La vieja sabiduría griega mencionada al equilibrio y la armonía como los factores necesarios para mantener el orden del cosmos, del Estado y del hombre, valores éstos válidos tanto en el plan de la metafísica, de la política y aún de la estética.
Valga esta reflexión para explicar el por qué los observadores de la vida nacional mostraban ,al cerrarse esta semana, cierto desasosiego al interpretar el particular momento que vivía el país, con un ministro de Economía de fuerte personalidad, acerca de cuya presencia en el gobierno las opiniones se dividían de manera tajante, aunque a veces no explicitadas con claridad.
Y es explicable este juego de luces y sombras que introduce Ricardo López Murphy, cuya designación produjo un rebote en alza de la Bolsa apenas conocida y, luego, una actitud cautelosa de observación por parte de los inversores.
Aunque calificada de absurda, el jueves circuló la versión de la renuncia del flamante titular del Palacio de Hacienda, basada en el supuesto de que no lograba vencer las resistencias políticas que generaban sus propuestas y los nombres de sus colaboradores.
Al faltar una hora para cerrar el mercado, las acciones habían descendido 2%; pero el anuncio de los miembros del nuevo equipo económico logró que se recuperaran en buena medida, quedando con una leve pérdida de 0,31%.
Es que, en definitiva, el panorama no es claro sobre la verdadera capacidad de maniobra que tendrá el sucesor de Machinea, cuyas ideas se conocen, pero no se habían concretado en el anuncio de los operativos que emprendería a corto, mediano y largo plazo.
A grandes rasgos era posible identificar dos frentes en el campo político y social movilizados por la asunción del nuevo ministro:
1. Cuenta con el apoyo del mundo financiero: mercados, inversores internacionales, la banca, las empresas calificadoras y los intelectuales adscriptos a la ideología liberal, el sector del peronismo que responde a Carlos Saúl Menem y claro está, el ala delarruista de la coalición gobernante.
2. La línea de resistencia, claramente explicitada o eventual, está constituida por gran parte del Frepaso y de la UCR que reconoce su líder en Raúl Alfonsín, el triunvirato de gobernadores justicialistas ( Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires) y la mayoría de los gobernadores de las otras provincias, las organizaciones sindicales, la jerarquía eclesiástica que reivindica su opción por los pobres y los sectores de la izquierda más intransigente y agresiva.
Los voceros empresarios de los sectores productivos, de la industria y del agro, mantienen una reserva en la que se desliza cierto grado de aprensión.
Aunque el Presidente no habría impuesto ningún género de condicionamientos a López Murphy ,según reconocen sus allegados, los observadores analizaron atentamente una frase de Colombo: “Nunca hablamos de la palabra ajuste, si por esto se entiende rebaja de salarios y eliminación de puestos de trabajo”.
Porque esa afirmación es lo más parecido a delinear un límite a la política de un hombre identificado con el ideario de Fiel, institución de la que surgen iniciativas que proponen una reforma profunda del Estado, con eventual eliminación de 50 organismos y dependencias oficiales y la también eventual prescindencia de 95.000 cargos públicos.
El nombramiento de Manuel Solanet, con antecedentes de actuación en los gobiernos de Arturo Illia, Juan Carlos Onganía, en la secretaría de Hacienda ejercida por Roberto Alemann entre diciembre de 1981 y junio de 1982 y en el ministerio de Economía de José Alfredo Martínez de Hoz, solivianta a algunos sectores contrarios al liberalismo ortodoxo.
La discusión de los teóricos se ha planteado acerca de si la política es “el arte de lo posible” o, por el contrario de “hacer posible lo necesario”; la diferencia es más amplia de lo perceptible a primera vista.
En el primer caso, el gobernante sin el necesario respaldo de un poder decisivo, se limita a hacer lo que la realidad le permite, al menos durante una coyuntura determinada.
En el segundo, dotado de una masa de poder determinante, fuerza las líneas de resistencia y, al servicio de su estrategia, adopta decisiones que lesiona a algunos grupos sociales en un momento histórico determinado.
Para lo cual es necesario sumar políticas puntuales precisas, buen manejo del “timing político”, adecuada masa crítica de poder a disposición y clara percepción de quienes son aliados y quienes son adversarios.
