Con una mirada puesta en el crecimiento del sector espacial comercial, la NASA anunció el 29 de julio de 2025 una nueva oportunidad de financiamiento para empresas del rubro tecnológico y aeroespacial. A través del programa Tipping Point, la Oficina de Tecnologías Espaciales de la agencia (STMD, por sus siglas en inglés) convocó a propuestas orientadas a llevar tecnologías avanzadas al umbral de su viabilidad comercial.
La iniciativa contempla aportes de hasta US$ 10 millones por proyecto, con un presupuesto total estimado en US$ 15 millones para esta convocatoria. A diferencia de otras herramientas públicas, este programa no persigue la apropiación estatal de las tecnologías resultantes, sino su utilización futura como insumo para misiones o servicios que la NASA pueda contratar a proveedores privados.
El modelo “Tipping Point”
El programa opera bajo un esquema de asociación público-privada, en el cual las empresas deben asumir al menos el 10% del costo total del proyecto. Esta modalidad busca detectar tecnologías en un punto crítico de desarrollo —lo que en terminología del sector se conoce como Technology Readiness Level 5 o superior— que, con apoyo financiero limitado pero estratégico, puedan consolidarse como soluciones comerciales viables.
Según explicó la NASA, se priorizarán tecnologías que puedan utilizarse tanto en misiones gubernamentales como en aplicaciones comerciales sostenibles. La convocatoria tiene fecha de cierre el 9 de septiembre y los contratos se adjudicarán a través del sistema Announcement of Collaborative Opportunity (ACO), vigente desde 2014.
De la exploración a la economía
Detrás de esta iniciativa subyace un cambio estructural en la lógica del desarrollo espacial estadounidense. Desde el retiro del programa del transbordador espacial en 2011, la NASA ha adoptado un rol cada vez más vinculado a la habilitación de capacidades industriales que permitan al sector privado proveer servicios, infraestructura y tecnología. El éxito del programa Commercial Resupply Services (CRS) con SpaceX y Northrop Grumman marcó un punto de inflexión en esta transición.
El programa Tipping Point, lanzado originalmente en 2015, se inscribe en esa misma lógica. Su objetivo no es cubrir todas las etapas del ciclo de innovación, sino concentrarse en la fase crítica en la que las tecnologías deben probarse en entornos operacionales realistas. Es un momento que suele presentar barreras de entrada considerables, sobre todo para startups y compañías medianas, por el riesgo que implica y la ausencia de compradores inmediatos.
La frontera tecnológica
Entre las tecnologías consideradas elegibles se encuentran sistemas de propulsión avanzada, módulos de aterrizaje, soluciones de manejo térmico, automatización robótica y componentes para operaciones sostenidas en la Luna o en órbita terrestre baja. La iniciativa también prevé fomentar desarrollos en materiales, manufactura aditiva y tecnologías de navegación y control.
En ediciones anteriores, este programa permitió financiar hitos como las pruebas del módulo de aterrizaje lunar Nova-C de Intuitive Machines o el desarrollo del sistema de transferencia de combustible criogénico de Eta Space. Esas tecnologías hoy forman parte de contratos vigentes con la NASA o de ofertas comerciales en curso.
Implicancias para América Latina
Aunque la convocatoria está dirigida a compañías estadounidenses, su impacto trasciende las fronteras. La creciente articulación entre agencias públicas y empresas privadas en Estados Unidos redefine las condiciones del mercado global y establece estándares que inciden en las cadenas de valor satelital, de lanzamiento y de infraestructura orbital.
Para América Latina, donde los ecosistemas espaciales aún dependen fuertemente del gasto público directo, iniciativas como esta ofrecen un modelo alternativo de desarrollo. La clave está en identificar áreas donde la inversión inicial estatal pueda gatillar capacidades empresariales sostenibles. El caso de Satellogic en Argentina o Visiona en Brasil, aunque distintos en escala y enfoque, ilustran el potencial de alianzas entre ciencia, empresa y Estado.
La frontera espacial ya no es solo un desafío técnico, sino una estrategia de política industrial. La apuesta de la NASA por la madurez tecnológica del sector privado lo confirma. Y obliga a pensar —también desde el sur— qué tecnologías necesitan un pequeño empujón para convertirse en el próximo gran salto comercial.












