jueves, 18 de diciembre de 2025

Lynk, SES y la batalla por el celular satelital

Un modelo de bajo costo desafía el dominio de Starlink y AST SpaceMobile en la conectividad directa a dispositivos

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La conectividad satelital directa a dispositivos (conocida como direct-to-device, DTD) es una de las fronteras tecnológicas más prometedoras de la próxima década. Su atractivo es evidente: ofrecer cobertura móvil universal sin depender de torres terrestres, llegando a zonas rurales, marítimas o afectadas por catástrofes donde la infraestructura tradicional no llega. Pero el camino para dominar este mercado está marcado por fuertes asimetrías de capital, distintas estrategias técnicas y alianzas que definen el equilibrio competitivo.

En este escenario, Lynk Global, una compañía con sede en Virginia, propone un enfoque diferente. Su apuesta no es levantar una megaconstelación multimillonaria, sino combinar satélites pequeños en órbita baja con la infraestructura existente de SES, uno de los principales operadores globales de satélites geoestacionarios y de órbita media. La alianza redefine la lógica de la competencia: frente a gigantes con acceso casi ilimitado a capital, Lynk se presenta como el actor eficiente que prioriza la asociación estratégica antes que la escala.

De los experimentos a la expansión

Lynk surgió en 2017 con un objetivo audaz: demostrar que un teléfono móvil estándar podía conectarse a un satélite sin necesidad de antenas especiales. En 2020 logró enviar el primer mensaje de texto desde un celular común conectado a un satélite en órbita baja. Cinco años después, la empresa ya opera cinco satélites y ofrece servicios básicos de mensajería en algunas islas del Pacífico.

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La empresa enfrentó dificultades financieras y llegó a negociar una salida a bolsa mediante un vehículo especial (SPAC) impulsado por el ex beisbolista Alex Rodríguez. El acuerdo se frustró en 2024 y derivó en un litigio que concluyó de manera amistosa. Libre de esa presión, Lynk reorientó su estrategia hacia una expansión gradual, con foco en la eficiencia de capital.

La clave fue la entrada de SES como socio inversor. Con la compra de Intelsat en 2025, SES consolidó una posición dominante en servicios satelitales tradicionales y vio en Lynk la posibilidad de complementar esa red con una constelación ligera en órbita baja. La alianza permite a Lynk aprovechar estaciones terrestres, espectro y canales de distribución ya establecidos, reduciendo drásticamente sus necesidades de inversión.

Competencia con gigantes

El mercado DTD no es un campo vacío. Starlink, propiedad de SpaceX, anunció en junio de 2025 la finalización de su primera generación de satélites con capacidad direct-to-cell. Más de 650 de sus 8.000 unidades ya cuentan con esta función. Gracias a su integración vertical —SpaceX diseña, fabrica y lanza sus satélites— la compañía puede escalar con rapidez y absorber costos que resultarían prohibitivos para cualquier otro actor.

En paralelo, AST SpaceMobile despliega satélites de gran tamaño capaces de ofrecer no solo mensajería, sino servicios de banda ancha desde el inicio. Respaldada por financiamiento multimillonario y acuerdos con operadores como AT&T y Vodafone, AST busca garantizar cobertura continua en mercados ancla antes de 2027.

Frente a estos colosos, Lynk plantea una diferencia conceptual. Su plan inicial no apunta a las grandes ciudades ni a los mercados saturados de 5G. Se concentra en aplicaciones de mensajería, banca móvil e Internet de las Cosas en áreas donde la conectividad terrestre es inexistente. La prioridad no es la velocidad, sino la cobertura mínima y confiable.

La economía de la eficiencia

El modelo de Lynk se sustenta en tres pilares:

  • Eficiencia de capital: satélites de bajo costo que no requieren antenas especiales en los dispositivos.
  • Alianzas estratégicas: SES aporta espectro, estaciones y clientes institucionales, evitando a Lynk construir una infraestructura propia.
  • Mercados no saturados: el servicio se ofrece en zonas rurales, marítimas y países en desarrollo, donde los operadores móviles buscan ampliar cobertura sin grandes inversiones.

El CEO de Lynk, Ramu Potarazu, lo sintetizó: “No competimos en los centros urbanos donde la señal terrestre es fuerte; extendemos cobertura donde no existe”. Esa afirmación encierra una lógica económica: en lugar de competir frontalmente con Starlink o AST en el segmento de alto consumo, Lynk busca un espacio intermedio que los gigantes no consideran prioritario.

Oportunidades y riesgos para América Latina

La región latinoamericana aparece como terreno fértil para este modelo. Con geografías extensas, poblaciones dispersas y costos elevados de infraestructura terrestre, la conectividad satelital directa a celulares ofrece una alternativa real. Operadoras como Claro, Telefónica o Telecom podrían beneficiarse de acuerdos que les permitan ofrecer cobertura total sin multiplicar sus inversiones en antenas.

El desafío, sin embargo, está en la regulación. La gestión del espectro, los permisos de operación y la coordinación con redes terrestres determinarán la velocidad de adopción. La alianza con SES otorga a Lynk una ventaja: la compañía luxemburguesa tiene experiencia en negociar autorizaciones internacionales y podría facilitar el acceso a mercados complejos.

La batalla que viene

El mercado DTD no admitirá una veintena de jugadores. Todo indica que se consolidará en torno a cuatro o cinco proveedores. Starlink lidera por escala y financiamiento. AST SpaceMobile promete un servicio de alta capacidad desde el inicio. Lynk apuesta a la agilidad y al costo reducido, con la fortaleza de un socio global.

Lo que está en juego es más que un negocio. La posibilidad de conectar cualquier celular, en cualquier lugar, sin infraestructura intermedia, redefine no solo el mercado de las telecomunicaciones, sino también la inclusión digital, la seguridad nacional y la gestión de emergencias. América Latina observa con interés, porque en sus zonas rurales y fronterizas esta tecnología podría marcar la diferencia entre estar dentro o fuera de la red global.

La batalla recién comienza. Pero su desenlace delineará el mapa de poder en las telecomunicaciones de la próxima década.

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