Usualmente la pobreza suele medirse como la insuficiencia de ingresos monetarios (laborales y no laborales) de una familia para cubrir las necesidades básicas de los hogares.
Sin embargo, en los últimos días distintos funcionarios marcaron que esta forma de medir la pobreza es unidimensional y que no logra explicar de forma acabada la realidad social.
Como existen múltiples definiciones de pobreza, la respuesta sobre cuántos pobres hay depende de numerosos indicadores sociales y, por ende, no tiene una única respuesta.
Nadie duda que es conveniente complementar la medición “tradicional” de pobreza e indigencia con indicadores que capten las restantes dimensiones de este flagelo.
De hecho, existen medidas de pobreza que toman en cuenta parámetros distintos al ingreso como las condiciones edilicias del hogar, o el acceso a determinado nivel educativo.
No obstante, dichos argumentos no justifican dejar de medir la pobreza a través del enfoque de ingresos.
Que a partir de 2007 el INDEC haya subvaluado sistemáticamente el valor real de la CBT y la CBA, llegando a la errada conclusión de que a comienzos de 2013 la pobreza afectaba a menos del 5% de la población y la indigencia estaba virtualmente erradicada del país (según el INDEC una persona en 2013 podía comer con $ 6 diarios), justifica arreglar las estadísticas públicas pero en ningún caso dejar de publicar este indicador.
Obviamente que sería deseable contar con estadísticas que abarquen todo el país y recaben información detallada que permita captar todas las dimensiones de la pobreza.
De hecho, el enfoque de las necesidades básicas insatisfechas (NBI) forma parte del Censo económico y poblacional, pero éste se realiza sólo cada 10 años en la Argentina.
Por esta razón, la medición de pobreza según ingresos es una herramienta que permite captar a través del tiempo el impacto directo de determinados sucesos económicos sobre los hogares menos favorecidos (y el diseño de políticas para actuar en consecuencia).
Por ejemplo, para preguntarnos como impactó la devaluación y posterior aceleración inflacionaria sobre los hogares de menores recursos en el primer semestre de 2014.
La pobreza (calculada por ingresos) aumentó significativamente en 2014
Con el fin de contar con un estimador más objetivo de la pobreza e indigencia (calculada por ingresos), utilizamos los relevamientos de precios del IPC Ecolatina para valorizar correctamente la Canasta Básica Total (CBT) y la Canasta Básica Alimentaria (CBA).
Definidos los umbrales monetarios de pobreza (CBT) e indigencia (CBA), tomamos los datos de ingresos por hogar que brinda la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC para determinar la incidencia de la pobreza e indigencia.
De acuerdo con nuestros cálculos, en el segundo semestre de 2013 la pobreza tocó el mínimo de los últimos años al afectar a “sólo” el 21% de la población.
Lamentablemente, los desequilibrios acumulados hasta ese momento anunciaban que esa cifra no era sostenible.
La corrección cambiaria de enero de 2014 elevó la inflación por encima del aumento de los ingresos, reduciendo el poder de compra de las familias y generando que muchos hogares no tengan los recursos suficientes para comprar una canasta básica. Esto implicó un fuerte deterioro de las cifras de pobreza e indigencia.
Durante 2014 la pobreza afectó, en promedio, al 27% de la población (+5,7 p.p. con respecto a 2013) y la indigencia al 10% (+3,3 p.p.).
El crecimiento es más que importante ya que implica que el año pasado 2,2 millones de personas cayeron en la pobreza y otras 1,2 millones en la indigencia.
De esta manera, la pobreza afectó durante el año pasado al mismo porcentaje de la población que en 2009.
El incremento de la incidencia de la pobreza y la indigencia es lógico si tenemos en cuenta la contracción del ingreso real de las familias, la cual fue particularmente significativa en los sectores más vulnerables (llegó a caer 10%). Esta pérdida de poder de compra obedeció a la aceleración de la inflación (especialmente en los alimentos, ver ISE 1015), lo cual llevó a aumentos muy fuertes en la CBT. En diciembre de 2014, una familia compuesta por dos adultos y dos chicos menores necesitaba $ 6.780 (+42% i.a.) para no caer en la pobreza.
