En efecto, las deliberaciones comenzaron con un informe del Banco Mundial, dominado por la ortodoxia y sujeto al Fondo Monetario Internacional, donde se reprocha a los países emergentes y periféricos “mantener los aranceles aduaneros más altos del globo”. Por supuesto, EE.UU. y la Unión Europea hicieron suyo el oportuno trabajo.
Por ende, en vez de discutir los costosos subsidios agrícolas y otros instrumentos proteccionistas aplicados por la UE, EE.UU. y Japón, las potencias económicas le exigen mayor apertura al resto del mundo. Los 146 ministros de comercio y afines estados se encuentran con una agenda que ni esperaban ni habían negociado en encuentros preliminares.
Las cifras del Banco Mundial –por cierto, basadas en las de la propia Organización Mundial de Comercio, OMC- trazan una lista de infractores encabezada por India (30,9% de arancel promedio a importaciones), Nigeria (23,4%), Pakistán (20,6%), China (15,3%) y Brasil (12,9%). Los “virtuosos” son, en cambio, Japón (5,1%), Canadá (4,4%), EE.UU. (4%) y la UE (3,9%). Pero, claro, faltan los subsidios y otras herramientas proteccionistas que no suelen figurar como trabas aduaneras propiamente dichas.
“No apruebo la idea de que los países subdesarrollados no fomenten la apertura o la disciplina arancelaria que nos exigen a nosotros”. Así sostuvo, al inaugurar Cancún, el alemán Franz Fischler, comisionado para Agricultura de la UE.
Al respecto, medios tan conservadores como el “Financial Times”, el “Wall Street Journal” o el “Journal de Genève” le reprochaban a la UE emplear una táctica grosera: apretar con exigencias a las economías menos desarrolladas para que, a su vez, éstas no presionen contra los subsidios aplicados por los países ricos.
Pero la disyuntiva no se da entre aranceles de países centrales y periféricos, sino en la desproporción entre subsidios agrícolas de las las potencias y el tamaño de las economías perjudicadas por ellos. Sin ir más lejos, en 2002 esos subsidios superaban el ingreso total del África subsahariana. “Cada vaca criada en la Unión Europea –apuntaba el experto italiano Francesco Giavazzo- insume en subsidios lo que cientos de africanos gastan en comer”.
Por su parte, EE.UU. gasta US$ 4.000 millones anuales para subvencionar a 25.000 algodoneros prósperos. Los US$ 160.000 que cobra cada uno –para no sembrar- alimentarían durante un año a 200 familias en el Chaco o en varios países africanos.
En lo tocante a subsidios en sí, las propuestas planteadas en Cancún por la UE y EE.UU. contemplan rebajas apreciables de subsidios recién después de 2012.
En efecto, las deliberaciones comenzaron con un informe del Banco Mundial, dominado por la ortodoxia y sujeto al Fondo Monetario Internacional, donde se reprocha a los países emergentes y periféricos “mantener los aranceles aduaneros más altos del globo”. Por supuesto, EE.UU. y la Unión Europea hicieron suyo el oportuno trabajo.
Por ende, en vez de discutir los costosos subsidios agrícolas y otros instrumentos proteccionistas aplicados por la UE, EE.UU. y Japón, las potencias económicas le exigen mayor apertura al resto del mundo. Los 146 ministros de comercio y afines estados se encuentran con una agenda que ni esperaban ni habían negociado en encuentros preliminares.
Las cifras del Banco Mundial –por cierto, basadas en las de la propia Organización Mundial de Comercio, OMC- trazan una lista de infractores encabezada por India (30,9% de arancel promedio a importaciones), Nigeria (23,4%), Pakistán (20,6%), China (15,3%) y Brasil (12,9%). Los “virtuosos” son, en cambio, Japón (5,1%), Canadá (4,4%), EE.UU. (4%) y la UE (3,9%). Pero, claro, faltan los subsidios y otras herramientas proteccionistas que no suelen figurar como trabas aduaneras propiamente dichas.
“No apruebo la idea de que los países subdesarrollados no fomenten la apertura o la disciplina arancelaria que nos exigen a nosotros”. Así sostuvo, al inaugurar Cancún, el alemán Franz Fischler, comisionado para Agricultura de la UE.
Al respecto, medios tan conservadores como el “Financial Times”, el “Wall Street Journal” o el “Journal de Genève” le reprochaban a la UE emplear una táctica grosera: apretar con exigencias a las economías menos desarrolladas para que, a su vez, éstas no presionen contra los subsidios aplicados por los países ricos.
Pero la disyuntiva no se da entre aranceles de países centrales y periféricos, sino en la desproporción entre subsidios agrícolas de las las potencias y el tamaño de las economías perjudicadas por ellos. Sin ir más lejos, en 2002 esos subsidios superaban el ingreso total del África subsahariana. “Cada vaca criada en la Unión Europea –apuntaba el experto italiano Francesco Giavazzo- insume en subsidios lo que cientos de africanos gastan en comer”.
Por su parte, EE.UU. gasta US$ 4.000 millones anuales para subvencionar a 25.000 algodoneros prósperos. Los US$ 160.000 que cobra cada uno –para no sembrar- alimentarían durante un año a 200 familias en el Chaco o en varios países africanos.
En lo tocante a subsidios en sí, las propuestas planteadas en Cancún por la UE y EE.UU. contemplan rebajas apreciables de subsidios recién después de 2012.