Aunque la destrucción neta de puestos de trabajo fue acotada (claramente por debajo de la contracción del PBI, la cual alcanzó el 7% en mismo periodo), sí se observó un cambio en la composición de la mano de obra local. Por caso, los asalariados privados, típicamente asociados a los puestos de mayor calidad y remuneración, marcaron una baja de 2,1% i.a. durante 2018, según explica el informe de la consultora Ecolatina.
Por su parte, los cuentapropistas (autónomos, monotributistas y monotributistas sociales), que habían sido la estrella de 2017 marcando un avance de 5% i.a., retrocedieron 3% durante el año pasado. Si bien esta modalidad de contratación no es la óptima en cuanto a calidad (en ciertos casos, suele encubrir relaciones de dependencia precarizadas), su deterioro enciende luces de alerta en materia de indicadores sociales, ya que involucra a los trabajadores provenientes de los sectores más postergados dentro de este universo.
Al mismo tiempo, los empleados públicos se mantuvieron prácticamente inalterados (-0,2% i.a.) en 2018, lo cual da cuenta de las dificultades que encontró el gobierno a la hora de reducir la cantidad de trabajadores en un contexto recesivo.
A nivel sectorial también se observaron cambios de composición. Pese a la sequía, el empleo registrado avanzó casi 2% i.a. en el sector primario (agropecuario, pesca y minería). En contraposición, la destrucción de empleo formal superó el 5% i.a. en el sector industrial, marcando la mayor caída para una rama de actividad. Esta dinámica negativa estuvo motivada por el desplome de la demanda interna (principal foco de ventas del sector) en un contexto de costos crecientes. Esto no fue un hecho aislado ya que este sector redujo sucesivamente su dotación de personal en los tres años de gestión de Cambiemos, por lo que acumula una contracción cercana al 10% desde 2015; nuevamente, la mayor al comparar entre las distintas ramas de actividad.
Como resultado, el sector manufacturero dejó de ser el principal empleador formal de la economía argentina (pasó de contener a un quinto del total de los trabajadores registrados del sector privado a 18,4%) quedando levemente por detrás de comercio. Teniendo en cuenta que esta rama de actividad también destruyó puestos de trabajo (por primera vez desde 2002), la dinámica responde únicamente a la mala performance del complejo fabril.
¿Qué pasó con el salario real registrado?
El poder de compra del salario tampoco mostró una dinámica favorable (el ajuste no se hizo solo por cantidades sino también por precios). Durante el año pasado, el salario real registrado cayó 6,2% i.a. en promedio (-5,8% i.a. para los trabajadores del sector privado y -7% i.a. para los del sector público). De este modo, marcó la mayor merma desde 2002, retornando a niveles no vistos desde 2004-05. Al igual que en el caso del empleo registrado, y de la economía en general, el deterioro se aceleró a medida que avanzaban los meses: el último cuatrimestre del año promedió una baja mayor a 12% i.a. (vale remarcar que el bono de fin de año no se incluye en los cálculos por su carácter no remunerativo, de todas formas su efecto fue acotado), mientras que en el período enero-agosto la contracción promedió “solo” 2,3% i.a.
Por un lado, esta dinámica obedeció a la la aceleración de la inflación, en un contexto de negociaciones colectivas cerradas (las reaperturas observadas no se hicieron extensivas a todos los sectores e implicaron recuperaciones solo parciales del nivel de compra). Por otro lado, el temor a un posible despido o suspensión, como las que tuvieron lugar en ciertas ramas puntuales, desincentivaron los reclamos salariales: se optó por preservar la fuente de trabajo y postergar la actualización de los ingresos.
De cara a 2019 las perspectivas no son optimistas. El salario real se recuperará lentamente hasta volver a terreno positivo en la víspera de las elecciones presidenciales. De todas maneras, esa recuperación será parcial y no logrará dar vuelta un año complejo en el que el salario real promedio del sector registrado caería cerca de 4%, encadenando dos años consecutivos de contracción por primera vez desde el bienio 2001-2002. Por el lado del empleo la situación no sería sustancialmente mejor. La medición interanual podría mostrar números positivos recién a fines de año y en ningún momento se recuperaría lo perdido en 2018.