BCE: una guerra larga, pretexto para olvidarse de Trichet

Arguyendo la emergencia, los gobernadores del Banco Central Europeo pospusieron decidir quién sucederá a Willem Duisenberg. El procesado Jean-Claude Trichet ya no corre. Los operadores creen que el BCE espera una guerra de tres meses o más.

25 marzo, 2003

Sin aludir ya al “presidente designado” –condición formal que tenía Trichet desde diciembre-, el directorio del BCE resolvió que Duisenberg se mantenga provisoriamente a cargo del despacho. Como es normal en entidades emisoras, el máximo cargo ejecutivo no puede quedar vacante. No obstante, los bancos centrales alemán e italiano temen que la falta de un nuevo sucesor designado eleve incertidumbres en los mercados.

El mandato pleno de Duisenberg, en efecto, cesa a fines de junio. Por eso, analistas y banqueros privados interpretan su interinato como admisión indirecta de que –a juicio del BCE- la guerra en Iraq tiene para tres meses o más.

En el juicio originado en un escándalo del Crédit Lyonnais, se han pedido severas penas para Trichet, Jacques de Larosière y otros banqueros. Inexplicablemente, aquél sigue en el Banco de Francia (central). Ahora, empero, se ha derrumbado el “pacto entre caballeros” por el cual Trichet se mantenía como sucesor designado de Duisenberg en julio.

Trichet está imputado en la causa del Lyonnais, uno de los grandes bancos franceses, sumido en deudas y onerosos rescates desde 1991, a raíz de especulaciones e irregularidades. Estas maniobras fueron silenciadas, toleradas o ignoradas por el banco central, Hacienda y el cerrado “club de influyentes” que maneja muchos resortes en la economía y las finanzas francesas. Trichet fue director gerente del CL y el estado era su principal accionista.

El procurador Jean-Claude Bernard alegó, aparte de cargos radicados en 2002, agravantes por complicidad con financistas privados. Para Trichet se piden diez meses de prisión por cómplice en falsificación de asientos contables. Hasta año y medio se solicitan para Jean-Ives Habeber y Larosière, entre otros, lo cual muestra la lenidad de las leyes francesas en delitos de alto vuelo. Larosière fue antecesor de Michel Camdessus al frente del Fondo Monetario Internacional. En la época de autos, era presidente del banco central. Junto con Trichet y varios procesados, forman el grupo más influyente –y sigiloso- de los últimos treinta años.

Este afer tiene también visos trágicos. Pierre Bérégovoy, ministro de Hacienda al momento de estallar la crisis del Lyonnais, acabó suicidándose en mayo de 1993. Era el mismo que, según los abogados de Trichet, le había ratificado la confianza en 1992. Dato complementario: varias operaciones cuestionadas por la justicia beneficiaron a Giancarlo Parretti, un italiano dedicado a negocios de toda laya.

Sin aludir ya al “presidente designado” –condición formal que tenía Trichet desde diciembre-, el directorio del BCE resolvió que Duisenberg se mantenga provisoriamente a cargo del despacho. Como es normal en entidades emisoras, el máximo cargo ejecutivo no puede quedar vacante. No obstante, los bancos centrales alemán e italiano temen que la falta de un nuevo sucesor designado eleve incertidumbres en los mercados.

El mandato pleno de Duisenberg, en efecto, cesa a fines de junio. Por eso, analistas y banqueros privados interpretan su interinato como admisión indirecta de que –a juicio del BCE- la guerra en Iraq tiene para tres meses o más.

En el juicio originado en un escándalo del Crédit Lyonnais, se han pedido severas penas para Trichet, Jacques de Larosière y otros banqueros. Inexplicablemente, aquél sigue en el Banco de Francia (central). Ahora, empero, se ha derrumbado el “pacto entre caballeros” por el cual Trichet se mantenía como sucesor designado de Duisenberg en julio.

Trichet está imputado en la causa del Lyonnais, uno de los grandes bancos franceses, sumido en deudas y onerosos rescates desde 1991, a raíz de especulaciones e irregularidades. Estas maniobras fueron silenciadas, toleradas o ignoradas por el banco central, Hacienda y el cerrado “club de influyentes” que maneja muchos resortes en la economía y las finanzas francesas. Trichet fue director gerente del CL y el estado era su principal accionista.

El procurador Jean-Claude Bernard alegó, aparte de cargos radicados en 2002, agravantes por complicidad con financistas privados. Para Trichet se piden diez meses de prisión por cómplice en falsificación de asientos contables. Hasta año y medio se solicitan para Jean-Ives Habeber y Larosière, entre otros, lo cual muestra la lenidad de las leyes francesas en delitos de alto vuelo. Larosière fue antecesor de Michel Camdessus al frente del Fondo Monetario Internacional. En la época de autos, era presidente del banco central. Junto con Trichet y varios procesados, forman el grupo más influyente –y sigiloso- de los últimos treinta años.

Este afer tiene también visos trágicos. Pierre Bérégovoy, ministro de Hacienda al momento de estallar la crisis del Lyonnais, acabó suicidándose en mayo de 1993. Era el mismo que, según los abogados de Trichet, le había ratificado la confianza en 1992. Dato complementario: varias operaciones cuestionadas por la justicia beneficiaron a Giancarlo Parretti, un italiano dedicado a negocios de toda laya.

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