Blair pide apoyo para un histórico tercer mandato

En un discurso apasionado ante el congreso laborista, el primer ministro británico, Tony Blair, pidió el apoyo de su partido para conseguir un histórico tercer mandato en el Gobierno de ese país.

30 septiembre, 2003

Fiel a su estilo, un Tony Blair combativo y siempre a la ofensiva defendió su decisión de meter al Reino Unido en la guerra de Irak y se mostró absolutamente dispuesto a no dar un paso atrás en el programa de reformas que lo ha mantenido en el poder desde 1997.

El discurso, que había levantado una enorme expectación, duró menos de una hora y no defraudó en ningún momento.
Acompañado por una salva de aplausos, el primer ministro británico dijo: “La opción es hacia delante o hacia atrás, y yo sólo puedo ir en un sentido porque me falta la marcha atrás”.
En este tono, Blair habló a los delegados en la sala y al pueblo que lo escuchaba por televisión de la “fantástica oportunidad” que los laboristas tienen aún por delante “para aprovechar o para perder”, y decidió que “es momento de renovación, no de retirada”.

El jefe del Gobierno británico afirmó rotundo: “Ningún otro Gobierno laborista ha llegado tan lejos. Tenemos ahora en perspectiva la posibilidad de un tercer mandato. Está ahí. Ganar o perder depende de nosotros. Vamos a por ella”.
Blair ya tiene el récord de haber sido el primer líder del Partido Laborista, en sus cien años largos de historia, que consigue un segundo mandato consecutivo en el Gobierno del Reino Unido.

Al llegar al capítulo de la guerra en Irak, que tanta oposición ha despertado dentro y fuera del Partido Laborista, el primer ministro reconoció que el país está dividido pero no mostró un ápice de duda: “Irak -dijo- es un país mejor sin Sadam”.
Después de asegurar que “tomaría la misma decisión otra vez”, el líder laborista pidió a los delegados que se pongan de acuerdo al menos “en que nosotros, que hemos empezado la guerra, tenemos que acabar la paz”.

El primer ministro sostuvo que “el terrorismo no puede ser derrotado si Estados Unidos y Europa no trabajan juntos” y pidió a israelíes y palestinos que “no dejen que los extremistas decidan el futuro del proceso de paz” en Oriente Medio.

En la estela del discurso europeísta que hiciera el día anterior el ministro de Economía, Gordon Brown, el jefe del Gobierno británico declaró con énfasis que “sería una locura para el Reino Unido renunciar a la opción de adoptar la moneda única”.

Blair repasó la gestión de sus seis años y medio al frente del Ejecutivo para detenerse en el ámbito de los servicios públicos. “El gasto en educación y en sanidad aquí -afirmó- es mayor que en ningún otro país desarrollado del mundo”.
“Aspiro a una era -dijo en otro momento- en que la política progresista sea al siglo XXI lo que la política conservadora fue al siglo XX”.

En definitiva, el primer ministro ofreció su liderazgo moral y pidió la confianza de su partido argumentando que “el pueblo británico sabrá perdonar los errores del Gobierno pero no perdonaría la cobardía de no enfrentarse a los desafíos de la vida”.

Los aplausos de los delegados laboristas a su líder -que acabaron en una prolongada ovación, todo el mundo puesto en pie- dieron la impresión de que Blair sigue contando con el apoyo de su partido.

Cara al mañana, sin embargo, la situación política del país continúa enrarecida por las consecuencias del debate sobre la guerra en Irak.

Abierto sigue el “Caso Kelly”, que investiga la muerte, en aparente suicidio, del científico y experto en armas cuyas declaraciones utilizó la cadena pública BBC cuando acusó al Gobierno de haber exagerado el peligro de las armas iraquíes para justificar la invasión de Irak.

Esta investigación, que ha costado el cese de Alastair Campbell, ex director de Comunicación de Blair, puede todavía cobrarse alguna otra víctima política (el ministro de Defensa, Geoff Hoon) cuando el juez competente, Brian Hutton, presente sus conclusiones entre noviembre y diciembre.

