Lo que se vio World Space Business en París sintetiza esta tensión entre dos paradigmas industriales.
Del modelo artesanal al modelo industrial
En el modelo anterior, cada satélite era una obra de ingeniería singular. Grandes contratistas como Airbus Defence & Space o Thales Alenia Space organizaban cadenas verticales donde casi todos los componentes se fabricaban internamente o bajo estrictos contratos con proveedores certificados. El volumen era reducido: pocas unidades, con presupuestos elevados, pensadas para durar más de 15 años en órbita geoestacionaria. La lógica de este esquema respondía a clientes estatales, militares o grandes operadores de telecomunicaciones.
El new space altera esa secuencia. Empresas jóvenes como Reflex Aerospace, ReOrbit, AscendArc o Hemeria sostienen que no se puede aplicar la lógica de “megafábrica” a un mercado donde las constelaciones cambian rápido, los contratos son inciertos y la soberanía de los datos pesa tanto como el costo. La consigna es producir más satélites, en menos tiempo y con estructuras de capital livianas.
Fábricas distribuidas y soberanía como servicio
Reflex Aerospace plantea que el futuro no está en gigantes industriales, sino en plantas pequeñas, capaces de operar en distintos países, con inversiones moderadas y cercanas al cliente. El razonamiento es claro: una megafábrica en Alemania difícilmente pueda vender satélites a Estados Unidos, por razones regulatorias y geopolíticas. En cambio, múltiples instalaciones menores pueden adaptarse a cada mercado sin el peso de una estructura sobredimensionada.
ReOrbit, desde Finlandia, va más allá: define su propuesta como “soberanía como servicio”. Compra todos los componentes en el mercado, pero integra software y arquitectura del sistema. Así, cada cliente selecciona proveedores de confianza y controla dónde aterrizan los datos. Es un modelo de ensamblado más parecido a la electrónica de consumo —con Apple como referencia— que a la vieja industria espacial.
GEO frente a LEO: otra disputa industrial
Mientras gran parte de las inversiones se concentra en constelaciones de órbita baja (LEO), AscendArc intenta trasladar la lógica de producción en masa al terreno geoestacionario (GEO). La apuesta consiste en fabricar satélites con antenas capaces de generar cientos de haces, reduciendo el costo por gigabit transmitido. El argumento es que la órbita geoestacionaria seguirá siendo competitiva para servicios donde la latencia no sea crítica, como la televisión o la conectividad soberana de gobiernos.
Swissto12, con base en Suiza, sigue una línea similar: satélites GEO más pequeños y baratos, pensados para operadores tradicionales que necesitan cerrar un modelo de negocio en mercados cada vez más presionados por las megaconstelaciones.
Agilidad y manufactura móvil
La francesa Hemeria agrega otra capa a este debate: propone “clean rooms” móviles instalados en contenedores, que permiten armar y testear satélites en cualquier lugar. El concepto es industrialmente disruptivo: en lugar de depender de centros de integración gigantes, se puede trasladar el laboratorio al cliente. Se gana velocidad y se reducen los costos de logística, un recurso clave para competir.
Axelspace, desde Japón, se enfoca en otro segmento: diseñar microsatélites que sirven como plataforma de pruebas en órbita para industrias no espaciales, desde automotrices hasta tecnológicas. Allí también se observa un cambio industrial: el satélite como banco de pruebas rápido y accesible, en lugar de ser únicamente un sistema operativo de largo plazo.
La lógica industrial en disputa
El contraste entre el pasado y el presente es evidente. Antes: pocas unidades, procesos artesanales, fábricas centralizadas y grandes presupuestos estatales. Ahora: muchas unidades, producción en serie, instalaciones distribuidas y financiamiento privado combinado con apoyo público.
Este cambio no significa que el modelo anterior desaparezca. Satélites complejos, de gran porte y larga vida útil seguirán siendo demandados. Pero la irrupción de startups redefine las reglas industriales: no se trata de reemplazar la calidad, sino de producir con otra lógica, más cercana a la manufactura flexible que a la obra única.
Perspectivas
La discusión abierta en París muestra que el futuro de la industria espacial no se decidirá únicamente en los laboratorios de innovación tecnológica, sino en las fábricas. La manera en que se produzcan los satélites —con plantas masivas o con redes distribuidas, con integración vertical o con soberanía modular— marcará qué actores logran escalar y cuáles quedarán como nicho.
La industria espacial entra así en una nueva fase: menos ingeniería artesanal y más lógica industrial, menos centralización y más distribución. El new space no solo redefine lo que se hace en órbita, sino cómo se construye en la Tierra.












