El lanzamiento, previsto originalmente para el 5 de junio, fue cancelado horas antes de la ventana programada debido a una pérdida detectada en el sistema de oxígeno líquido. La anomalía obligó a la empresa a detener la cuenta regresiva cuando faltaban menos de tres horas para el despegue. “La seguridad de la tripulación es nuestra prioridad absoluta. Nuestros equipos están investigando el origen de la fuga y trabajarán meticulosamente hasta resolver el inconveniente”, señaló un vocero de SpaceX en un comunicado oficial.
Un nuevo revés técnico
El fallo se localizó en una de las líneas de carga de oxígeno líquido del Falcon 9, que forma parte del sistema criogénico necesario para alimentar los motores Merlin en el momento del despegue. Las fugas de oxígeno, aunque no inusuales en la ingeniería aeroespacial, suponen un riesgo crítico si no son contenidas a tiempo. La decisión de postergar el lanzamiento fue tomada en coordinación con la NASA y Axiom Space, la compañía que gestiona la misión privada con destino a la Estación Espacial Internacional.
“No hay margen para el error cuando se trata de vuelos tripulados”, explicó el ingeniero jefe de SpaceX, Bill Gerstenmaier, quien subrayó que se realizará una inspección exhaustiva de la torre de lanzamiento y los conductos de abastecimiento.
El historial de tropiezos
Esta no es la primera vez que SpaceX se ve obligada a aplazar o cancelar una misión por razones técnicas. El 28 de junio de 2015, un Falcon 9 explotó en pleno vuelo mientras transportaba suministros a la ISS, debido a la rotura de un soporte interno en el tanque de helio. En septiembre de 2016, otro cohete de la misma familia se incendió durante las pruebas de carga en Cabo Cañaveral, destruyendo el satélite israelí AMOS-6. A pesar de estos percances, la empresa logró consolidar una tasa de éxito superior al 95% en sus más de 300 lanzamientos desde 2010.
Cada uno de estos fallos, lejos de debilitar el proyecto, ha sido seguido por revisiones de ingeniería cada vez más estrictas. Musk, quien fundó la empresa en 2002 con la intención de reducir el costo del acceso al espacio, ha reiterado en múltiples oportunidades que los fracasos son inherentes a la innovación disruptiva. “Si las cosas no fallan, es que no estamos innovando lo suficiente”, declaró en 2018 tras la explosión del prototipo Starhopper.
¿Qué sigue para Axiom-4?
La misión Axiom-4 está compuesta por cuatro astronautas privados, entre ellos el turco Tuva Atasever, que participará en una serie de experimentos biomédicos en microgravedad. El lanzamiento deberá reprogramarse para los próximos días, una vez que se certifique la integridad del sistema criogénico. Cada día de demora representa un costo operativo significativo, tanto para SpaceX como para Axiom, que alquila el transporte y la cápsula Dragon en calidad de operador privado.
Aunque la frustración es palpable entre los involucrados, el retraso confirma un principio fundamental de la actividad aeroespacial: la prudencia técnica precede a la urgencia comercial. En una era donde lo privado y lo estatal convergen en la órbita baja terrestre, el margen de error es mínimo y la tolerancia al riesgo está condicionada por una máxima irrenunciable: no poner vidas humanas en peligro.
El aplazamiento del lanzamiento no es una derrota, sino una pausa meticulosa en un itinerario que avanza, inevitablemente, hacia el futuro. Como en toda gesta técnica, la verdadera hazaña no está en no caer, sino en aprender de cada tropiezo para no repetirlo.