La República Popular China continúa desarrollando una infraestructura tecnológica que trasciende la esfera comercial. En ese marco, SpaceSail —también denominada Qianfan en su denominación en mandarín— representa una apuesta de largo plazo por parte del Estado chino para disputar el liderazgo orbital mediante una constelación propia, soberana y operada bajo criterios políticos, además de técnicos.
Diseñada para operar en órbita baja (LEO), SpaceSail se perfila como un sistema de conectividad de alta capacidad destinado a competir directamente con Starlink, de SpaceX, que domina actualmente el sector con más de 6.000 satélites activos. A diferencia del modelo estadounidense, fundado sobre un paradigma empresarial descentralizado, SpaceSail responde a un diseño estatal, planificado y alineado con los intereses geopolíticos del Partido Comunista Chino.
Tecnología en desarrollo, despliegue gradual
El proyecto está a cargo de China Satellite Network Group, una compañía estatal creada para coordinar las diversas iniciativas de conectividad espacial, y opera en estrecha colaboración con GalaxySpace, la empresa encargada del diseño y fabricación de los satélites.
El despliegue inicial comenzó en 2023 con lanzamientos experimentales, y hacia mediados de 2025 el sistema cuenta con menos de 150 satélites en órbita. Si bien la escala aún es modesta, el objetivo declarado es alcanzar una red de entre 10.000 y 13.000 unidades, con cobertura global y servicios de alta velocidad a través de enlaces láser intersatelitales y terminales terrestres específicas.
La maduración tecnológica es progresiva. Según fuentes oficiales, los modelos actuales ya permiten velocidades competitivas para transmisión de datos y acceso a internet, aunque con una latencia superior a la de Starlink. Aun así, se estima que la incorporación de nuevos diseños modulares y sistemas de propulsión eléctrica mejorará la eficiencia y prolongará la vida útil de los satélites.
Alianzas estratégicas y zonas de influencia
Uno de los ejes centrales del proyecto es su despliegue territorial. A diferencia de las constelaciones occidentales, SpaceSail no prioriza inicialmente a Europa ni a América del Norte. Sus primeros acuerdos comerciales y diplomáticos se concentran en Asia Central, Medio Oriente, África y América Latina.
Durante 2024 se firmaron convenios marco con los gobiernos de Irán, Etiopía y Venezuela para el uso compartido de la red, incluyendo la instalación de gateways terrestres en territorio nacional. Asimismo, la compañía ha suscripto memorandos de entendimiento con Laos, Pakistán y Argelia, con el objetivo de garantizar acceso a la infraestructura, provisión de terminales y soporte técnico en condiciones preferenciales.
En América Latina, la posibilidad de operar sobre el arco andino y zonas rurales del Cono Sur ha sido objeto de negociaciones exploratorias, aunque sin anuncios formales hasta el momento. Según datos del Ministerio de Industria y Tecnología de la Información de China, la región constituye un “vector prioritario de expansión en conectividad satelital para 2026–2030”.
Geopolítica orbital: fragmentación en el espacio
El avance de SpaceSail debe interpretarse en un contexto mayor: la creciente segmentación del ecosistema espacial. Starlink —orientada tanto a consumidores civiles como a agencias de defensa en países de la OTAN— encarna una visión liberal y abierta de la red satelital. OneWeb, en cambio, combina participación estatal británica con capitales privados, mientras que O3b, del operador luxemburgués SES, atiende sobre todo a clientes institucionales y gobiernos en mercados emergentes, pero desde órbitas medias.
SpaceSail plantea un enfoque distinto. Basado en el concepto de “fusión civil-militar”, propio del sistema chino, integra infraestructura de comunicaciones con posibles aplicaciones en defensa, monitoreo remoto y posicionamiento global. De acuerdo con análisis del Center for Strategic and International Studies (CSIS), “el despliegue de constelaciones como SpaceSail abre la puerta a una infraestructura orbital paralela, sujeta a lógicas geopolíticas distintas, con estándares y protocolos propios”.
El proyecto se suma así a una tendencia creciente hacia la “balkanización orbital”, donde cada bloque geopolítico busca asegurar sus propios canales de conectividad, incluso en el espacio.
Perspectivas operativas
El ritmo de crecimiento de SpaceSail depende de tres factores: capacidad de fabricación de satélites, disponibilidad de lanzadores propios —como los Long March operados desde Jiuquan y Wenchang— y acuerdos internacionales para la instalación de estaciones de enlace.
La empresa apunta a duplicar la cantidad de satélites activos antes de fines de 2026, apoyada en nuevos contratos con fabricantes y un esquema de lanzamientos mensuales. En paralelo, se prevé la apertura de tres nuevos centros de operación en Asia Central y África Oriental.
Pese a su menor visibilidad mediática respecto de sus competidores occidentales, el proyecto cuenta con respaldo político pleno en Beijing y con un esquema de financiamiento que combina recursos estatales y créditos de exportación. La estrategia no es captar usuarios individuales, sino ofrecer paquetes integrales a gobiernos aliados o neutralmente alineados.
Un cielo con nuevas fronteras
SpaceSail no es aún una amenaza tecnológica directa para Starlink. Sus prestaciones, cobertura y tiempo de respuesta están por debajo del sistema norteamericano. Sin embargo, su diseño responde a una lógica de poder, no de mercado. Y en esa lógica, la capacidad de ofrecer conectividad autónoma a países sin acceso a redes occidentales puede traducirse en influencia estratégica.
En los próximos años, el espacio cercano dejará de ser un entorno uniforme. Como en el siglo XIX los imperios trazaban rutas marítimas con objetivos económicos y militares, hoy los estados proyectan constelaciones para asegurar soberanía en la órbita baja. SpaceSail es, en ese sentido, la expresión moderna de una política exterior que ve en el cielo una prolongación de la Tierra.
Y si el control del espectro es la nueva cartografía del poder, la constelación china ya ocupa un lugar en ese mapa.












