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<p class="""MsoNormal"""><span lang="""ES-AR""" style="">Bruselas, la capital –también de la Unión Europea-, es el único territorio bilingüe. Irónicamente, esa entidad y la Eurozona prefieren el inglés. Por supuesto, la próspera mayoría (60%) de habla flamenca -o sea, holandés- impulsa una secesión que hoy perjudicaría a los valones de lengua francesa.<o:p></o:p></span></p>
<p class="""MsoNormal"""><span lang="""ES-AR""" style="">Hasta hace unos cincuenta años, era al revés. La entonces mayoría valona (55%) quería desprenderse de los “palurdos flamencos” y volver a Francia. La historia no ayuda: tras la “independencia” –separación de Holanda-, Valonia formaba parte de los territorios europeos donde nacía la revolución industrial, gracias a la siderometalurgia y el mineral de hierro. Ya en la última posguerra, Flandes remontaba merced a industrias más modernas y la tecnología.<o:p></o:p></span></p>
<p class="""MsoNormal"""><span lang="""ES-AR""" style="">Con los años, el único factor unificante –el catolicismo, contra la Holanda protestante- fue perdiendo trascendencia. Máxime tras la II guerra mundial, en cuyo curso los rexistas de Léon Degrelle, pronazis, se alejaron de la Iglesia. Un pasado que no empieza en 1831, sino más de un siglo antes (cuando colapsan los Países Bajos españoles), impide un “divorcio civilizado” como el de Checoslovaquia o, eventualmente, el de Escocia.<o:p></o:p></span></p>
<p class="""MsoNormal"""><span lang="""ES-AR""" style="">Por otro lado, la inviabilidad belga anticipaba un fenómeno que lleva dos o tres decenios: la multiplicación de microestados (particularmente en Oceanía, el Índico y el Caribe) y la fragmentación de la URSS. Pero, en toda Europa, se da un fenómeno más peligroso, en forma de secesionismos o irredentismos como Vasconia, Bretaña, Transdñestria (ideal de estado canalla), Malta o Chipre dividida. Para no hablar de anacronismos convertidos en “<em style="">off shore</em>” financieros, por ejemplo Liechtenstein, Luxemburgo, Andorra, San Marino y hasta una vetusta prisión catalana en territorio francés, Llivia.<o:p></o:p></span></p>
<p class="""MsoNormal"""><span lang="""ES-AR""" style="">Pero una crisis belga probablemente golpee primero en Italia. Ahí, la inestable coalición de derechas encabezada por el pintoresco Silvio Berlusconi no atina a resolver su interna. Sucede que el aliado más votado, el lombardo Umberto Bossi, quisiera separar la “Transpadania”, esto es los territorios al norte del Po. Entre ellos los que hablan friulano -lengua afín al rumanche suizo- y alemán (alto Adigio).<o:p></o:p></span></p>
<span lang="""ES-AR""" style="" font-family:="""" new="""">En un nivel más complejo, la resistencia flamenca a financiar valones improductivos no es distinta a la de varios socios de la UE a mantener socios tan subdesarrollados como Rumania, Bulgaria, Polonia, Portugal o dos de los tres estados bálticos. El caso balcánico repercute en Italia: la emigración masiva de rumanos, gitanos y albaneses agrava la xenofobia (Alianza Nacional, o sea Gianfranco Fini) cifrada en los ilegales africanos. Sin los votos de la Liga Norte (Bossi) y AN, Berlusconi no sería primer ministro ni gozaría de inmunidades judiciales para no ir preso.</span>
Bélgica: cada día, más cerca del polvorín separatista
Hace casi siete meses que el rey Alberto II intenta salvar la nunca estable unidad de un país inventado por Gran Bretaña en 1831 (igual que Uruguay en 1828). Pero flamencos y valones orillan la ruptura.