Este jueves, Anthony Snow –vocero presidencial- insistía en que Bush de reuniría con un grupo de legisladores reticentes, para “un franco intercambio de puntos de vista en torno de nuestra nueva estrategia”. Alguien hizo a “un plan C”, aludiendo a la propuesta árabe del martes, apoyada ahora por el endeble gobierno iraquí.
El funcionario no quiso identificar a los parlamentarios invitados por la Casa Blanca, ni a su número. No obstante, Snow admitió que “probablemente casi todos en el Capitolio muestran diversos grados de escepticismo sobre los refuerzos de tropas”. Tampoco hay consenso sobre el plan en general, destinado a estabilizar la situación en Bagdad y la provincia de An’bar.
Poco después, se supo que al “frente contra Bush” incluye dos senadores demócratas (Joseph Biden, Carl Levin, titulares de las comisiones de exterior y defensa) más los republicanos Charles Hagel, héroe de Vietnam, y Olympia Snowe. Además del diputado Richard Keller. Entretanto, más de mil militares en actividad presentaban a la cámara alta un pedido para evacuar Irak.
El vocero no quiso responder preguntar sobre la ausencia del nexo natural entre el congreso y el poder ejecutivo en casos como éste. Es decir, el presidente natural del senado, el vice Richard Cheney. Máxime porque muchos lo señalan como cerebro del nuevo equipo ultraconservador armado alrededor de Bush, gente –como John Negroponte- poco proclive a dar la cara.
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Además, Bush reiteró que no se dejará torcer el brazo “por los parlamentarios ni por críticas del público”, pues se siente respaldado “por el verdadero pueblo norteamericano. He tomado una decisión y no me apartaré de ella”. Horas después, la senadora Hillary Rodham Clinton, antes ambigua en el tema, sostenía que “el plan Bush está lejos de ser la única opción”. En cuanto a su rival por la presidencia, el senador Barack Obama, aprovechará su presentación en sociedad (10 de febrero) para profundizar sus críticas a la política oficial en todo Levante.
También el frente externo les crea problemas a Bush, Cheney y los nuevos mandos en Irak. Primero fue la feroz diatriba de Peter Hain (miembro del gabinete que encabeza Antony Blair) mientras aterrizaba en Londres la secretaria de estado Condoleezza Rice. La presurosa jira de la funcionaria por Israel, Palestina, Egipto y Saudiarabia no impresionó a sus anfitriones –salvo Tel Aviv- ni, mucho menos, a la Unión Europea.
Por su parte, Nurí al-Malikí, primer ministro iraquí, acusó a Bush de debilidad política y falta de apoyo a su gobierno. Entretanto, denunció, prospera un mercado negro de armas, vendidas por tropas norteamericanas a traficantes en los zocos de Bagdad y otras ciudades.
Entretanto, un Capitolio controlado ahora por los demócratas planea resoluciones simbólicas, pero políticamente relevantes, rechazando específicamente la propuesta de Bush sobre Irak. Con sondeos que muestran menos de 29% de apoyo al presidente en cuanto a remitir más efectivos, la oposición buscar obligar a los republicanos a decir cada uno, en público, lo que piensan de la nueva estrategia para la guerra. El poder ejecutivo podría quedará más aislado y se habrían creado condiciones para eventuales pedidos de juicio político a Bush y Cheney, en caso de fracasar el “plan B”.
Este jueves, Anthony Snow –vocero presidencial- insistía en que Bush de reuniría con un grupo de legisladores reticentes, para “un franco intercambio de puntos de vista en torno de nuestra nueva estrategia”. Alguien hizo a “un plan C”, aludiendo a la propuesta árabe del martes, apoyada ahora por el endeble gobierno iraquí.
El funcionario no quiso identificar a los parlamentarios invitados por la Casa Blanca, ni a su número. No obstante, Snow admitió que “probablemente casi todos en el Capitolio muestran diversos grados de escepticismo sobre los refuerzos de tropas”. Tampoco hay consenso sobre el plan en general, destinado a estabilizar la situación en Bagdad y la provincia de An’bar.
Poco después, se supo que al “frente contra Bush” incluye dos senadores demócratas (Joseph Biden, Carl Levin, titulares de las comisiones de exterior y defensa) más los republicanos Charles Hagel, héroe de Vietnam, y Olympia Snowe. Además del diputado Richard Keller. Entretanto, más de mil militares en actividad presentaban a la cámara alta un pedido para evacuar Irak.
El vocero no quiso responder preguntar sobre la ausencia del nexo natural entre el congreso y el poder ejecutivo en casos como éste. Es decir, el presidente natural del senado, el vice Richard Cheney. Máxime porque muchos lo señalan como cerebro del nuevo equipo ultraconservador armado alrededor de Bush, gente –como John Negroponte- poco proclive a dar la cara.
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Además, Bush reiteró que no se dejará torcer el brazo “por los parlamentarios ni por críticas del público”, pues se siente respaldado “por el verdadero pueblo norteamericano. He tomado una decisión y no me apartaré de ella”. Horas después, la senadora Hillary Rodham Clinton, antes ambigua en el tema, sostenía que “el plan Bush está lejos de ser la única opción”. En cuanto a su rival por la presidencia, el senador Barack Obama, aprovechará su presentación en sociedad (10 de febrero) para profundizar sus críticas a la política oficial en todo Levante.
También el frente externo les crea problemas a Bush, Cheney y los nuevos mandos en Irak. Primero fue la feroz diatriba de Peter Hain (miembro del gabinete que encabeza Antony Blair) mientras aterrizaba en Londres la secretaria de estado Condoleezza Rice. La presurosa jira de la funcionaria por Israel, Palestina, Egipto y Saudiarabia no impresionó a sus anfitriones –salvo Tel Aviv- ni, mucho menos, a la Unión Europea.
Por su parte, Nurí al-Malikí, primer ministro iraquí, acusó a Bush de debilidad política y falta de apoyo a su gobierno. Entretanto, denunció, prospera un mercado negro de armas, vendidas por tropas norteamericanas a traficantes en los zocos de Bagdad y otras ciudades.
Entretanto, un Capitolio controlado ahora por los demócratas planea resoluciones simbólicas, pero políticamente relevantes, rechazando específicamente la propuesta de Bush sobre Irak. Con sondeos que muestran menos de 29% de apoyo al presidente en cuanto a remitir más efectivos, la oposición buscar obligar a los republicanos a decir cada uno, en público, lo que piensan de la nueva estrategia para la guerra. El poder ejecutivo podría quedará más aislado y se habrían creado condiciones para eventuales pedidos de juicio político a Bush y Cheney, en caso de fracasar el “plan B”.