En muchos análisis suele afirmarse que: 1) la coyuntura económica no será un activo para el oficialismo y, 2) que el gobierno de Macri priorizó las políticas estructurales y de mediano, plazo por sobre aquellas de impacto inmediato pero transitorio. En este informe, la consultora Ecolatina se interroga sobre la veracidad de estos puntos. Si bien al mirar la dinámica general puede aceptarse su validez, al analizar la coyuntura electoral estos postulados no se condicen con la realidad.
Cambiemos recibió una economía que demandaba correcciones apremiantes. Sin embargo, luego de cuatro años de gestión, aquella que legará también será muy compleja. Al cierre de 2015, casi el único activo que presentaba la economía argentina era un bajo stock de deuda pública relevante (es decir, con el sector privado y organismos internacionales). Por el contrario, acumulaba un importante atraso cambiario y tarifario, que desembocaba en un creciente déficit externo y fiscal.
En respuesta, durante este gobierno tuvieron lugar algunas correcciones poco rentables políticamente pero necesarias para que la economía pueda seguir su marcha: reducción del rojo primario del Sector Público y mejora de la competitividad cambiaria.
Ahora bien, producto del salto cambiario del año pasado y los importantes compromisos de deuda pública en moneda extranjera asumidos habrá grandes urgencias por el lado financiero. Además, si bien los precios relativos estarían más alineados para impulsar el crecimiento económico, es necesario dinamizar la demanda interna para que dichas mejoras se materialicen. Por lo tanto, por más que estén los “incentivos adecuados” faltará un componente central: garantizar un volumen adecuado de ventas, sobre todo en un mundo de difícilmente ayude por el lado de las exportaciones.
El panorama que se avizora
Más allá de este análisis, al poner la lupa sobre la coyuntura electoral –es decir, sobre los meses que van desde el cierre de listas hasta un potencial balotaje-, la situación cambia radicalmente.
Luego de que el Banco Central anunciara que podía vender reservas dentro de la Zona de No Intervención cambiaria, ahora llamada de Referencia, las presiones en este frente se desinflaron significativamente y el peso incluso se apreció en términos nominales.
En respuesta, uno de los principales motores inflacionarios se apagó. Si a esto le sumamos que las correcciones tarifarias se concentraron al principio del año (según el IPC Ecolatina GBA, en el período enero-mayo los Servicios Públicos treparon alrededor de 30%, a la par que subirían cerca de 5% en los próximos seis meses), el alza de precios se atenuaría en la segunda mitad del 2019.
Dado que las paritarias se firmaron proyectando un escenario de aceleración inflacionaria, poder adquisitivo de los trabajadores formales (que representan dos tercios del total empleado) se recuperaría levemente en los meses pre-electorales.
En consecuencia, la demanda interna crecería mínimamente antes de las elecciones. Si sumamos además la ansiedad que provoca casi un año de “consumo reprimido” y los estímulos no salariales que viene implementando el gobierno –Ahora 12, Plan Junio 0 km, créditos Argenta, Precios Esenciales, etc.-, podemos afirmar que en este año impar también tendremos un veranito electoral, aunque más corto que en las ocasiones anteriores.
Por lo tanto, al poner la lupa sobre la coyuntura, la economía deja de ser un punto –tan- flaco para Cambiemos. Ahora bien, para que este escenario optimista se concrete es necesario que la calma cambiaria de las últimas semanas se profundice. Durante mayo y lo que va de junio bastó con la amenaza de que el Banco Central podría vender reservas para que las presiones se atenuaran; sin embargo, cuando el proceso electoral sea inminente no alcanzará con ello: la fuga de capitales del sector privado alcanzará su pico.
En ese entonces, habrá que ver de qué poder de fuego efectivo dispone la autoridad monetaria: aunque las reservas brutas rondan los US$ 70.000 millones (11% del PBI), las netas rozan los US$ 20.000 millones (3% del PBI), de modo que son acotadas y, además, necesarias para cancelar deuda pública en moneda extranjera por la imposibilidad de acceder a los mercados de crédito.
A modo de conclusión, podemos afirmar que esta “promoción” de calma cambiaria tiene un límite: será válida hasta que terminen las elecciones o hasta agotar el stock de reservas. Veremos qué ocurre primero.
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