Hablando el miércoles por la noche, el presidente sostuvo que el nuevo plan “impone mayores cargas a los iraquíes y los hace responsables de la seguridad”. Al menos, en la capital mesopotámica. Bush señaló que el primer ministro Nurí al-Malikí “debe mejorar su despliegue militar y dedicar US$ 10.000 millones a estabilizar y reconstruir Irak”.
Nadie sabe, exactamente, de dónde saldrá esa suma. Bush también admite que “fue un error no movilizar efectivos suficientes en una fase anterior de la guerra”. Los refuerzos costarán US$ 5.600 millones extras, que el nuevo congreso tal vez retacee.
Lo curioso es que el aumento de tropas busca reactivar tácticas que sus propios promotores reconocen que nunca resultaron. Por ejemplo, limpiar áreas de extremistas e insurgentes, retenerlas y reconstruirlas.
“Si no es la última oportunidad, se le parece mucho”, señalaba el senador John McCain (republicano, Arizona, que apoya los refuerzos). Por su parte, los demócratas examinan propuestas para reducir el número de tropas o cortar fondos para su aumento. Bush “debe redefinir estrategias en Irak, no pedir las fuerzas adicionales que quieren el vicepresidente Richard Cheney y su círculo ultraconservador”, exigió anoche el senador Charles Schumer, demócrata por Nuevo Jersey.
A principios de la semana próxima, el senado probablemente votará una resolución sobre cantidad de tropas en Irak. Una mayoría bipartidaria probablemente se oponga al plan de Bush. Lo malo es que éste y el Pentágono actúan como si el poder legislativo no existiera.
Indiferente a la opinión pública en ambos países, Washington impone a Bagdad tomar control total sobre dieciocho provincias. Amén de que el gobierno central apenas se mantiene en la capital, al costo de masacres como la del martes, kurdos, shiitas y sunníes dan por hecha una división o federalización del territorio. Nadie cree que Estados Unidos se sostenga mucho tiempo más.
Los escépticos dudan de que más tropas hagan diferencia tras casi cuatro años de guerra. Concentrarlas en un área simplemente aumentará la violencia en otras. Por ende, enviar más efectivos sólo pospondrá el día cuando el asediado gobierno de Bagdad quede librado a sus propios recursos.
Hay cerca de 132.000 efectivos norteamericanos en Irak, contra 90.000 al momento de la invasión (marzo de 2003). Pero llegaron a 159.000 en enero de 2005, antes de las primeras elecciones libres desde 1953. No sirvieron de gran cosa, porque Irak (inventado por Gran Bretaña en 1923) carece de reflejos democráticos.
Hablando el miércoles por la noche, el presidente sostuvo que el nuevo plan “impone mayores cargas a los iraquíes y los hace responsables de la seguridad”. Al menos, en la capital mesopotámica. Bush señaló que el primer ministro Nurí al-Malikí “debe mejorar su despliegue militar y dedicar US$ 10.000 millones a estabilizar y reconstruir Irak”.
Nadie sabe, exactamente, de dónde saldrá esa suma. Bush también admite que “fue un error no movilizar efectivos suficientes en una fase anterior de la guerra”. Los refuerzos costarán US$ 5.600 millones extras, que el nuevo congreso tal vez retacee.
Lo curioso es que el aumento de tropas busca reactivar tácticas que sus propios promotores reconocen que nunca resultaron. Por ejemplo, limpiar áreas de extremistas e insurgentes, retenerlas y reconstruirlas.
“Si no es la última oportunidad, se le parece mucho”, señalaba el senador John McCain (republicano, Arizona, que apoya los refuerzos). Por su parte, los demócratas examinan propuestas para reducir el número de tropas o cortar fondos para su aumento. Bush “debe redefinir estrategias en Irak, no pedir las fuerzas adicionales que quieren el vicepresidente Richard Cheney y su círculo ultraconservador”, exigió anoche el senador Charles Schumer, demócrata por Nuevo Jersey.
A principios de la semana próxima, el senado probablemente votará una resolución sobre cantidad de tropas en Irak. Una mayoría bipartidaria probablemente se oponga al plan de Bush. Lo malo es que éste y el Pentágono actúan como si el poder legislativo no existiera.
Indiferente a la opinión pública en ambos países, Washington impone a Bagdad tomar control total sobre dieciocho provincias. Amén de que el gobierno central apenas se mantiene en la capital, al costo de masacres como la del martes, kurdos, shiitas y sunníes dan por hecha una división o federalización del territorio. Nadie cree que Estados Unidos se sostenga mucho tiempo más.
Los escépticos dudan de que más tropas hagan diferencia tras casi cuatro años de guerra. Concentrarlas en un área simplemente aumentará la violencia en otras. Por ende, enviar más efectivos sólo pospondrá el día cuando el asediado gobierno de Bagdad quede librado a sus propios recursos.
Hay cerca de 132.000 efectivos norteamericanos en Irak, contra 90.000 al momento de la invasión (marzo de 2003). Pero llegaron a 159.000 en enero de 2005, antes de las primeras elecciones libres desde 1953. No sirvieron de gran cosa, porque Irak (inventado por Gran Bretaña en 1923) carece de reflejos democráticos.