Hacia fin de este año, dice, el PIB de la Argentina no sólo se ubicará por debajo del momento pre-pandemia: estará en un nivel todavía inferior en 9% al del cuarto trimestre de 2017, antes que se iniciara el declive de 2018 en adelante. Hay que remontarse a la crisis de 2001/02 para encontrar una disrupción de crecimiento tan prolongada.
La crisis con epicentro en 2001/02 tuvo una duración de 26 trimestres (seis años y medio!!), ya que fue en el primer trimestre de 2005 cuando el PIB medido en forma desestacionalizada logró volver al nivel previo, registrado en el segundo trimestre de 1998. Para que la actual crisis resulte menos prolongada que aquella, se necesita que después del rebote de 2021, la economía crezca a un ritmo de 3,4 % anual entre 2022 y 2024.
La importancia del 2021 como año bisagra se mide en términos cuantitativos (cuánto se habrá de recobrar de la caída del 2020) pero también cualitativos. ¿Está la economía construyendo los cimientos para que la recuperación se sostenga de 2022 en adelante?
La referencia de la crisis de 2001/02 es contundente: la salida fue liderada por la recuperación del consumo y de la inversión del sector privado, con un sector público que trastocó un déficit de 3,1 % del PIB (2001) en superávit de 2,0 % del PIB (2004), una corrección fiscal de 5,1 puntos del PIB en tres años
En el presente, por uno u otro motivo, las expectativas de inflación no ceden, pese a los intentos oficiales. La encuesta de la Universidad Di Tella refleja una expectativa de inflación de 47,9 % anual para el horizonte de los próximos doce meses, pese a que el gobierno desaceleró el ritmo de devaluación del peso hasta el 1,7 % mensual en abril y, además, el Banco Central viene frenando el ritmo de expansión de la base monetaria hasta un 16 % interanual en las últimas mediciones.
Más allá del rezago con que operan estos instrumentos, también es posible que su efectividad esté licuada por ser percibidos como transitorios, sin garantías de continuidad. El disenso sobre la política tarifaria es un ejemplo; también el hecho que, luego de una brusca desaceleración de la emisión por motivos fiscales (de 170 mil millones de pesos/mes en 2020 a 22 mil millones/mes en el arranque de 2021), la figura más cuestionada por el núcleo duro del oficialismo resulte el ministro de Economía.
La falta de confianza lleva a una lectura ambivalente de datos y señales. Por caso, la divergencia entre los precios mayoristas y el tipo de cambio oficial; la percepción de “inflación reprimida” por el atraso de tarifas y dólar oficial; el freno a la expansión de la base monetaria (hasta un 16 % interanual en las últimas lecturas) pero la activación del “taxi” de intereses de Pases y Leliq, que insumieron 350 mil millones de pesos en cuatro meses; la dificultad para estabilizar la brecha cambiaria y lograr el “rollover” de los vencimientos de deuda del Tesoro y la incertidumbre acerca de la negociación con el FMI, entre otros.