Fuente: EFE

Fiel a su estilo, un Tony Blair combativo y siempre a la ofensiva defendió su decisión de meter al Reino Unido en la guerra de Irak y se mostró absolutamente dispuesto a no dar un paso atrás en el programa de reformas que lo ha mantenido en el poder desde 1997.

El discurso, que había levantado una enorme expectación, duró menos de una hora y no defraudó en ningún momento.
Acompañado por una salva de aplausos, el primer ministro británico dijo: “La opción es hacia delante o hacia atrás, y yo sólo puedo ir en un sentido porque me falta la marcha atrás”.
En este tono, Blair habló a los delegados en la sala y al pueblo que lo escuchaba por televisión de la “fantástica oportunidad” que los laboristas tienen aún por delante “para aprovechar o para perder”, y decidió que “es momento de renovación, no de retirada”.

El jefe del Gobierno británico afirmó rotundo: “Ningún otro Gobierno laborista ha llegado tan lejos. Tenemos ahora en perspectiva la posibilidad de un tercer mandato. Está ahí. Ganar o perder depende de nosotros. Vamos a por ella”.
Blair ya tiene el récord de haber sido el primer líder del Partido Laborista, en sus cien años largos de historia, que consigue un segundo mandato consecutivo en el Gobierno del Reino Unido.

Al llegar al capítulo de la guerra en Irak, que tanta oposición ha despertado dentro y fuera del Partido Laborista, el primer ministro reconoció que el país está dividido pero no mostró un ápice de duda: “Irak -dijo- es un país mejor sin Sadam”.
Después de asegurar que “tomaría la misma decisión otra vez”, el líder laborista pidió a los delegados que se pongan de acuerdo al menos “en que nosotros, que hemos empezado la guerra, tenemos que acabar la paz”.

El primer ministro sostuvo que “el terrorismo no puede ser derrotado si Estados Unidos y Europa no trabajan juntos” y pidió a israelíes y palestinos que “no dejen que los extremistas decidan el futuro del proceso de paz” en Oriente Medio.

En la estela del discurso europeísta que hiciera el día anterior el ministro de Economía, Gordon Brown, el jefe del Gobierno británico declaró con énfasis que “sería una locura para el Reino Unido renunciar a la opción de adoptar la moneda única”.

Blair repasó la gestión de sus seis años y medio al frente del Ejecutivo para detenerse en el ámbito de los servicios públicos. “El gasto en educación y en sanidad aquí -afirmó- es mayor que en ningún otro país desarrollado del mundo”.
“Aspiro a una era -dijo en otro momento- en que la política progresista sea al siglo XXI lo que la política conservadora fue al siglo XX”.

En definitiva, el primer ministro ofreció su liderazgo moral y pidió la confianza de su partido argumentando que “el pueblo británico sabrá perdonar los errores del Gobierno pero no perdonaría la cobardía de no enfrentarse a los desafíos de la vida”.

Los aplausos de los delegados laboristas a su líder -que acabaron en una prolongada ovación, todo el mundo puesto en pie- dieron la impresión de que Blair sigue contando con el apoyo de su partido.

Cara al mañana, sin embargo, la situación política del país continúa enrarecida por las consecuencias del debate sobre la guerra en Irak.

Abierto sigue el “Caso Kelly”, que investiga la muerte, en aparente suicidio, del científico y experto en armas cuyas declaraciones utilizó la cadena pública BBC cuando acusó al Gobierno de haber exagerado el peligro de las armas iraquíes para justificar la invasión de Irak.

Esta investigación, que ha costado el cese de Alastair Campbell, ex director de Comunicación de Blair, puede todavía cobrarse alguna otra víctima política (el ministro de Defensa, Geoff Hoon) cuando el juez competente, Brian Hutton, presente sus conclusiones entre noviembre y diciembre.

Fuente: EFE

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