Durante mucho tiempo se temió la llegada del “Tsunami plateado”, o sea, el momento en que la gente de edad se retira de la fuerza laboral y se convierte en “clase pasiva” viviendo a expensas del trabajo de los más jóvenes.
Una versión algo más optimista de esta ola demográfica es la que presta atención al poder del “dólar plateado”, o sea, el poder de consumo que reside en la gran cantidad de jubilados y pensionados en la sociedad.
El famoso tsunami plateado ya llegó, pero no se manifiesta ni en la cantidad de jubilados, ni en la cantidad de consumidores sino en la cantidad de trabajadores. Desde 1998, en Estados Unidos al menos, la principal causa del aumento en el número de personas empleadas (creció 22 millones) se atribuye a los trabajadores de más de 55 años.
El aumento en el número de trabajadores de edad no es una simple consecuencia de que haya más personas en ese rango etario sino en la proporción de ese grupo que sigue trabajando. No todos de los que siguen trabajando lo qieren hacer y no todos tienen buena salud. Muchos lo hacen por razones financieras.
La naturaleza de ese trabajo post- jubilación varía según el nivel educativo. Los que tienen un título profesional o alto grado de educación suelen permanecer en los niveles senior de la escala laboral o tienen trabajos satisfactorios que los demás, que tienen trabajos precarios o hacen changas.
Pero esas personas deben sobrellevar, además, problemas familiares de diversa índole: cuidar a cónyuges u otros miembros de la familia, su propia salud y superar habilidades anticuadas. Lo notable, sin embargo, es que estas dificultades no son exclusivas de los trabajadores de edad avanzada; muchos de estos problemas son compartidos con las demás edades. Los gobiernos no deberían inventar nuevas políticas sino extender las existentes para ayudar a ese grupo. Todo gobierno que busque hacer crecer su PBI haría muy bien en cuidar del voluminoso grupo de trabajadores que componen “el tsunami plateado”.
