La Fuerza Espacial de Estados Unidos, a través de su comando de sistemas espaciales (Space Systems Command, SSC), lanzó una convocatoria dirigida a empresas para el desarrollo de un terminal de radiofrecuencia compacto capaz de enlazar satélites militares con la constelación Starlink. El proyecto forma parte del programa Golden Dome, un plan de defensa antimisiles impulsado por orden ejecutiva del presidente Donald Trump, que busca desplegar interceptores espaciales con capacidad de neutralizar misiles en los primeros instantes de vuelo.
Un mercado que combina negocios y defensa
El pedido oficial establece radios de bajo peso, tamaño y consumo energético, operativas en bandas L y S, y compatibles con el protocolo Link-182 desarrollado por SpaceX. La solicitud no es menor: contempla la eventual fabricación en escala de hasta 10.000 unidades en un horizonte de dos a cinco años. En términos de negocio, se abre la posibilidad de contratos multimillonarios para compañías aeroespaciales capaces de responder en plazos reducidos y con componentes ya probados en misiones previas.
La presencia de Starlink como infraestructura habilitante de este sistema implica un salto en la participación de actores privados en la arquitectura de defensa estadounidense. La constelación de SpaceX, concebida inicialmente para acceso a internet, ya demostró su valor estratégico en el conflicto de Ucrania. Ahora, el Pentágono busca convertirla en la base de un escudo espacial.
Competencia y oportunidades para proveedores
El proceso de contratación, a través de un Broad Agency Announcement (BAA), se desarrollará en dos fases: primero, la presentación de documentos preliminares —con plazo hasta el 6 de octubre—, y luego, la entrega de propuestas técnicas y presupuestarias completas por parte de los seleccionados.
Esto abre la puerta a un grupo de proveedores especializados en terminales espaciales, encriptación de grado militar y software de apuntamiento satelital. Empresas emergentes y tradicionales podrán competir en un segmento hasta ahora reservado a grandes contratistas de defensa.
El SSC exige que los equipos incluyan encriptación Tipo 1, la más alta en los estándares estadounidenses, y que puedan operar en distintas órbitas, desde baja hasta geoestacionaria. La incorporación de una interfaz de programación (API) para enlazar satélites será un requisito técnico clave.
El impacto en la industria espacial privada
La eventual consolidación de Golden Dome plantea un nuevo escenario para la industria espacial. La integración de constelaciones comerciales en proyectos militares podría modificar el modelo de negocios de empresas como SpaceX, que pasaría de vender servicios mayoristas de conectividad a convertirse en proveedor estructural de defensa.
Al mismo tiempo, se anticipa un efecto de arrastre sobre todo el ecosistema: fabricantes de radios, desarrolladores de software, proveedores de componentes y startups de ciberseguridad tendrían la oportunidad de insertarse en cadenas de valor asociadas al programa.
Geopolítica y negocios en la órbita baja
El anuncio no ocurre en un vacío político. China y Rusia ya denunciaron en foros internacionales la “doble utilización” de las constelaciones privadas. Para ambos países, la incorporación de Starlink en un sistema interceptor sería la confirmación de que Estados Unidos está militarizando redes originalmente concebidas para uso civil.
En ese contexto, las empresas espaciales privadas se encuentran ante un dilema estratégico: participar en contratos que garantizan financiamiento, escala y proyección global, pero que también las posicionan en el centro de la competencia militar entre potencias.
Si la convocatoria del SSC se traduce en contratos masivos, el mercado espacial podría experimentar una redefinición de roles. Starlink dejaría de ser solo un proveedor de conectividad y pasaría a ser pieza estructural de un escudo defensivo global. Para la industria, la oportunidad es inmensa, pero también lo son los riesgos de operar en un entorno cada vez más condicionado por la geopolítica.












