A mediados de 2025, el Proyecto Kuiper de Amazon superó oficialmente los 100 satélites en órbita terrestre baja (LEO, por sus siglas en inglés). Este hito marca el ingreso de Amazon a una nueva etapa de su ambicioso plan de conectividad global y lo posiciona como el segundo operador occidental con mayor despliegue en esta capa orbital, por delante de la constelación china Spacesail (ex Qianfan) y en carrera directa para alcanzar a OneWeb (controlada por Eutelsat).
El movimiento no es menor. En un contexto de creciente tensión tecnológica entre bloques, el avance de Kuiper tiene implicancias geoeconómicas y regulatorias. Hasta ahora, el segmento de conectividad satelital en órbita baja ha estado dominado casi sin competencia efectiva por Starlink, la constelación de SpaceX, que cuenta con más de 6.000 satélites activos y una cartera de clientes que abarca desde usuarios rurales hasta contratos con el Pentágono. Como detallamos en una nota reciente, la supremacía de Starlink ha comenzado a mostrar sus efectos en precios, reglas de servicio e infraestructura terrestre: “Starlink cambia las reglas del juego: adiós a la tarifa plana y aumentos de precio”.
Una entrada tardía, pero estratégica
El Proyecto Kuiper fue anunciado en 2019, con un objetivo inicial de lanzar más de 3.200 satélites antes de julio de 2026, plazo fijado por la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de Estados Unidos. Sin embargo, problemas logísticos, demoras en la construcción de terminales terrestres y la falta de un lanzador propio provocaron una postergación significativa. Los primeros satélites de prueba recién fueron lanzados en octubre de 2023 y los despliegues operativos comenzaron recién a mediados de 2024.
Para sortear esta desventaja, Amazon adoptó una estrategia de despliegue gradual: en lugar de completar primero una capa orbital (orbital shell), como hizo OneWeb, comenzó a distribuir lanzamientos en varias órbitas, con un enfoque flexible que le permita anticiparse a la expiración de licencias y cumplir parcialmente con los requisitos regulatorios. Según el último informe, Amazon prevé lanzar solo el 50% de la primera shell antes de iniciar operaciones en otras capas. La lógica es clara: maximizar cobertura visible y comenzar operaciones piloto lo antes posible.
En este marco, Amazon invirtió más de US$ 140 millones en nuevas instalaciones de integración y logística en Cabo Cañaveral, tal como se informó en nuestra cobertura: “Amazon invierte en Florida para acelerar el ritmo de lanzamientos de Kuiper”. La empresa también selló acuerdos de lanzamiento con ULA, Blue Origin y Arianespace para asegurarse múltiples opciones frente a cuellos de botella en la industria de lanzadores.
Starlink, un monopolio en expansión
El contexto que enfrenta Kuiper no es meramente técnico. La constelación de SpaceX ha consolidado un monopolio de facto en servicios satelitales LEO, con ventajas competitivas difíciles de igualar: frecuencia de lanzamientos propia (Falcon 9), integración vertical total, ecosistema de terminales y una base de datos en tiempo real sobre patrones de consumo y geolocalización. Esta combinación ha permitido a Starlink absorber buena parte de la demanda de conectividad en zonas rurales, marítimas, militares y emergencias humanitarias.
La reciente interrupción global del servicio, ocurrida en julio de 2025, expuso los riesgos geopolíticos de esa dependencia. Tal como se analizó en “La caída global de Starlink expone vulnerabilidades geopolíticas”, no contar con alternativas robustas en órbita baja deja a gobiernos, empresas y usuarios individuales sujetos a las decisiones —o errores— de una sola empresa. Desde entonces, múltiples reguladores nacionales han expresado interés en habilitar otras constelaciones, incluidos Kuiper y Spacesail, para fomentar un ecosistema más diversificado.
El dilema de las constelaciones no soberanas
El avance de Kuiper implica también una redefinición del equilibrio de poder en el espacio. Si bien se trata de una empresa privada, Amazon opera bajo regulación estadounidense y con contratos que podrían eventualmente alinearse con intereses estratégicos del gobierno de Estados Unidos. La reciente creación del National Spectrum Strategy por parte de la Casa Blanca, y su apoyo a redes privadas con alcance global, refuerzan esta hipótesis. En contrapartida, países como China, Rusia e India promueven constelaciones estatales o mixtas, con fuertes componentes de soberanía tecnológica.
Desde América Latina, el desafío es doble: incorporar estas tecnologías para reducir la brecha digital, pero sin quedar subordinados a un solo proveedor. Empresas como Servicio Satelital S.A. en Argentina han comenzado a ofrecer servicios multi-órbita en asociación con constelaciones como OneWeb y Starlink, abriendo el juego a más competencia. La eventual entrada de Kuiper al mercado regional, con su capacidad de integrarse a dispositivos de consumo masivo, podría redefinir ese mapa de oferta.
¿Una nueva guerra de órbitas?
Lo que está en juego ya no es solo la conectividad de zonas remotas, sino el acceso a espectro, licencias de aterrizaje (landing rights), tráfico de datos y poder económico. La expansión de Kuiper y los primeros pasos de Spacesail consolidan un escenario de constelaciones múltiples con lógicas de despliegue, financiamiento y control muy distintas. Como se anticipó en nuestro informe de tendencias 2025: “Direct-to-Device e IoT: el nuevo campo de batalla orbital”, la próxima etapa será móvil, integrada y política.
A menos de un año de su entrada comercial prevista, Kuiper debe demostrar que puede competir no solo en escala, sino también en confiabilidad, interoperabilidad y costos. De lograrlo, no solo abrirá una nueva etapa en la conectividad satelital, sino que contribuirá a descomprimir un mercado altamente concentrado. Lo que comenzó como una carrera técnica se convierte, cada vez más, en una disputa estratégica por la soberanía digital del planeta.
Imagen sugerida para esta nota: Render oficial de un satélite Kuiper desplegado en órbita terrestre baja sobre un mapa global.












