Berlusconi desconoce se niega a renunciar para no perder inmunidad

Horas después después de que canciller Gianfranco Fini anunciase la renuncia, el “premier” se volvió atrás. Ahora la crisis política desborda la tambleante coalición derechista y se torna inmanejable. Ciampi está azorado.

19 abril, 2005

Entre domingo y lunes, el primer ministro Silvio Berlusconi se comprometió a dimitir, con objeto de formar otro gabinete y consolidar la coalición de derecha. Pero el riesgo de que el presidente Carlo Azeglio Ciampi le encomendase a otros –probablemente, Fini- la misión, lo hizo desconocer un acuerdo con los propios partidos que lo llevaron al poder.

Sea como fuere, el jefe de Forza Italia, dueño de la Milan y máximo empresario local de medios, quiere cumplir cinco años en el poder (hoy lleva cuatro). Eso nunca había ocurrido en la Italia posterior a 1943. Pero sus presente apuros no son fáciles de superar, pues derivan de una inédita derrota oficialista en los recientes comicios regionales. Esos resultados translucen dos años de deterioro político y hasta personal. Entretanto, fiscales y jueces esperan que pierda inmunidades para someterlo a dos o tres procesos por corrupción, relacionados con sus negocios privados u causas que datan de los años 90.

La semana pasada –mientras los medios rioplantenses ignoraban la crisis italiana-, la Unión democristiana (UDC, pequeño integrante de Casa delle Libertà) rompió con el gobierno. Su jefe y viceprimer ministro, Marco Follini, dimitó llevpandose consigo a cuatro ministro. Entre ellos, el pintoresco Rocco Buttiglione, que perdió un cargo en la Comisión Europea por decir barbaridades antifeministas ante el parlamento de la UE.

El lunes por la tarde, hubo una reunión de urgencia entre Berlusconi y líderes de partidos remanentes en la coalición de derechas. A su término, el neofascista Gianfranco Fini anticipó la inminente renuncia del primer ministro (y, claro, del resto del gabinete).

Por la noche, Berlusconi abandonó el palacio de gobierno sin formular comemtarios. Pero al rato pedíua comuniación con Ciampi. Sólo el presidente de la República puede aceptar la dimisión. Según la constitución, Ciampi tiene tres opciones: (a) confirmar a Berlusconi como jefe de un nuevo ministerio, (b) encomendar a otro la formación de gobierno y (c) llamar a elecciones generales anticipadas.

Pero, el lunes por la noche, el “premier” visitó en su despacho a Ciampi, para informales que había reslto hacer lo contrario de los indicado por Fini y adelantaro telefónicamente al presidente. Ahora, repitiendo una audaz jugada hecha en 1994, Berluscono tratará de ser ratificado por el parlamento, remplazar los componentes del gabinete que han renunciado y seguir hasta 2006. A su favor, en teoría, triene una “mayoría de papel”, que desde 2003 ya no refleja el mapa electoral.

Eso se parece un poco a las bancadas radicales en el congreso argentino, que ya no representan los votos obtenidos años atrás. Pero se aferran tenazmente a los cargos. Tras la conversación con Ciampi, Berlusconi se presentó sonriente en la cámara de diputados: “Jamás pensé renunciar”, proclamó.

A primera vista, el millonario ex cantante melódico –procesado por la justicia- optaba por llevar a extremos la crisis desatada a principios de abril. Los días 3 y 4, en elecciones locales, el oficialismo perdió en once de las trece regiones. La oposición, pues, controla dieciséis de las veinte totales. Esto agravó el desgobierno, precisamente mientras se agudizaban severas dificultades económicas y fiscales, con Italia bajo presión de la Comisión Europea por sus imparables déficit.

Mientras Ciampi optaba por el silencio, analizando posibles salidas constitucionales, Fini reprochaha a Berlusconi “mandarme a dar la cara y después desdecirse”. Desde la otra punta del espectro, Piero Fassino (democráta de iquierda) afirmó “esto se convierte en una farsa obscena”. Según ejecutivos de Confindustria, su presidente Luca Montezemolo –también encabeza Fiat SpA- usó en priovado casi los mismos términos, El empresariio había estado entre los primero en sugerir la dimisión del primer ministro.

