A la edad de 78 años, Joe Biden jurará como el 46º presidente de Estados Unidos sin la celebración ni la multitud fervorosa que tuvieron otros presidentes . Además de las restricciones impuestas por el coronavirus, su inauguración estará protegida por 25.000 tropas de la Guardia Nacional en la capital del país para evitar otro episodio de terrorismo doméstico.
Estas lamentables circunstancias que rodearán su primer día ponen de manifiesto el enorme desafío político que afronta. Ganó la Casa Blanca proyectando una combinación de competencia, empatía y renovación luego de cuatro años de trumpismo, pero ahora tendrá que traducir todo eso en gobierno en un momento difícil de la historia.
Está acostumbrado a los problemas. Recuérdese que asumió como vicepresidente de Barack Obama en pleno auge de la crisis financiera. Pero los problemas que confronta ahora el país son más graves que los de 2009 y requieren más intervención y más habilidad política. Los demócratas saben que, para tener éxito, Biden tendrá que mostrar resultados contretos muy rápidos.
Su equipo de transición ya tiene planes preparados para una cantidad de decretos ejecutivos unilaterales en los primeros 10 días de su mandato. Volver a sumar al país al acuerdo del clima de París, eliminar la prohibición de viajar impuesta a algunos países con mayoría musulmana o deshacer algunas de las decisiones más polémicas de Trump. El equipo también ha dado a entender que Biden desea reconstruir las tradicionales alianzas de Estados Unidos con otras naciones occidentales que naufragaron durante los últimos cuatro años y concentrarse en confrontar con rivales estratégicos como China y Rusia.
Pero lo primero en su agenda son las crisis sanitaria y económica. Casi 400.000 norteamericanos han muerto de Covid-19 y el país tiene 9,8 millones de empleados menos que en febrero 2020. El plan de ayuda incluye una nueva ronda de pagos directos a los estadounidenses, ayuda a los estados y ciudades en problemas y más financiamiento para vacunaciones.
