Actividad 2019: baile al compás electoral

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En el último trimestre 2018 el PBI cayó 6,2% interanual. 

El año pasado la economía se contrajo 2,5% respecto a 2017, lo que significó una caída en términos per cápita del 3,5%. Además de no lograr hilvanar dos años consecutivos de crecimiento, el deterioro de la actividad económica fue rápido y significativo, según sostiene el último informe de la consultora Ecolatina.

Para 2019, las perspectivas no son favorables. En la primera mitad del año, el aumento de tarifas y el fuerte componente inercial del actual proceso inflacionario no permitirá una recuperación significativa del poder adquisitivo. En este marco, es esperable que el consumo privado continúe en terreno negativo a lo largo del primer semestre. Al mismo tiempo, la inversión se reducirá significativamente, debido al elevado costo de financiamiento, a la caída de los ingresos en dólares –impulsores de adquisición de bienes durables como inmuebles y maquinarias-, al desplome del consumo interno y a la elevada capacidad ociosa del aparato productivo.  

Sin embargo, una buena cosecha agrícola y el dinamismo de las exportaciones permitirán que la economía experimente una reactivación, en términos desestacionalizados, significativa en el segundo trimestre del año. 

A partir de entonces, lo que suceda en materia cambiaria definirá el escenario macroeconómico del segundo semestre. Las presiones sobre el tipo de cambio se irán acrecentando con la típica dolarización pre-electoral, por lo que domar o no dichas presiones será clave para que el nivel de actividad consolide un sendero de recuperación o vuelva al terreno negativo.

En el primer escenario, asumimos que el gobierno logra controlar la creciente demanda de dólares (supuesto fuerte dada la elevada incertidumbre electoral) manteniendo el tipo de cambio cerca del piso de la Zona de No Intervención (ZNI). Como consecuencia, la inflación podría retornar a la zona de 2% mensual en la previa electoral (gracias a la calma cambiaria y la ausencia de subas de tarifas de servicios públicos), propiciando mejoras del salario real.

En este marco, la apreciación del tipo de cambio real permitirá una reactivación del consumo privado, dinamizando las actividades comerciales e industriales dependientes del mercado interno. Asimismo, la caída de la inversión comenzaría a desacelerarse en el tercer trimestre y lograría crecer en la comparación interanual en el último tramo del año, gracias a las mejores expectativas del mercado.

No obstante, detrás del éxito del plan oficial subyace el sesgo contractivo de la política monetaria. En este sentido, la elevada tasa de interés –que prevemos permanezca todo el año- acotará la recuperación de la economía por su nocivo impacto sobre el aparato productivo. Por ende, pese a una gradual mejoría el PBI caería en promedio 1% este año.

En el segundo escenario, la dolarización se vuelve intensa y la oferta de dólares del Tesoro (venta de US$ 60 millones diarios, según se acordó con el FMI) no alcanza para impedir que el tipo de cambio experimente un salto significativo en un periodo corto de tiempo, alcanzando el techo de la ZNI. Esta dinámica acelerará nuevamente la inflación en la previa electoral y deteriorará aún más el salario real posponiendo la recuperación del consumo privado. En consecuencia, las chances de re-elección se reducen y la incertidumbre acerca del próximo gobierno hará que el deterioro de la demanda interna continúe en la segunda parte del año, provocando una caída más pronunciada del nivel de actividad. 

 

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