lunes, 23 de diciembre de 2024

Cambio de rumbo en la economía de Brasil

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A pocos días de las elecciones presidenciales, Brasil está definiendo su futuro para los próximos cuatro años. Además de establecer la agenda política, el vencedor tendrá que delinear las principales pautas económicas para acelerar el crecimiento.

Esta es la tesis del informe la consultora Ecolatina sobre los desequilibrios que la economía brasileña ha acumulado durante los últimos años (apreciación cambiaria, déficit fiscal y en cuenta corriente), que requieren de un reordenamiento estructural. Se espera que los cambios se implementen tras los comicios presidenciales, independientemente de quien resulte ganador.

De renovar su mandato, – como ahora aparece probable- Rousseff también debería llevar a cabo una corrección aunque esta sería gradual. En cambio, de salir electa Marina Silva, todo indica que tomará un camino más austero llevando a cabo una corrección más abrupta.

De cualquier manera, lo importante es comprender que la política económica de Brasil requiere un cambio de rumbo: deberían abordarse los desequilibrios con pericia para  resolver los problemas de fondo que frenaron el avance del principal país de la región.

Si bien existen diferencias entre las principales candidatas a la presidencia de Brasil (tanto en la agenda política como económica), quien sea electa deberá implementar una política económica que le permita retomar un crecimiento elevado y sostenido.

Los desequilibrios que la economía brasileña ha acumulado durante los últimos años (apreciación cambiaria, déficit fiscal y en cuenta corriente), requieren de un reordenamiento estructural, y se espera que dichos cambios se implementen tras los comicios presidenciales.

En un contexto de estancamiento (las expectativas de mercado prevén una expansión del PBI de sólo 0,3% en 2014) y creciente incertidumbre propia de los períodos pre-electorales, se ha observado una significativa depreciación del Real que preocupa a nuestro país.

La pregunta del millón es si la magra performance de nuestro principal socio comercial en los últimos años se va a repetir en el futuro. Para contestar esto hay que analizar en detalle los desafíos económicos que enfrentará la próxima administración.

 

Los principales desafíos económicos

 

Los próximos días serán claves para determinar el futuro de Brasil. Las elecciones presidenciales del 5 de Octubre auguran un potencial cambio de rumbo económico, independientemente de quien resulte ganador en los comicios. El próximo presidente electo deberá afrontar desafíos que requerirán de una revisión de la política económica.

 

En primer lugar, quien resulte electo tendrá que revertir el moderado crecimiento que la economía brasileña verificó en los últimos tres años. Por caso, durante 2011-2013 el PBI creció sólo 2,1% anual, la mitad del ritmo de expansión del período 2008-2010 que estuvo signado por la crisis financiera internacional.

Más aún, en los últimos tres años el PBI per cápita de Brasil prácticamente se estancó (creció solo 0,4% anual, 3 p.p. por debajo de la expansión promedio anual de 2008-2010).

Por el lado de la oferta, este estancamiento de la actividad obedeció al menor dinamismo de la producción local, particularmente de la industria, producto de un tipo de cambio poco competitivo. Por el lado de la demanda, se observó una importante desaceleración en los flujos inversores.

Otro desafío pendiente para la próxima administración es el creciente déficit fiscal. En los últimos años se verificó un pronunciado deterioro en las cuentas públicas con motivo de la expansión del gasto público y/o reducción de impuestos. El resultado primario como porcentaje del PBI se redujo considerablemente, pasando de 3,1% del PBI en 2011 a 1,9% del PBI el año pasado.

En particular, con motivo del impulso pre-electoral, el gobierno dispuso una reducción de 34% a 25% en la alícuota del impuesto a la renta que pagan las empresas por las filiales que tienen en el exterior, reducción que ya regía para alimentos, bebidas y el sector de construcción civil. Esta reducción tributaria se suma a la batería de medidas que en los últimos dos años se destinaron para apuntalar al sector industrial.

Por otro lado, se dispuso el aumento en el impuesto a turistas que consumen en el exterior con tarjeta, cheques de viajero y para la extracción de moneda. La meta es acotar el deterioro fiscal previendo recaudar US$ 205 millones en 2014 por esta vía, aunque dicha medida dista de ser significativa para el actual estado de las cuentas públicas.

A esto se agrega la falta de trasparencia de las cifras fiscales pues el gobierno Central incorpora en sus ingresos recursos extraordinarios que no deberían ser tenidos en cuenta, lo cual abulta contablemente dicho resultado primario.

El deterioro de las cuentas públicas y la falta de transparencia de las cifras oficiales afectan la credibilidad del gobierno e inciden en la calificación de riesgo soberano. Si Brasil pierde el rating de Investment Grade obtenido, puede sufrir una importante reversión de capitales financieros en un contexto de déficit de cuenta corriente.

Eso nos lleva al tercer desafío que deberá resolver la futura administración: la cuenta corriente (que engloba las transacciones comerciales con el exterior) se volvió deficitaria en 2007 y desde entonces el rojo continúa profundizándose, alcanzando 3,6% del PBI en 2013.

Este deterioro fue producto de dos efectos: la apreciación de la moneda brasileña (el Real pasó de R$/Us$ 3,66 a principios de 2003 en el mandato de Lula a R$/US$ 1,56 en julio de 2011 en plena presidencia de Rousseff) y el crecimiento de la clase media brasileña (proceso que viene ocurriendo desde la presidencia de Lula), factores que impulsaron un mayor consumo de bienes importados y el turismo en el extranjero.

Otro elemento a tener en cuenta es la evolución del tipo de cambio real. El potencial desarme de la política monetaria de EE.UU. con vistas a llevarse a cabo a partir de mediados de 2015, podría impactar sobre las monedas de los países emergentes, entre ellos el Real brasileño. Si bien una depreciación brindaría una mayor competitividad a la industria carioca, un tipo de cambio nominal más elevado generaría presiones sobre el nivel de precios.

Finalmente, un tema a abordar en la agenda es la inflación, ya que constituye un limitante en términos de manejo de la política económica. Si bien los incrementos en el nivel de precios aún se encuentran en cifras moderadas (cerca del techo de la meta de inflación que es 6,5% anual) con relación a Argentina y Venezuela, el intento por reordenar otros desequilibrios podría exacerbar las presiones alcistas de los precios internos.

 

 

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