El Brexit, o la separación de Gran Bretaña del grupo de 28 países europeos, significa que el reino se queda solo para negociar los términos comerciales con todos los países del mundo. Y en temas que hacen a la diplomacia económica, el tamaño hace la fuerza. No es lo mismo la Unión Europea negociando términos de intercambio, que Gran Bretaña solita.
Deberá elegir entre proteger sus industrias nacionales o reducir los aranceles a cero y lanzarse a la suerte, según opina Ed Conway en el diario The Times. ¿Se convertirá nuevamente en una nación de piratas del libre comercio asegurándose términos comerciales ventajosos o terminará acorralada aceptando lo que le ofrezcan socios más poderosos?
¿Cómo medirán sus fuerzas en las conversaciones comerciales? Las perspectivas no son alentadoras, dice Conway. Una de las razones por las cuales Gran Bretaña es una de las fuerzas militeres y diplomáticas más influyentes del mundo es porque tiene un asiento permanente en el consejo de seguridad de Naciones Unidas. Para de las razones por las cuales Gran Bretaña tiene peso en asuntos monetarios es porque es miembro permanente del directorio ejecutivo del Fondo Monetario Internacional. Estas ventajas institucionales no son todo: ayuda también que es la sexta economía del mundo, el idioma inglés y la presencia en Londres de los principales mercados de capitales. Pero gran parte de la ventaja competitiva es fruto de haber estado del lado correcto hace 75 años.
Pero las negociaciones comerciales son brutales. Allí lo único que importa es tamaño y peso. El tamaño del mercado y su cercanía con los posibles socios comerciales. Y desde ese punto de vista, está viajando en la dirección equivocada.