1%, clave de la actual perspectiva económica

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La obsesión es encontrar una sola y simple explicación sobre el tsunami que alcanza a todo el planeta, y que promete cambios trascendentales y posiblemente una reinvención de conceptos con los que estábamos cómodos, como capitalismo y democracia.

Unos piensan que hay que poner foco en entender lo que pasó con el Brexit, la retirada de Gran Bretaña de la integración continental de la Unión Europea. Otros aseguran que la clave está en el triunfo electoral de Donald Trump y lo que esto deja a la luz: vastos sectores de la población blanca que sienten que sus ingresos económicos están estancados o en claro retroceso. Lo que aumenta el rencor con las grandes empresas y con el establishment político. Un proceso que no fue advertido a tiempo por los principales sectores.

Otro grupo pone el acento en el surgimiento potente del nacionalismo, con fuertes ideas proteccionistas. Otros señalan al populismo que ha aflorado con intensidad en casi todas las economías, desarrolladas o emergentes.

Finalmente están los se concentran en la teoría del famoso 1%. Ese es el porcentaje de la población en Estados Unidos, por ejemplo, que recibe el grueso de la participación en el crecimiento económico del país, y se calcula que en una futura reducción de impuestos, recibirá nada menos que 50% de los beneficios que reporten estas medidas.

Dentro del resto, del 99% restante, hay varios grupos. Uno particularmente importante es el que integran 117 millones de adultos que, desde 1970, están en la mitad inferior de los ingresos totales percibidos, y privados de los beneficios de mayor crecimiento económico.

Lo que está ocurriendo cada día, es que mayor cantidad de trabajos son reemplazados por robots y el proceso de automatización. Es cierto que en muchos casos aparecen nuevos empleos, pero también lo es que exigen habilidades y conocimientos que la mayoría de los desempleados no tienen. Los trabajos que se pierden en esta época, no vuelven más.

Es la tecnología, y no una ideología internacional la que está detrás de la pérdida de empleos, industriales y ahora también en el campo de los servicios.

Simultáneamente, un curioso mix de populismo y conservadurismo ha conmocionado a los mercados, en especial a los financieros.

Durante décadas, el ímpetu de la globalización hizo que aumentaran los precios de las acciones en los mercados bursátiles. Ahora es distinto. Desde la severa crisis de 2008 (lo que se llama la “verdadera gran depresión”), con la consiguiente reducción en los indicadores de crecimiento y de la inflación, hizo que los bancos centrales de las principales economías inyectaran estímulos y dinero en abundancia para superar la crisis y de paso, salvar a los bancos privados.

Todo esto ha cambiado de modo súbito. Las expectativas positivas generadas en los inversores por el Brexit y el triunfo de Trump, dispararon los precios al alza en los mercados bursátiles y financieros.

Curiosamente son políticos de derecha los que bendicen este desarrollo, cuando su prédica tradicional era evitar los déficits fiscales y presupuestarios. Todavía hoy, este escenario en los mercados favorece las expectativas positivas. El problema es por cuánto tiempo más seguirá esta bonanza.

Si Estados Unidos crece, pero el comercio internacional se resiente o incluso si comienzan guerras comerciales, muy probables, este escenario se revierte con prontitud.

Por ahora partidos conservadores y populismo están en sintonía. Pero si los pobres no aprecian ventajas en esta orientación, la alianza se romperá automáticamente.

 

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