En este panorama claroscuro se mueve Fernando de la Rúa a quien algunos observadores señalan que, si fracasa López Murphy debido a las limitaciones que le puede imponer la realidad política y social, le quedaría una única opción posible: convocar a Domingo Cavallo, para salvar su gobierno, tal como hiciera oportunamente Carlos Saúl Menem.
En el Banco Central, en Economía o en la Jefatura de Gabinete – todas posibilidades esgrimidas días pasados por los comentaristas políticos – Cavallo en el gobierno impondría su propia estrategia política y su programa económico.
Y si algo tiene en claro el ex ministro de Menem es que no se puede perder la ocasión de tomar el poder y que hay que saber mantenerlo firmemente empuñado; Cavallo al parecer no tiene vocación de segundo, ni siquiera de “primus inter pares”.
Una frase atribuida a Adolfo Canitrot fue recogida por los medios para explicar su vocación: dijo que “cuando estuvo en el Banco Central actuó como ministro de Economía, cuando llegó a Economía actuó como si fuera Presidente y, de llegar a la Presidencia -¿acaso exageró Canitrot? – querría actuar como rey del mundo”.
De la Rúa debe despejar varias incógnitas en los próximos días; el tiempo no juega a su favor.
En primer término, comprobar en qué medida podrá contar con el apoyo de su partido y del Frepaso (Ver “Alfonsín se postular para Senador”).
Luego, buscar puntos de conciliación con los intereses políticos de los gobernadores, en particular los de la oposición (Ver “Cumbre de gobernadores justicialistas”).
Controlar a los legisladores del oficialismo, soliviantados por las denuncias de corrupción y por los cargos levantados contra el presidente del Banco Central, Pedro Pou (Ver “Diputados reclaman documentación”).
Finalmente aguardar de qué manera actuará López Murphy frente a la marcha de la economía del país y del mundo, con sus aspectos contradictorios para el éxito de su gestión (Ver “Saldo favorable del intercambio”).
Todo ello sumado a su aptitud personal para modificar su propia imagen ante la opinión pública, la que reclama actitudes de decisión y de liderazgo.
La Argentina es un país presidencialista, no parlamentarista, donde el jefe de Gobierno debe ser, necesariamente, el Jefe de Estado, más un caudillo que un administrador.
La vieja sabiduría griega mencionada al equilibrio y la armonía como los factores necesarios para mantener el orden del cosmos, del Estado y del hombre, valores éstos válidos tanto en el plan de la metafísica, de la política y aún de la estética.
Valga esta reflexión para explicar el por qué los observadores de la vida nacional mostraban ,al cerrarse esta semana, cierto desasosiego al interpretar el particular momento que vivía el país, con un ministro de Economía de fuerte personalidad, acerca de cuya presencia en el gobierno las opiniones se dividían de manera tajante, aunque a veces no explicitadas con claridad.
Y es explicable este juego de luces y sombras que introduce Ricardo López Murphy, cuya designación produjo un rebote en alza de la Bolsa apenas conocida y, luego, una actitud cautelosa de observación por parte de los inversores.
Aunque calificada de absurda, el jueves circuló la versión de la renuncia del flamante titular del Palacio de Hacienda, basada en el supuesto de que no lograba vencer las resistencias políticas que generaban sus propuestas y los nombres de sus colaboradores.
Al faltar una hora para cerrar el mercado, las acciones habían descendido 2%; pero el anuncio de los miembros del nuevo equipo económico logró que se recuperaran en buena medida, quedando con una leve pérdida de 0,31%.
Es que, en definitiva, el panorama no es claro sobre la verdadera capacidad de maniobra que tendrá el sucesor de Machinea, cuyas ideas se conocen, pero no se habían concretado en el anuncio de los operativos que emprendería a corto, mediano y largo plazo.
A grandes rasgos era posible identificar dos frentes en el campo político y social movilizados por la asunción del nuevo ministro:
1. Cuenta con el apoyo del mundo financiero: mercados, inversores internacionales, la banca, las empresas calificadoras y los intelectuales adscriptos a la ideología liberal, el sector del peronismo que responde a Carlos Saúl Menem y claro está, el ala delarruista de la coalición gobernante.
2. La línea de resistencia, claramente explicitada o eventual, está constituida por gran parte del Frepaso y de la UCR que reconoce su líder en Raúl Alfonsín, el triunvirato de gobernadores justicialistas ( Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires) y la mayoría de los gobernadores de las otras provincias, las organizaciones sindicales, la jerarquía eclesiástica que reivindica su opción por los pobres y los sectores de la izquierda más intransigente y agresiva.
