Sobre el fin de semana algunos trascendidos indicaron que, finalmente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) habría decidido enviar una misión a la Argentina para negociar un acuerdo. Entre las razones que habrían motivado la decisión de la entidad de crédito parecieron pesar más las políticas que las económicas.
Entre estas se citan las esgrimidas por varios politólogos y analistas, que señalan el crecimiento de Lula, el candidato de la izquierda en las elecciones brasileñas (con todo lo que eso significa) y el contagio que la Argentina podría expandir en Brasil –que ya siente en carne propia la suba del riesgo país– o en Uruguay, un temor ya manifestado por su sanguíneo y verborrágico presidente.
Tal vez sea así, la llegada de la misión del FMI se concrete y se compruebe su intención de acordar. Para arribar a este resultado, el Gobierno ya derogó la ley de Subversión Económica y los cambios pedidos en la ley de Quiebras, entre otras exigencias, que como se verán, son un tanto sinuosas.
Sin embargo, la administración Duhalde tiene un importante problema que resolver antes de sentarse a negociar. A la Argentina se le pedirá una tarea titánica: generar un superávit fiscal primario de alrededor de 3% del Producto Bruto Interno para que cualquier promesa de pago, aún después de una quita de capital del orden de 70%, sea creíble.
La dificultad es clara, ya que el país está en una posición lejana de lograr ese objetivo, lo que configuraría un motivo esencial en la demora de las negociaciones.
Esta demora choca con la urgencia que han demostrado las autoridades en aclarar que no habría ajustes en las tarifas públicas durante junio, decisión que parece orientada por Alberto Biagosh, amigo y mentor de Lavagna.
Para afirmar su posición, en su estadía en España el ministro dejó en claro que las negociaciones con las privatizadas (la mayoría, en manos españolas) serán duras. Y habría ido más lejos: “si alguien quiere irse del país que lo haga. Encontraremos reemplazante”, habrían sido sus palabras en la cálida Madrid.
Una cuestión Central
Más allá del duro combate que le espera al Gobierno en la puja por mantener quietas las tarifas (o explicar una nueva marcha atrás, materia en la que ha logrado gran experiencia en apenas cinco meses), queda una pregunta. ¿Por qué si durante 2002 se registra un superávit comercial de unos US$ 14.000 millones que se depositan obligatoriamente en cuentas a la vista el Banco Central pierde reservas internacionales en lugar de ganarlas?
Porque los bancos, empresas y particulares utilizan todo tipo de herramientas para burlar el control y las restricciones del sistema financiero, pese al endurecimiento de la autoridad monetaria en esta material.
En ese sentido, hay economistas que afirman que esto sucedo porque la entidad, durante la última gestión de Domingo Cavallo en el Ministerio de Economía, ha debido complicar enormemente las operaciones de liquidación de divisas. Y en el extremo opuesto están los que creen que el Estado no tiene la más mínima fortaleza para disciplinar a los exportadores.
Sin embargo, el BCRA muestra su capacidad de reaccionar. En los últimos días ha cerrado varios resquicios legales que abrían espacio a la fuga de capitales. De hecho, el goteo del corralito ha disminuido, aunque en parte esto se debe a la vigencia de la ley Tapón.
Pero también es válido decir que el control de cambios funciona mejor. El viernes la divisa cerró a $3,63 / $3,78, un valor alto, aunque marca un gran aumento con respecto al que registró al comienzo de la semana. Pero a esa capacidad, hay que sumar la disposición de Lavagna de intervenir en el mercado de cambios con un esquema de flotación sucia.
Los bancos y el dólar<
Detrás de la nueva reprogramación de depósitos (que suman unos $ 38.000 millones) y la posibilidad de que los ahorristas elijan bonos a largo plazo o la espera de vencimientos que comienzan a ser efectivos en enero de 2003, cabe preguntarse: ¿qué dirá el FMI frente a la nueva estrategia Lavagna en cuanto al corralito?
El organismo se mostró partidario, como los bancos, de que el menú de bonos de largo plazo fuera sólo compulsivo, lo que obligaría a los ahorristas a tomar estos papeles más allá de las dudas que puedan tener en cuanto a su cotización a la hora de cobrarlos. En el FMI creen que si la conversión de depósitos reprogramados en bonos de largo plazo es compulsiva, la cuestión monetaria sólo se reduciría a las pérdidas de las cuentas a la vista, lo que no constituiría un problema inmanejable.
La postura del FMI ahora parece firme. Pero puede variar, por causas que tal vez aún no puedan explicarse. Para esto sólo vale un ejemplo, que ilustra que la entidad de crédito suele ser un perfecto muestrario de incongruencias: pasó de oligofrénicos elogios a la Argentina de los ´90 para convertirse en muy poco tiempo en su más celoso cancerbero.
Y al parecer, en las últimas horas ha mostrado una nueva contradicción. Es que el FMI ha pedido hasta hace pocos días la libre flotación del dólar. Y según trascendió en las últimas horas, la misión que viene a Buenos Aires, traería entre sus consignas un pedido de medidas para que la divisa estadounidense no se dispare.
