente. Mientras que Bannon, según su interpretación, estará a cargo de “estrategias clave”, sea lo que sea que esto signifique.
El entorno presidencial asegura que ambos personajes actuarán en equipo. Fuera de ese círculo, muy pocos son los que piensan que eso es posible.
En todo caso, ambas designaciones pueden dar una clara pista de cómo será integrado el resto del gabinete.