¿Brasil-dependencia o sociedad?

Lo que debe guiar a la Argentina en la relación con el mayor del Mercosur.

5 mayo, 2000

El tema lleva a la vieja pregunta: “¿Esto es bueno o malo para los argentinos?” El interrogante no debería existir. La Argentina y Brasil no pueden, por sí solos, enfrentar los desafíos de la globalización que concentra la riqueza del mundo en el hemisferio norte.

Esto lo entendieron hace tiempo los cerebros más lucidos y mejor intencionados de ambos países. Así, de la confrontación alimentada por los geopolíticos se pasó a la política de aliarse en un mercado común entre el gigante vecino y los países hispanoparlantes de la región. La Argentina cometió, tal vez, el error de negociar mano a mano con una nación que en pocas décadas había logrado superar varias veces su PBI. Una estrategia sabia habría aconsejado trabajar primero para un acercamiento entre todos los países de origen español para luego negociar de igual a igual con el gran vecino lusitano.

Se lanzó el Mercosur con apresuramientos que dejaron muchos renglones de los acuerdos escritos en “letra chica”, como gusta decir el negociador brasileño Botafogo Gonçalvez. Letra chica es, al parecer, todo lo que Brasil estima que debe finalmente servir a sus intereses.

En Montevideo, reunidos la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, se llegaron a algunos acuerdos, que son conocidos. Abarcan el rubro de la producción automotriz.

Pero está en danza la posibilidad de que queden fuera del convenio original, firmado en marzo por la Argentina y Brasil, a exigencias de éste, sectores como maquinarias agrícolas y viales, ómnibus y camiones, que interesan y mucho a vapuleados sectores de la industria nacional, en particular la de autopartistas.

Pero lo que es “letra chica” para Botafogo es “letra grande” para respetables intereses argentinos.

El tema lleva a la vieja pregunta: “¿Esto es bueno o malo para los argentinos?” El interrogante no debería existir. La Argentina y Brasil no pueden, por sí solos, enfrentar los desafíos de la globalización que concentra la riqueza del mundo en el hemisferio norte.

Esto lo entendieron hace tiempo los cerebros más lucidos y mejor intencionados de ambos países. Así, de la confrontación alimentada por los geopolíticos se pasó a la política de aliarse en un mercado común entre el gigante vecino y los países hispanoparlantes de la región. La Argentina cometió, tal vez, el error de negociar mano a mano con una nación que en pocas décadas había logrado superar varias veces su PBI. Una estrategia sabia habría aconsejado trabajar primero para un acercamiento entre todos los países de origen español para luego negociar de igual a igual con el gran vecino lusitano.

Se lanzó el Mercosur con apresuramientos que dejaron muchos renglones de los acuerdos escritos en “letra chica”, como gusta decir el negociador brasileño Botafogo Gonçalvez. Letra chica es, al parecer, todo lo que Brasil estima que debe finalmente servir a sus intereses.

En Montevideo, reunidos la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, se llegaron a algunos acuerdos, que son conocidos. Abarcan el rubro de la producción automotriz.

Pero está en danza la posibilidad de que queden fuera del convenio original, firmado en marzo por la Argentina y Brasil, a exigencias de éste, sectores como maquinarias agrícolas y viales, ómnibus y camiones, que interesan y mucho a vapuleados sectores de la industria nacional, en particular la de autopartistas.

Pero lo que es “letra chica” para Botafogo es “letra grande” para respetables intereses argentinos.

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