Sobre el fin de semana algunos trascendidos indicaron que, finalmente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) habría decidido enviar una misión a la Argentina para negociar un acuerdo. Entre las razones que habrían motivado la decisión de la entidad de crédito parecieron pesar más las políticas que las económicas.
Entre estas se citan las esgrimidas por varios politólogos y analistas, que señalan el crecimiento de Lula, el candidato de la izquierda en las elecciones brasileñas (con todo lo que eso significa) y el contagio que la Argentina podría expandir en Brasil –que ya siente en carne propia la suba del riesgo país– o en Uruguay, un temor ya manifestado por su sanguíneo y verborrágico presidente.
Tal vez sea así, la llegada de la misión del FMI se concrete y se compruebe su intención de acordar. Para arribar a este resultado, el Gobierno ya derogó la ley de Subversión Económica y los cambios pedidos en la ley de Quiebras, entre otras exigencias, que como se verán, son un tanto sinuosas.
Sin embargo, la administración Duhalde tiene un importante problema que resolver antes de sentarse a negociar. A la Argentina se le pedirá una tarea titánica: generar un superávit fiscal primario de alrededor de 3% del Producto Bruto Interno para que cualquier promesa de pago, aún después de una quita de capital del orden de 70%, sea creíble.
La dificultad es clara, ya que el país está en una posición lejana de lograr ese objetivo, lo que configuraría un motivo esencial en la demora de las negociaciones.
Esta demora choca con la urgencia que han demostrado las autoridades en aclarar que no habría ajustes en las tarifas públicas durante junio, decisión que parece orientada por Alberto Biagosh, amigo y mentor de Lavagna.
Para afirmar su posición, en su estadía en España el ministro dejó en claro que las negociaciones con las privatizadas (la mayoría, en manos españolas) serán duras. Y habría ido más lejos: “si alguien quiere irse del país que lo haga. Encontraremos reemplazante”, habrían sido sus palabras en la cálida Madrid.
Una cuestión Central
Más allá del duro combate que le espera al Gobierno en la puja por mantener quietas las tarifas (o explicar una nueva marcha atrás, materia en la que ha logrado gran experiencia en apenas cinco meses), queda una pregunta. ¿Por qué si durante 2002 se registra un superávit comercial de unos US$ 14.000 millones que se depositan obligatoriamente en cuentas a la vista el Banco Central pierde reservas internacionales en lugar de ganarlas?
Porque los bancos, empresas y particulares utilizan todo tipo de herramientas para burlar el control y las restricciones del sistema financiero, pese al endurecimiento de la autoridad monetaria en esta material.
En ese sentido, hay economistas que afirman que esto sucedo porque la entidad, durante la última gestión de Domingo Cavallo en el Ministerio de Economía, ha debido complicar enormemente las operaciones de liquidación de divisas. Y en el extremo opuesto están los que creen que el Estado no tiene la más mínima fortaleza para disciplinar a los exportadores.
Sin embargo, el BCRA muestra su capacidad de reaccionar. En los últimos días ha cerrado varios resquicios legales que abrían espacio a la fuga de capitales. De hecho, el goteo del corralito ha disminuido, aunque en parte esto se debe a la vigencia de la ley Tapón.
Pero también es válido decir que el control de cambios funciona mejor. El viernes la divisa cerró a $3,63 / $3,78, un valor alto, aunque marca un gran aumento con respecto al que registró al comienzo de la semana. Pero a esa capacidad, hay que sumar la disposición de Lavagna de intervenir en el mercado de cambios con un esquema de flotación sucia.
Los bancos y el dólar<
Detrás de la nueva reprogramación de depósitos (que suman unos $ 38.000 millones) y la posibilidad de que los ahorristas elijan bonos a largo plazo o la espera de vencimientos que comienzan a ser efectivos en enero de 2003, cabe preguntarse: ¿qué dirá el FMI frente a la nueva estrategia Lavagna en cuanto al corralito?
El organismo se mostró partidario, como los bancos, de que el menú de bonos de largo plazo fuera sólo compulsivo, lo que obligaría a los ahorristas a tomar estos papeles más allá de las dudas que puedan tener en cuanto a su cotización a la hora de cobrarlos. En el FMI creen que si la conversión de depósitos reprogramados en bonos de largo plazo es compulsiva, la cuestión monetaria sólo se reduciría a las pérdidas de las cuentas a la vista, lo que no constituiría un problema inmanejable.
La postura del FMI ahora parece firme. Pero puede variar, por causas que tal vez aún no puedan explicarse. Para esto sólo vale un ejemplo, que ilustra que la entidad de crédito suele ser un perfecto muestrario de incongruencias: pasó de oligofrénicos elogios a la Argentina de los ´90 para convertirse en muy poco tiempo en su más celoso cancerbero.
Y al parecer, en las últimas horas ha mostrado una nueva contradicción. Es que el FMI ha pedido hasta hace pocos días la libre flotación del dólar. Y según trascendió en las últimas horas, la misión que viene a Buenos Aires, traería entre sus consignas un pedido de medidas para que la divisa estadounidense no se dispare.