Antes de finalizar 2015, renunció Joaquim Levy, el ministro de finanzas a menos de un año de su designación con la esperanza de que saneara las cuentas públicas.
Se estima que durante este año la economía se hundirá entre 2,5 y 3%, con lo que se repite la situación registrada durante el año precedente. Todo el entorno presidencial ha sido salpicado por el gigantesco escándalo que rodea a Petrobras, la petrolera estatal. La Presidente Dilma Rousseff está maniobrando para evitar el impeachment (juicio político en el Congreso) y hasta ahora lo ha logrado.
Como integrante del grupo de países conocido como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se supone que el país debe estar en el pelotón de vanguardia de las economías emergentes. En cambio enfrenta el riesgo de una inflación elevada y una pobre perfomance económica.
En parte, la mala situación se debe al derrumbe generalizado en los precios de los productos básicos. Pero la política económica no ha contribuido con una buena gestión: se gastó demás, se ofrecieron beneficios impositivos improductivos, aumentaron sideralmente los subsidios de todo tipo. El déficit fiscal pasó de 2% del PBI en 2010, a 10% en 2015. Su multiplicó cinco veces. La deuda pública asciende a 70% del PBI, y su servicio anual equivale a 7% del producto bruto.
Para los analistas no hay muchas alternativas. El país tendrá que recortar gastos y aumentar impuestos. Levy, el ministro renunciante, recortó el gasto en US$ 18 mil millones durante su gestión. Pero no alcanzó. La recesión redujo también el ingreso vía impuestos. El clima político –el juicio presidencial ante el Congreso- alimentado por la oposición, no contribuyó.
Ahora es el turno ministerial de Nelson Barbosa, que tiene apoyo del partido oficialista (Partido de los Trabajadores), que está intentando restablecer un gravamen a las transacciones financieras.
Tal vez viene una reforma profunda del sistema jubilatorio. La prestación mínima equivale al salario míno, que aumentó 90% en términos reales durante la última década. Las mujeres se retiran cuando cumplen 50 años, y los hombres a los 55, una década antes que en Argentina y en muchos países de Europa.
En síntesis es panorama es: la más larga recesión en un siglo; el mayor escándalo de corrupción que se recuerde, y una enorme impopularidad de la figura presidencial.