jueves, 9 de enero de 2025

Caen los dictadores y al-Qaeda se va con ellos

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Durante casi dos décadas, la organización ha estado denunciando como herejes o títeres de Occidente a muchos tiranos musulmanes. Pero, con un régimen tras otro en colapso –depuesto por la gente-, al-Qaeda no ha desempeñado papel relevante alguno.

<p>“Liquidar al autócrata fue casi una obsesión durante veinte años”, recuerda Brian Fishman, experto de la New American Foundation. “Ahora, un movimiento no violento, no religioso y prodemocrático la manda al exilio interno en un par de semanas”. Por supuesto, estos analistas no advierten que, junto con al-Qaeda o Irán, han quedado malparadas la CIA y otras agencias que mantienen a tantos analistas adictos.<br />
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Naturalmente, las “revoluciones árabes” continúan siendo procesos en marcha. Lo muestran la tozudez de Ghadafi, su colega yemenita Alí Abdullá Saleh, el sultán de Omán (Qabbús as-Saíd) y las desprolijidades en Túnez. Pero, por sobre todo –subraya Steven Simon (NAF)-, la actual escena musulmana representa una derrota estratégica para el concepto mismo de guerra santa. Como sucedía o sucede bajo autócratas laicos estilo libio, sirio, egipcio, tunecino, iraquí o argelino, la religión viene en declive y los nuevos rebeldes profundizan ese sesgo”.</p>
<p>Pero quienes tratan de mantener en vigencia el espectro fundamentalista no se quedan quietos. Así, Michael Scheuer –jefe en los 90 de la división al Qaeda, CIA- sostiene que el entusiasmo revolucionario no descarta brotes terroristas. A su juicio, “muchos especialistas occidentales se equivocan al cifrarlos</p>
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<p>De hecho, los variopintos movimientos opositores tan s&uacute;bitos como fuertes (fatales para Zin ben Al&iacute;, Hosni Mubarak o Muhammar Ghadafi) dejan al margen dos puntales del credo sostenido por Osama bin Laden y Aim&aacute;n az-Zawahir&iacute;. A saber, violencia gratuita y fundamentalismo. <br />
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Los j&oacute;venes manifestantes a lo largo del arco rebelde &ndash;desde Marruecos hasta el golfo P&eacute;rsico- apelan a la fuerza en forma defensiva, predican democracia o reformas y ponen el Islam en segundo, tercer plano. Lo contrario de la sunn&iacute; al-Qaeda o los aya tollas shi&iacute;tas. Tanto para esos dos sectores como para una pol&iacute;tica internacional estadounidense atada a amenazas nunca cristalizadas, estas revoluciones (y su uso de redes sociales) plantean dilemas.<br />
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&iquest;Acabar&aacute;n las redes terroristas sumi&eacute;ndose en la irrelevancia? &iquest;O encontrar&aacute;n maneras de explotar el caos (Bahrein), la guerra civil (Libia) o las inevitables desilusiones que producen las revoluciones cuando no deparan los resultados que se esperan al principio? Una mayor&iacute;a de especialistas en Levante afirma que los actuales acontecimientos son un desastre sin atenuantes para al-Qaeda (y los pasdar&aacute;n iran&iacute;es). Los corifeos de la jihad se han reducido a meros espectadores, mientras las juventudes musulmanas escriben una historia que excluye al terrorismo.<br />
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&ldquo;Por ahora, al menos &ndash;se&ntilde;ala Paul Pillar, ex experto de la CIA en la regi&oacute;n-, el panorama para bin Laden es desalentador. Los contextos abiertos, fluidos o democr&aacute;ticos son letales para estas organizaciones. Cuanto m&aacute;s pac&iacute;ficos sean los canales que la gente elija para expresarse y protestar, habr&aacute; menos proclividad a la violencia&rdquo;<br />
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Si la conducci&oacute;n terrorista pretend&iacute;a aprovechar el momento, &ldquo;ha tenido reacciones lentas, fuera de lugar. Bin Laden opt&oacute; por el silencio, en tanto su ladero egipcio az-Zawahir&iacute; difund&iacute;a tres declaraciones confusas desde el reducto en la faja fronteriza Afganist&aacute;n-Pakist&aacute;n&rdquo;. Ni siquiera mencion&oacute; la ca&iacute;da de Mubarak, que lo hizo torturar en los 90. <br />
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