Entre domingo y lunes, el primer ministro Silvio Berlusconi se comprometió a dimitir, con objeto de formar otro gabinete y consolidar la coalición de derecha. Pero el riesgo de que el presidente Carlo Azeglio Ciampi le encomendase a otros –probablemente, Fini- la misión, lo hizo desconocer un acuerdo con los propios partidos que lo llevaron al poder.

Sea como fuere, el jefe de Forza Italia, dueño de la Milan y máximo empresario local de medios, quiere cumplir cinco años en el poder (hoy lleva cuatro). Eso nunca había ocurrido en la Italia posterior a 1943. Pero sus presente apuros no son fáciles de superar, pues derivan de una inédita derrota oficialista en los recientes comicios regionales. Esos resultados translucen dos años de deterioro político y hasta personal. Entretanto, fiscales y jueces esperan que pierda inmunidades para someterlo a dos o tres procesos por corrupción, relacionados con sus negocios privados u causas que datan de los años 90.

La semana pasada –mientras los medios rioplantenses ignoraban la crisis italiana-, la Unión democristiana (UDC, pequeño integrante de Casa delle Libertà) rompió con el gobierno. Su jefe y viceprimer ministro, Marco Follini, dimitó llevpandose consigo a cuatro ministro. Entre ellos, el pintoresco Rocco Buttiglione, que perdió un cargo en la Comisión Europea por decir barbaridades antifeministas ante el parlamento de la UE.

El lunes por la tarde, hubo una reunión de urgencia entre Berlusconi y líderes de partidos remanentes en la coalición de derechas. A su término, el neofascista Gianfranco Fini anticipó la inminente renuncia del primer ministro (y, claro, del resto del gabinete).

Por la noche, Berlusconi abandonó el palacio de gobierno sin formular comemtarios. Pero al rato pedíua comuniación con Ciampi. Sólo el presidente de la República puede aceptar la dimisión. Según la constitución, Ciampi tiene tres opciones: (a) confirmar a Berlusconi como jefe de un nuevo ministerio, (b) encomendar a otro la formación de gobierno y (c) llamar a elecciones generales anticipadas.

Pero, el lunes por la noche, el “premier” visitó en su despacho a Ciampi, para informales que había reslto hacer lo contrario de los indicado por Fini y adelantaro telefónicamente al presidente. Ahora, repitiendo una audaz jugada hecha en 1994, Berluscono tratará de ser ratificado por el parlamento, remplazar los componentes del gabinete que han renunciado y seguir hasta 2006. A su favor, en teoría, triene una “mayoría de papel”, que desde 2003 ya no refleja el mapa electoral.

Eso se parece un poco a las bancadas radicales en el congreso argentino, que ya no representan los votos obtenidos años atrás. Pero se aferran tenazmente a los cargos. Tras la conversación con Ciampi, Berlusconi se presentó sonriente en la cámara de diputados: “Jamás pensé renunciar”, proclamó.

A primera vista, el millonario ex cantante melódico –procesado por la justicia- optaba por llevar a extremos la crisis desatada a principios de abril. Los días 3 y 4, en elecciones locales, el oficialismo perdió en once de las trece regiones. La oposición, pues, controla dieciséis de las veinte totales. Esto agravó el desgobierno, precisamente mientras se agudizaban severas dificultades económicas y fiscales, con Italia bajo presión de la Comisión Europea por sus imparables déficit.

Mientras Ciampi optaba por el silencio, analizando posibles salidas constitucionales, Fini reprochaha a Berlusconi “mandarme a dar la cara y después desdecirse”. Desde la otra punta del espectro, Piero Fassino (democráta de iquierda) afirmó “esto se convierte en una farsa obscena”. Según ejecutivos de Confindustria, su presidente Luca Montezemolo –también encabeza Fiat SpA- usó en priovado casi los mismos términos, El empresariio había estado entre los primero en sugerir la dimisión del primer ministro.

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