Esta situación llevó a que muchos hogares que estaban cerca de la línea de pobreza vuelvan a caer por debajo de ella, y a que se agrave la situación de las familias que ya eran consideradas pobres (lo que explica el aumento de la indigencia).
La situación es problemática en su conjunto, y particularmente alarmante en algunas zonas del país.
Por caso, según nuestras estimaciones, en el Noreste la pobreza afecta a 44% de los individuos (+5,5 p.p. en el año), mientras que la indigencia es de 19% (+5 p.p.).
En Cuyo la pobreza llega a 30%, pero aumentó casi 9 p.p. en sólo un año, al tiempo que la indigencia duplicó su incidencia alcanzando 10%.
Para 2015 esperamos que se modere el incremento de precios, aliviando transitoriamente la situación social.
La actual desaceleración inflacionaria es particularmente marcada en el precio de los alimentos.
Los datos del primer trimestre del año dan cuenta de esto: la CBA y CBT aumentaron sólo 3,3% y 3,8% respectivamente (cuando en los primeros tres meses de 2014 habían crecido cerca de 18%).
En este marco de menor incremento de precios podría motorizarse cierta recuperación del ingreso real, mejorando transitoriamente los indicadores de pobreza e indigencia, especialmente teniendo en cuenta las particularidades de los años en los cuales se celebran comicios nacionales.
Normalmente, en los años electorales el gasto público se dinamiza para apuntalar especialmente los ingresos de las clases más vulnerables.
De todas maneras, si bien la actual evolución de los precios permite vislumbrar un descenso de la incidencia de la pobreza y la indigencia en 2015, lo cierto es que esta mejora se apoya sobre bases frágiles.
La moderación del aumento de precios a costa de profundizar el atraso cambiario y tarifario, genera mayor inflación reprimida.
El gobierno actual puede terminar su mandato profundizando la distorsión de precios relativos pero el próximo presidente electo (sin importar quien sea), más tarde o más temprano tendrá que corregir el atraso de estos precios, lo que generará mayor inflación.
De todas maneras, incluso si en 2015 se profundiza el atraso tarifario y cambiario, no esperamos que la pobreza y la indigencia vuelva a guarismos de 2013.
Más aún, es probable que la pobreza se ubique en niveles similares a los de la década de los noventa.
En ese periodo, la misma promedió 23% en el Gran Buenos Aires, 2 p.p. por debajo de la media observada en 2014 para esa región (25%).
Sin estadísticas confiables se complica la lucha contra la pobreza y la indigencia
La medición de la pobreza e indigencia calculada por ingresos es una herramienta básica sobre la cual deben sumarse otros indicadores valiosos que den cuenta de la forma más detallada posible la situación social (objetivo final de la política económica).
No sólo para evaluar cómo las distintas políticas macroeconómicas y sectoriales impactan en los hogares más vulnerables, sino también para encontrar la forma más eficiente de reducir este flagelo.
La política social instrumentada por el actual gobierno da cuenta de esta problemática. Si bien es cierto que muchos planes sociales han tenido un impacto positivo en las condiciones de vida de muchos sectores, la realidad es que estos por sí mismo no logran erradicar la pobreza y muchas veces sólo alcanzan para compensar los efectos nocivos de la inflación.
El caso de la Asignación Universal por Hijo es un claro ejemplo. Hoy en día nadie pone en tela de juicio las bondades de la prestación, pero la falta de datos objetivos no permite evaluar si alcanza para cubrir las necesidades alimentarias de un niño.
Según nuestras cifras, a fines de 2009 el beneficio cubría el 90% del valor de la CBA correspondiente a un niño (que insume 70% de las calorías de un adulto equivalente), hoy cubre el 80% y en algunos períodos llegó a cubrir sólo el 65%.
Sin demasiado costo fiscal, el Ejecutivo podría aumentar el monto de la asignación hasta cubrir esta CBA, pero para ello necesita saber su valor real.
En suma, el gobierno puede argumentar que hay diversas formas de calcular la pobreza (en Argentina y cualquier lugar del mundo) pero esto no justifica falsear y/o discontinuar el cálculo de pobreza e indigencia por ingresos que, pese a sus limitaciones, es una referencia válida.
Desconocer indicadores claves impide generar políticas públicas efectivas para mejorar la situación social.