Esta curiosa campaña electoral entra en la última fase. Un país rico pero ciclotímico parece tentado por al cambio, pero hesita en creerle a la pálida opositora del desprestigiado Schröder. ¿Motivo? El programa de reformas socioeconómicas y sociales pretsentado por Merkel es aún más pro negocios que el de su rival.
Cabe apuntar que el ex canciller perdió comicios decisivos en Rin septentrional-Westfalia, precisamente por promover recortes de salarios, prestaciones sociales y jubilaciones. “La utopía común a ambas coaliciones es la de los dividendos bursátiles”, ironizaba días atrás Oskar Lafontaine, socialdemócrata de izquierda y némesis del “lobby” banquiempresario que opera sobre Schröder y Merkel.
Para colmo, desde la reunificación del país en 1990, todas las elecciones generales se vencieron gracias a las provincias del este. Como en Rusia, Ucrania o Polonia, allá persiste cierta nostalgia por el asistencialismo comunista y el marco (oriental u occidental, no importa).
A pesar de todo, las encuestas de este fin de semana les dan a los democristianos 43% del voto potencial. Pero la alianza sociademócrata-verde ha subido de 29 a 36%. En parte, porque la sobrexposición mediática de Benito XVI –papa bávaro- irrita a los democristianos protestantes.
Las incertidumbres proliferan. La gran prensa germana, basándose en complejos sondeos de tipo cualitativo, baraja entre cuatro “grandes coaliciones” posibles. Se trata de (1) la negroamarilla (liberales EDP + democristianos CSU-CDU), (2) la rojiverde (socialdemócratas SPD + verdes Bundnis 90), (3) la rojinegra (socialdemócratas SPD + democristianos) y (4) el “semáforo”; o sea SPD + EDP + verdes.
La figura carismática de Lafontaine –si se presentase- sería un imán para la izquierda del SPD, los verdes y el voto de la ex Alemania oriental. Todo en un clima donde entra el espectáculo. Asì lo denuestra el sapo hecho por los Rolling Stones en Berlín. La veterana banda (60 a 64 otoños) intentó atacar a los democristanos y a Merkel por su presunto apoyo a George Walker Busch. Pero el mismo público les recordó a los veteranos que, un día antes, habían excluido de un recital en Estados Unidos el “himno al coprófago neoconservador”, para no ofender al presidente.
Esta curiosa campaña electoral entra en la última fase. Un país rico pero ciclotímico parece tentado por al cambio, pero hesita en creerle a la pálida opositora del desprestigiado Schröder. ¿Motivo? El programa de reformas socioeconómicas y sociales pretsentado por Merkel es aún más pro negocios que el de su rival.
Cabe apuntar que el ex canciller perdió comicios decisivos en Rin septentrional-Westfalia, precisamente por promover recortes de salarios, prestaciones sociales y jubilaciones. “La utopía común a ambas coaliciones es la de los dividendos bursátiles”, ironizaba días atrás Oskar Lafontaine, socialdemócrata de izquierda y némesis del “lobby” banquiempresario que opera sobre Schröder y Merkel.
Para colmo, desde la reunificación del país en 1990, todas las elecciones generales se vencieron gracias a las provincias del este. Como en Rusia, Ucrania o Polonia, allá persiste cierta nostalgia por el asistencialismo comunista y el marco (oriental u occidental, no importa).
A pesar de todo, las encuestas de este fin de semana les dan a los democristianos 43% del voto potencial. Pero la alianza sociademócrata-verde ha subido de 29 a 36%. En parte, porque la sobrexposición mediática de Benito XVI –papa bávaro- irrita a los democristianos protestantes.
Las incertidumbres proliferan. La gran prensa germana, basándose en complejos sondeos de tipo cualitativo, baraja entre cuatro “grandes coaliciones” posibles. Se trata de (1) la negroamarilla (liberales EDP + democristianos CSU-CDU), (2) la rojiverde (socialdemócratas SPD + verdes Bundnis 90), (3) la rojinegra (socialdemócratas SPD + democristianos) y (4) el “semáforo”; o sea SPD + EDP + verdes.
La figura carismática de Lafontaine –si se presentase- sería un imán para la izquierda del SPD, los verdes y el voto de la ex Alemania oriental. Todo en un clima donde entra el espectáculo. Asì lo denuestra el sapo hecho por los Rolling Stones en Berlín. La veterana banda (60 a 64 otoños) intentó atacar a los democristanos y a Merkel por su presunto apoyo a George Walker Busch. Pero el mismo público les recordó a los veteranos que, un día antes, habían excluido de un recital en Estados Unidos el “himno al coprófago neoconservador”, para no ofender al presidente.