Los voceros empresarios de los sectores productivos, de la industria y del agro, mantienen una reserva en la que se desliza cierto grado de aprensión.
Aunque el Presidente no habría impuesto ningún género de condicionamientos a López Murphy ,según reconocen sus allegados, los observadores analizaron atentamente una frase de Colombo: “Nunca hablamos de la palabra ajuste, si por esto se entiende rebaja de salarios y eliminación de puestos de trabajo”.
Porque esa afirmación es lo más parecido a delinear un límite a la política de un hombre identificado con el ideario de Fiel, institución de la que surgen iniciativas que proponen una reforma profunda del Estado, con eventual eliminación de 50 organismos y dependencias oficiales y la también eventual prescindencia de 95.000 cargos públicos.
El nombramiento de Manuel Solanet, con antecedentes de actuación en los gobiernos de Arturo Illia, Juan Carlos Onganía, en la secretaría de Hacienda ejercida por Roberto Alemann entre diciembre de 1981 y junio de 1982 y en el ministerio de Economía de José Alfredo Martínez de Hoz, solivianta a algunos sectores contrarios al liberalismo ortodoxo.
La discusión de los teóricos se ha planteado acerca de si la política es “el arte de lo posible” o, por el contrario de “hacer posible lo necesario”; la diferencia es más amplia de lo perceptible a primera vista.
En el primer caso, el gobernante sin el necesario respaldo de un poder decisivo, se limita a hacer lo que la realidad le permite, al menos durante una coyuntura determinada.
En el segundo, dotado de una masa de poder determinante, fuerza las líneas de resistencia y, al servicio de su estrategia, adopta decisiones que lesiona a algunos grupos sociales en un momento histórico determinado.
Para lo cual es necesario sumar políticas puntuales precisas, buen manejo del “timing político”, adecuada masa crítica de poder a disposición y clara percepción de quienes son aliados y quienes son adversarios.
En este panorama claroscuro se mueve Fernando de la Rúa a quien algunos observadores señalan que, si fracasa López Murphy debido a las limitaciones que le puede imponer la realidad política y social, le quedaría una única opción posible: convocar a Domingo Cavallo, para salvar su gobierno, tal como hiciera oportunamente Carlos Saúl Menem.
En el Banco Central, en Economía o en la Jefatura de Gabinete – todas posibilidades esgrimidas días pasados por los comentaristas políticos – Cavallo en el gobierno impondría su propia estrategia política y su programa económico.
Y si algo tiene en claro el ex ministro de Menem es que no se puede perder la ocasión de tomar el poder y que hay que saber mantenerlo firmemente empuñado; Cavallo al parecer no tiene vocación de segundo, ni siquiera de “primus inter pares”.
Una frase atribuida a Adolfo Canitrot fue recogida por los medios para explicar su vocación: dijo que “cuando estuvo en el Banco Central actuó como ministro de Economía, cuando llegó a Economía actuó como si fuera Presidente y, de llegar a la Presidencia -¿acaso exageró Canitrot? – querría actuar como rey del mundo”.
De la Rúa debe despejar varias incógnitas en los próximos días; el tiempo no juega a su favor.
En primer término, comprobar en qué medida podrá contar con el apoyo de su partido y del Frepaso (Ver “Alfonsín se postular para Senador”).
Luego, buscar puntos de conciliación con los intereses políticos de los gobernadores, en particular los de la oposición (Ver “Cumbre de gobernadores justicialistas”).
Controlar a los legisladores del oficialismo, soliviantados por las denuncias de corrupción y por los cargos levantados contra el presidente del Banco Central, Pedro Pou (Ver “Diputados reclaman documentación”).
Finalmente aguardar de qué manera actuará López Murphy frente a la marcha de la economía del país y del mundo, con sus aspectos contradictorios para el éxito de su gestión (Ver “Saldo favorable del intercambio”).
Todo ello sumado a su aptitud personal para modificar su propia imagen ante la opinión pública, la que reclama actitudes de decisión y de liderazgo.
La Argentina es un país presidencialista, no parlamentarista, donde el jefe de Gobierno debe ser, necesariamente, el Jefe de Estado, más un caudillo que un administrador.