El régimen jurídico del espacio ultraterrestre enfrenta una fase crítica de transformación. La transición del Old Space, dominado por agencias estatales, hacia un New Space protagonizado por actores privados y nuevos Estados, impone la necesidad de revisar los marcos normativos, técnicos y diplomáticos. En este contexto, Juan Manuel de Faramiñán Gilbert —catedrático español y referente en derecho espacial— propone un análisis estratégico basado en el modelo DAFO: Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades.
Desde la perspectiva de las debilidades, el autor advierte una pérdida de centralidad de los Estados en el sistema espacial internacional. “La fuerza protagónica de la que gozaron los Estados al comienzo de la era espacial está siendo desplazada por empresas particulares”, observa. A ello se suman vacíos normativos: la falta de delimitación entre espacio aéreo y extraterrestre, el estatuto incierto de los turistas espaciales, y la ausencia de un régimen consensuado para la explotación de recursos en cuerpos celestes.
En ese sentido, Faramiñán cuestiona la proliferación de leyes nacionales —como el Space Act de Estados Unidos o la legislación de Luxemburgo— que habilitan a empresas privadas a apropiarse de minerales extraterrestres. “Dan carta blanca a las empresas particulares en el acceso a los recursos”, señala. Esta tendencia erosiona el principio de no apropiación consagrado en el Tratado del Espacio de 1967 y evidencia un desplazamiento hacia modelos unilaterales de regulación.
Entre las amenazas más relevantes, el autor destaca la congestión de la órbita terrestre baja (LEO). Según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, los Estados han registrado más de un millón y medio de satélites no geoestacionarios para lanzamientos hasta 2030. Esta saturación implica riesgos crecientes de colisión, interferencia electromagnética y generación de desechos. A esto se suman nuevas preocupaciones, como los asteroides potencialmente peligrosos (PHAs), que podrían impactar contra la Tierra con consecuencias devastadoras.
Frente a este panorama, el sistema vigente muestra su fragilidad. “La ausencia de una regulación internacional que controle la explotación de los recursos naturales puede llegar a ser devastadora y solo beneficiar a unos pocos”, advierte Faramiñán. También señala que muchos Estados impulsores de programas como Artemis no han ratificado el Acuerdo de la Luna de 1979, y algunos incluso han denunciado su adhesión.
No obstante, el autor también identifica fortalezas que permiten sostener una gobernanza básica del entorno espacial. En primer lugar, la vigencia del Corpus Iuris Spatialis —conjunto de tratados internacionales que rigen la actividad espacial— sigue siendo una referencia jurídica imprescindible. En segundo término, destaca el principio de que el espacio debe utilizarse “en interés general de toda la humanidad”, tal como establece el preámbulo del Tratado del Espacio.
Entre las oportunidades, el análisis apunta a la necesidad de impulsar la Agenda Espacio 2030, que propone una estrategia integral basada en cuatro pilares: economía espacial, sociedad espacial, accesibilidad y diplomacia. Particular énfasis merece la conformación de un cuerpo diplomático especializado en temas espaciales, dentro de las cancillerías estatales, que refuerce la capacidad de negociación en foros como la COPUOS.
“La ausencia de conflictos en el espacio por el momento no puede considerarse como una garantía de paz”, advierte el autor. En este marco, el desafío central es evitar que las nuevas capacidades tecnológicas beneficien solo a los actores más solventes en términos económicos y técnicos. La gobernanza global debe incluir a aquellos países que, sin grandes desarrollos espaciales, tienen derecho al acceso y a los beneficios de esta nueva frontera.
Faramiñán concluye con una reflexión que sintetiza la urgencia del momento: “Si deseamos que las actividades espaciales puedan realizarse por el interés de todos los seres humanos, deberíamos tener en cuenta la oportunidad que se nos brinda de reaccionar a tiempo con respuestas ágiles y prácticas”.
El espacio ya no es un escenario distante. Lo que se decide en sus órbitas condicionará la equidad, la seguridad y el desarrollo del planeta en las próximas décadas.












