jueves, 12 de diciembre de 2024

Cambiar de modelo es el gran desafío para el G 20

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Hace casi año y medio, Estados Unidos parecía la única víctima de una burbuja inmobiliaria pinchada y la consiguiente crisis financiera. Después, el desastre fue alcanzando los países europeos. En tanto, Japón vive su propia recesión desde 1991.

<p>El sistema partía de una falacia: “los mercados libres son siempre eficientes y racionales” (Friedman, Robert Lucas). Este mito se hizo trizas junto con las economías que mandó a pique. <br />
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Aparte de detener otra licuación, el G-20 deberá replantear el capitalismo y sus variantes más retrógradas. A diferencia de los años 30, cuando existían alternativas, en la actualidad faltan opciones fuertes, pues el negocio financiero ha ido eliminando debates y cooptando académicos.<br />
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A la izquierda, surge empero una especie de “neokeynesianismo verde”. Como las propuestas del inglés John Maynard Keynes (1934 y 44) o del Nobel 1982 John Tobin (1994, se requiere mayor regulación –y tributación- internacional sobre especulación financiera, severo control de multinacionales y un desarrollo ambientalmente equilibrado. <br />
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<p>El Fondo Monetario Internacional ha propuesto destinar 2% de cada PBI a planes de estímulo. Pero, hasta mediados de año, las economías prósperas han asignado en promedio apenas 1,3%, menos que las emergentes, señala la Organización Internacional de Trabajo. Otra fuente indica que EE.UU. aportará 2,7%, China 3,6% y Japón 2%, pero los trece socios mayores de la Unión Europea no pasarán de 0,8%. O sea, casi nada. <br /><br />Muchos países necesitan asistencia externa y Barack Obama conminará a triplicar el capital del FMI. Sin embargo, su burocracia técnica insiste en “contraestímulos”. Entre ellos, recortes presupuestarios y salariales, despidos, menor gasto social y alza de tasas. Es la receta de Anne Krueger, que desató la violencia en Indonesia, Malasia y Tailandia (1997/2000). <br /><br />Nada funcionará bien en tanto el sector financiero norteamericano no se ponga en orden. El plan de subsidios fiscales de Timothy Geithner (secretario del Tesoro), orientado a promover inversión privada en activos tóxicos “es una gran desilusión”, ha dicho Krugman. “Si funcionase, lo haría con lentitud y podría resultarles a los contribuyentes más caro que estatizar bancos insolventes”. <br /><br />No obstante, la crisis ya cumplió su obra. O sea, demostró que el modelo anglosajón (el monetarismo neoclásico de Milton Friedman) está agotado. Lo admiten hasta sus defensores, salvo los más viejos o fanáticos.<br /><br />“Se vino abajo otro dios trivial”, sostenía hace semanas el <em>Financial Times</em>, aludiendo al neoconservadurismo basado en mercados sin contralor, promovido por Margaret Thatcher y Ronald Reagan en los años 80. Ahora, alguien como Jack Welch (ex presidente ejecutivo de General Electric) reniega de una frase suya –“las empresas deben dedicarse promover dividendos para los accionistas”- y la califica como “la idea más idiota del mundo”. <br /><br /> </p>

<p>En suma, en 2009 y por vez primera en sesenta a&ntilde;os, las econom&iacute;as centrales se contraer&aacute;n en t&eacute;rminos de producto bruto interno. En algunos sentidos, la crisis es internacional pero &iquest;existen remedios en similar escala? Economistas como Joseph Stiglitz (Nobel 2001), Paul Krugman (2008) o Robert Solow (1987) abrigan serias dudas. Todo esto influir&aacute; en la inminente cumbre del G-20. <br />
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El primer problema consiste en frenar la espiral descendente y reimpulsar las econom&iacute;as golpeadas. Durante colapsos como el de bienes ra&iacute;ces japoneses (1991, aun no resuelto en otros planos) o la crisis cambiaria iniciada en el sudeste asi&aacute;tico (1997/8, que castig&oacute; a Rusia, Turqu&iacute;a, Latinoam&eacute;rica, etc.), el crecimiento occidental permiti&oacute; una recuperaci&oacute;n bastante r&aacute;pida. <br />
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Pero, en esta oportunidad, la difusi&oacute;n de derivativos &ndash;surgidos en 1971 al desaparecer la convertibilidad oro/d&oacute;lar-, una extrema desregulaci&oacute;n y, ahora, bancos centrales poco activos expusieron a ahorristas, inversores y bancos a riesgos sist&eacute;micos graves. Seg&uacute;n el Banco Asi&aacute;tico de Desarrollo, por ejemplo, la contracci&oacute;n de activos financieros globales lleg&oacute; a US$ 50 billones en 2008, vale decir el PB mundial del mismo a&ntilde;o. Con menos riqueza y el cr&eacute;dito congelado, los gastos personales o empresarios se redujeron, la gente perdi&oacute; empleo y los gobiernos recaudaron menos.<br />
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Si bien la banca en casi toda Asia hab&iacute;a eludido los inescrutables instrumentos especulativos creados por la codicia anglosajona &ndash;por ejemplo, los pases de cr&eacute;ditos insolventes-, sus econom&iacute;as dependen bastante de exportaciones a Occidente. Los bancos centrales de China, Jap&oacute;n, Surcorea y Formosa financian la econom&iacute;a estadounidense, adicta al endeudamiento por falta de ahorro interno, para evitar una crisis monetaria como la de 1997/8. <br />
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Tasas referenciales cerca de cero en EE.UU., gente endeudada y baja demanda internacional forman una combinaci&oacute;n peligrosa. Los gobiernos deben apelar al d&eacute;ficit para financiar proyectos, generar trabajo y permitir que la poblaci&oacute;n vuelva a comprar. <br />
Por eso, Washington, apoyado por el sindicalismo mundial, pide hoy al grupo de los 20 elevar gastos y d&eacute;ficit. Cuanto m&aacute;s coordinada sea la respuesta, mayores ser&aacute;n los est&iacute;mulos en juego y menor peligro habr&aacute; de recaer en soluciones nacionales o estrategias excluyentes. Por ejemplo, el &ldquo;grupo de dos&rdquo; conformado a fin de julio por China y EE.UU. <br />
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