“Palos porque bogas, palos por que no bogas” cita el viejo refrán (recordando a los remeros esclavos de las galeras que siempre recibían palos). Lo mismo ha ocurrido esta vez con el gobierno de Cristina Kirchner, sobre cuya gestión se pueden repartir algunos palos con justicia.
Pero no esta vez. Es legítimo y se pueden encontrar muchos fundamentos para cuestionar la jugada geopolítica de acercamiento intenso con China, y en especial el programa de acuerdos de realización de obra pública en nuestro país con empresas, aporte financiero, materias primas y hasta mano de obra de esa potencia asiática. Pero no lo es la decisión de incorporarse a un banco de inversión que puede canalizar créditos hacia nuestro país.
Es un argumento tan débil, en todo caso, como mantener una posición contraria al Banco Mundial y hasta el mismo FMI, organizaciones a las que el país está integrada.
Medio centenar de países se anotaron ya para ser miembros fundadores de la flamante entidad, que es la réplica de los chinos a un Banco Mundial históricamente controlado por Estados Unidos. Se estima que ya hay 30 solicitudes que han sido aprobadas. Entre ellos, Gran Bretaña, el histórico aliado de los Estados Unidos, que dio la gran sorpresa al ser el primero en saltar la cerca. Pronto le siguieron Australia, Francia, Alemania, Sudcorea y –aunque parezca extraño- incluso Taiwan, la isla rebelde que alguna vez volverá al seno de la madre China. También Suiza, India, Tailandia, Malasia, Singapur, y ahora Brasil.
Japón, que por sus propias razones – disputa y enfrentamiento marítimo y comercial con China- parecía firme en quedar al margen de esta iniciativa, acaba de adelantar con cuidada prudencia que es posible que integre el banco que tendrá sede en Shangai, para el próximo mes de junio. Estados Unidos sería la única gran economía en quedar afuera de esta institución financiera regional.
Este nuevo Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, nace con un capital de US$ 50 mil millones – China es el principal aportante- y tiene ya 47 miembros, por ahora, cuyo voto estará en directa relación con el PBI de cada uno. Está previsto que el capital se eleve a US$ 100 mil millones, su sede estará en Shangai y su presidente –naturalmente- será chino.
Sus competidores directos son: el Banco de Desarrollo Asiático, con un capital de US$ 165 mil millones, con sede en Manila, Filipinas, donde el control lo ejercen Japón y Estados Unidos, con poco más de 15% cada uno; y el Banco Mundial, que opera desde Washington, con un capital de US$ 223 mil millones bajo control de Estados Unidos.