En la historia de la tecnología, los cambios de paradigma no suelen anunciarse con discursos, sino con pruebas técnicas y decisiones financieras. China, al combinar el desarrollo de lanzadores reutilizables propulsados a metano con la apertura de sus mercados bursátiles a startups espaciales deficitarias, se coloca en una posición que trasciende lo meramente industrial. Se trata de un movimiento que apunta a disminuir costos, acelerar la cadencia de lanzamientos y, en consecuencia, disputar poder en el escenario geopolítico del espacio.
De la validación técnica a la competencia privada
El 15 de agosto, el programa lunar chino completó la mayor prueba de encendido estático en su historia: siete motores YF-100K impulsaron, en tierra, el Larga Marcha 10, el cohete que llevará astronautas a la Luna antes de 2030. La cifra —casi 1.000 toneladas de empuje— no es solo un récord nacional. Es una señal de que el país avanza hacia una arquitectura de lanzadores capaz de sostener misiones tripuladas de gran escala.
En el plano privado, la escena es más heterogénea. El mismo mes, Landspace perdió un Zhuque-2E, un vector metano/oxígeno líquido, tras una anomalía en el segundo minuto de vuelo. El accidente recordó que la reutilización no es un atajo, sino un proceso de ensayo y error. Sin embargo, la tendencia es clara: Landspace, Space Pioneer, Orienspace e iSpace compiten por colocar en el mercado lanzadores medianos y grandes con etapas recuperables. Galactic Energy se prepara para el debut del Pallas-1 y proyecta el Pallas-2 antes de 2026. Nuevos actores, como Arktech y Welight, desarrollan motores de combustión por etapas de flujo completo, la tecnología más exigente y eficiente en el horizonte.
Constelaciones como demanda ancla
La lógica de esta aceleración se explica en la necesidad de alimentar dos megaconstelaciones: Guowang y Spacesail (conocida en China como Qianfan). Ambas requieren centenares de lanzamientos para desplegar satélites de comunicaciones en órbita baja. La estatal CASC, con el Larga Marcha 10, garantiza las misiones tripuladas. Su spinoff, China Rocket, trabaja en el Larga Marcha 10B, parcialmente reutilizable y de producción modular. El sector privado, en paralelo, busca hacerse un lugar con soluciones de menor costo y mayor frecuencia.
La demanda no es solo doméstica. CAS Space, otra derivada institucional, ya colocó cargas latinoamericanas en un Kinetica-1, anticipando un mercado que podría expandirse si China logra estabilizar la oferta y consolidar fiabilidad.
El puente financiero: STAR Market y Hong Kong
Hasta hace poco, las empresas espaciales chinas dependían de capital estatal o de rondas privadas limitadas. En 2025, la política cambió: el STAR Market de Shanghái y la bolsa de Hong Kong admitieron la cotización de compañías con alto potencial pero sin rentabilidad. CAS Space completó su proceso de asesoramiento para salir a bolsa, con una valoración de 11.100 millones de yuanes (US$ 1.550 millones). Landspace presentó documentos preliminares en julio y apunta a debutar en 2026.
La apertura es estratégica. Permite capitalizar a las startups para sostener ciclos de prueba frecuentes, indispensables en lanzadores reutilizables. La decisión de financiar proyectos deficitarios recuerda a la lógica que, en el Silicon Valley de los años setenta, permitió a empresas tecnológicas sobrevivir hasta alcanzar escala.
El metano como vector económico
El cambio de combustible no es anecdótico. El metano ofrece tres ventajas sobre el queroseno: combustión más limpia —lo que prolonga la vida útil de motores reutilizables—, mayor impulso específico y mejores propiedades termodinámicas para ciclos avanzados. Con etapas recuperables, la ecuación es clara: se reduce el costo por kilogramo en órbita.
El modelo replica, con matices, la experiencia de SpaceX con el Raptor. Pero en China la innovación no depende de una sola empresa: es el resultado de una red en la que conviven gigantes estatales y firmas privadas, con competencia y cooperación en proporciones variables.
Implicancias geopolíticas
Lo que está en juego excede el mercado de lanzamientos. Una capacidad doméstica de reutilización confiable significa autonomía para desplegar constelaciones estratégicas, resiliencia frente a sanciones externas y prestigio internacional. En paralelo, presiona a competidores occidentales de rango medio —operadores que aún no adoptaron la reutilización— y amenaza con erosionar sus márgenes en el segmento de satélites de 200 a 1.500 kilogramos.
Para América Latina, el impacto puede ser doble. A corto plazo, una mayor oferta de ride-shares abaratará misiones institucionales y comerciales. A largo, la dependencia tecnológica podría desplazarse: de los lanzadores occidentales tradicionales hacia los proveedores chinos con costos marginales decrecientes.
Señales a seguir
En los próximos dieciocho meses habrá tres indicadores clave. Primero, la concreción y el tamaño de las IPO de CAS Space y Landspace. Segundo, la evolución de Pallas-1 y Pallas-2 como termómetro de la segunda ola privada. Tercero, la tasa real de reutilización efectiva —el número de vuelos por etapa—, que definirá el costo marginal y la competitividad.
Si la combinación “reutilización confiable + financiamiento bursátil” se confirma, China no solo reducirá sus propios costos: también alterará la curva global de precios del acceso al espacio. El frente de la reutilización metánica dejará de ser un experimento para convertirse en un instrumento de política internacional.












