Paralelamente, una serie de apariciones en televisión deberá cubrir todos los estratos sociales y la geografía de las islas. La obsesión por una despedida con toda la pompa y circunstancia asequibles en la actualidad a un dirigente plebeyo no tiene límites.
Por ejemplo, el “equipo del adiós” prevé que Blair ocupe un espacio en “Blue Peter”, popular programa para chicos. Peto también pretende que lo inviten a una audición religiosa de la BBC, “Cantos de alabanza”. La mayor parte de tan original despedida será el año próximo, salvo que el deterioro del primer ministro vuelva a agravarse.
Según Philip Gould, coordinador del proyecto, “mientras ingresa a la recta final, Blair debe concentarse más allá de ese punto. Ni siquiera debe fijarse en él. Tiene que comportarse como una estrella, que jamás llega al último bis porque la multitud lo aclama y le pide más”. Parece un chiste del difunto Benny Hill, pero el funcionario cree en serio que su jefe todavía puede aspirar al calor popular.
Mucho más realista, el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi vive su forzado retiro entre fiestas rumbosas, cantando boleros y tomando Asti, el champagne de Toscana (más antiguo que el francés). Las ilusiones triunfalistas de Blair y sus amigos parecen desorbitadas, pero tienen una explicación: evitar que su renuencia a fijar fecha de renuncia desate una “guerra civil” en el laborismo –donde pocos lo aguantan ya- y un éxodo al liberalismo u otras opciones electorales.
Claro que hay dos obstáculos peligrosos. Uno es Gordon Brown, ministro de Hacienda, perpetua sombra negra de Blair y seguro objetor del curioso programa de despedida sin fin. El otro es Irak, donde la fidelidad a George W.Bush ha sumido a los británicos en una guerra civil sin desenlace a la vista y ha llevado el terrorismo mayorista a Londres.
Paralelamente, una serie de apariciones en televisión deberá cubrir todos los estratos sociales y la geografía de las islas. La obsesión por una despedida con toda la pompa y circunstancia asequibles en la actualidad a un dirigente plebeyo no tiene límites.
Por ejemplo, el “equipo del adiós” prevé que Blair ocupe un espacio en “Blue Peter”, popular programa para chicos. Peto también pretende que lo inviten a una audición religiosa de la BBC, “Cantos de alabanza”. La mayor parte de tan original despedida será el año próximo, salvo que el deterioro del primer ministro vuelva a agravarse.
Según Philip Gould, coordinador del proyecto, “mientras ingresa a la recta final, Blair debe concentarse más allá de ese punto. Ni siquiera debe fijarse en él. Tiene que comportarse como una estrella, que jamás llega al último bis porque la multitud lo aclama y le pide más”. Parece un chiste del difunto Benny Hill, pero el funcionario cree en serio que su jefe todavía puede aspirar al calor popular.
Mucho más realista, el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi vive su forzado retiro entre fiestas rumbosas, cantando boleros y tomando Asti, el champagne de Toscana (más antiguo que el francés). Las ilusiones triunfalistas de Blair y sus amigos parecen desorbitadas, pero tienen una explicación: evitar que su renuencia a fijar fecha de renuncia desate una “guerra civil” en el laborismo –donde pocos lo aguantan ya- y un éxodo al liberalismo u otras opciones electorales.
Claro que hay dos obstáculos peligrosos. Uno es Gordon Brown, ministro de Hacienda, perpetua sombra negra de Blair y seguro objetor del curioso programa de despedida sin fin. El otro es Irak, donde la fidelidad a George W.Bush ha sumido a los británicos en una guerra civil sin desenlace a la vista y ha llevado el terrorismo mayorista a Londres.