La distancia entre lo imaginado y la realidad es enorme. No sólo que el candidato oficialista no fue elegido Presidente de una, sino que tampoco obtuvo la famosa ventaja pronosticada de cerca de 10 puntos. Apenas 2 en todo el país.
Cambiemos lo vivió como una victoria –en verdad lo fue- y el oficialismo como un fracaso que promete ajustes de cuentas drásticos e inmediatos. El fracaso en la provincia de Buenos Aires fue estrepitoso: una casi desconocida hasta hace unos meses, María Eugenia Vidal, obtuvo cinco puntos de ventaja sobre el controvertido Aníbal Fernández, a quien ya comienzan a llamar “el mariscal de la derrota”. Es que Scioli también obtuvo menos votos en ésta, su jurisdicción a la que gobernó ocho años.
Ahora se verá, y muy pronto, en plena campaña por el ballotage, el proceso de disgregación de un gobierno que se retira en derrota y desordenado y la rápida toma de posición de dirigentes peronistas tradicionales que buscarán apoyar a Scioli y “descristinizarlo”, ya que según este análisis, los magros resultados derivan de una pésima estrategia presidencial. Son los candidatos elegidos por ella, los que fueron derrotados en las urnas.
Esta misma semana, donde habrá que tratar en el Congreso leyes muy importantes -y que se suponía atarían las manos del próximo mandatario- se verá si hay o no grietas en la bancada oficialista, como reflejo de la nueva relación.
Una Presidente desgastada y despechada puede intentar otras jugadas desesperadas en los días que le faltan de mandato. El peronismo tradicional que intenta ahora rodear a Scioli, tratará de impedirlo. La próxima votación está, la definitiva, está muy cercana.
La gobernabilidad en el centro
En todo caso hay dos situaciones igualmente graves. La primera, si podemos llegar a diciembre, al traspaso del mando presidencial, sin sobresaltos. Es decir, sin que estalle ninguna bomba económica.
La segunda, más grave y permanente, el tema de la gobernabilidad. ¿Cómo se aprobará una ley en un Parlamento partido al menos en cinco fracciones capaces de neutralizarse?
Habrá un sistema de alianzas puntuales, circunstanciales para cada iniciativa del Poder Ejecutivo. Pongamos un ejemplo. Supongamos que Daniel Scioli o Mauricio Macri es presidente y envía un proyecto pidiendo la privatización de Aerolíneas debido al desastroso déficit acumulado por la gestión estatal.
A Scioli se le opondría la Cámpora, pero seguramente también los radicales que creen en el estatismo sin concesiones. Lo mismo le pasaría a Macri si fuera el autor de la iniciativa. Empezaría por partir a su propio bloque.
Es decir, el futuro es una laboriosa alianza permanente -cualquiera sea el Presidente- para cualquier tema. Alianzas en permanentes transformaciones y combinaciones.