<p>En realidad, esa leyenda de la economía sistémica volvió a la vida junto con un proyecto pro reforma de la auditoría europea. En este caso, una infidencia reveló días atrás que el francés Michel Barnier –comisario para prácticas contables- piensa reformar drásticamente en materia de auditoría.<br />
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Su propuesta, acerbamente criticada por holandeses, británicos y fineses, contempla cambios periódicos de auditores externos en el sector privado. Objeto: prevenir relaciones demasiado íntimas entre auditores y auditados, afectado la sacra libertad de elección. <br />
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Pero la innovación más radical será prohibir a los estudios profesionales brindar servicios de otra naturaleza. En Estados Unidos, ya fueron vedados por la ley Sarbanes-Oxley, producto del escándalo Enron-Arthur Andersen. Pero algunas jurisdicciones europeas aun permiten estos maridajes. <br />
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La propuesta Barnier no se limita a extender el ámbito definido por la ley norteamericana. Su idea es fomentar “auditorías puras”, sin actividades de otro tipo, y, de paso, alterar el modelo de “las cuatro grandes” (eran cinco hasta Enron). Vale decir, PriceWaterhouseCoopers (PwC), Deloitte Touche Tomatsu, Ernst & Young y KPMG (Klynfeld Main Gordeler/Peat Marwick Int’l, fusionadas en 1987). Técnicamente, son redes de firmas o socios, no compañías mundiales, y les va muy bien así.<br />
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Los analistas anglosajones y holandeses, en particular, son bastante más irritables cuando pasan de las auditorias a la tasa Tobin o, mejor dicho, a sus avatares. Terminando septiembre, la CE propuso formalmente una tasa a transacciones financieras (TTA), descendiente de la original. <br />
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Si la propuesta cuajase, desde enero de 2014 todas las operaciones con títulos que impliquen a entidades de la Unión Europea abonarían 0,01% de los activos involucrados ó 0,01% del valor corriente sobre todos los contratos derivados.<br />
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A diferencia de la iniciativa original, modificada en 1995 (el autor falleció en 2002), aparecen hoy algunas exenciones. Por ejemplo, emisiones primarias de títulos, negocios que impliquen cámaras de compensación, hipotecas, etc. Aun así, la CE estima que el gravamen alcanzaría a alrededor de 85% de las transacciones. Sólo en la UE, se recaudarían unos € 55.000 millones anuales (muy poco en relación con la deuda griega, por ejemplo.<br />
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Los ortodoxos en Londres y Amsterdam sostienen que el esquema tiene una gruesa falla: las transacciones imponibles huirían a Suiza, Luxemburgo y otras plazas extraterritoriales. Este detalle ilumina sin querer la idea original de Tobin: el economista keynesiano buscaba en realidad un impuesto que incluyera operaciones en refugios off shore, punto que la CE parece soslayar. Irónicamente, esas plazas constituyen hoy vehículos para el narcotráfico mayorista alrededor del planeta.</p>
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Bruselas vuelve a la carga con la tasa Tobin
A veces, la Comisión Europea hace olvidar la crisis de endeudamiento desempolvando iniciativas que irritan a los ortodoxos. Ahora se trata del gravamen sobre especulaciones financieras ideado en 1972 por James Tobin, más tarde premio Nobel (1992).