Confusa y complicada, a menudo de efectos absurdos, la TMA es una forma desmedida y enmascarada de gabela que ahogará durante años a decenas de millonmes de familias con ingresos medios. La inventaron en 1969 para impedir que los ricos aprovechasen deducciones tributarias para eludir pagar lo que les correspondía. Pero, cuando venza la presentación por el impuesto a réditos –el viernes 15-, la TAM exigirá a 2.900.000 hogares abonar un promedio de US$ 6.000 extras, que no esperaban.
Eso será sólo el principio. Si la actual legislación tributaria sigue sin cambios, la TAM llegará a aumentar en US$ 33.900 millones las contribuciones tributaria de 18.100.000 familias el año próximo. Hacia 2010, serán unos 100.000 millones, que se habrán doblado a 200.000 millones en 2015, sobre 35 millones de hogares.
El presidente ha prometido solucionar la cuestión como parte de una total reforma del código tributario y ha formado un comité bipartidario que debe elevar recomendaciones a fines de julio. Pero funcionarios del poder ejecutivo ha señalado claramente que cuentan con esos ingresos adicionales, sea cual fuere el destino de la TAM. Según las instrucciones de Bush, las propuestas del grupo serán “neutras en términos fiscales”; o sea, no podrán subir ni bajar impuestos. También darán por sentado que las rebajas tributarias (en favor de grandes empresas, personas de altos ingresos y dividendos bursátiles) se harán permanentes. Es decir, los paquetes de 2001, 2003 y 2004 no expirarán en 2010, 2012 y 2013.
Tornar definitivas esas reducciones temporales reducirá en US$ 1,8 billónes los ingresos fiscales geunidos disponibles en el lapso 2001-13. Pero la Casa Blanca le exige al comité que la reducción o eliminación de la TAM habrá de compensarse con aumentos en otras categorías.
Los especialistan en el tema vienen sosteniendo, desde hace rato, que la TAM es “un alza enmascarada de impuestos” nunca buscada por el congreso y puede caer sobre millones de contribuyentes desprevenidos. Pero un aumento vía reforma podría ser aún más alevoso. Si la TAM baja, las alzas compensatorias probablemente queden disimuladas bajo tantas modificaciones que, al fin, la gente nunca sabrá qué ni quién le dio el golpe de gracia.
Explícitos o implícitos, los aumentos impositivos en ciernes son casi tan altos como las rebajas otorgadas por Bush, sólo que no pesarán sobre los ricos, beneficiados por la generosidad fiscal de los neoconservadores. El analista Leonard Burman estima que el gobierno federal deberá elevar substancialmente los impuestos ordinarios a réditos, en todas las categorías, para neutralizar los ingresos eliminados si desaparece la TAM.
Así, los contribuyentes que abonan 28% hoy pasarán a 35% y quienes pagan el máximo (33%) pasarán a 41,4%. De por sí sola, “la TAM es una enorme carga potencial insertada en la presente legislación. Ésta –explica el técnico- determina que, al correr del tiempo, se avance hacia un esquema mucho menos progresivo, con brutales sobretasas en perjuicio de matrimonios con hijos”.
Semejantes perspectivas se originan en dos factores. El primero es que el nivel de exclusión en la TAM no se ajusta por inflación, por ende la tasa afecta cada vez más personas por año, pues sus ingresos nominales van subiendo. El segundo deriva, paradójicamente, de los rebajas concedidas por Bush en 2001, 2003 y 2004. Los tres paquetes reducen impuestos ordinarios para casi todas las categorías –aunque en mayor grado para las supseriores-, pero sin modificar la TAM. Al mismo tiempo, algunas de las rebajas son en forma de mayores exenciones para matrimonios (por hijo, gastos de crianza y educación), no permitidas según el esquema de reformas.
De un modo u otro, hacer permanentes las rebajas dictadas por Bush tendría efectos contraproducentes. Según Burman, “la TAM generaría unos US$ 69.200 millones en ingresos fiscales extras hacia 2015, si hubiesen expirado los paquete de rebajas en 2010, 2012 y 2013. Pero, si el ejecutivo persuadiera al legislativo de mantenerlos, la TAM ascendería a US$ 200.800 millones ese mismo 2015”.
Confusa y complicada, a menudo de efectos absurdos, la TMA es una forma desmedida y enmascarada de gabela que ahogará durante años a decenas de millonmes de familias con ingresos medios. La inventaron en 1969 para impedir que los ricos aprovechasen deducciones tributarias para eludir pagar lo que les correspondía. Pero, cuando venza la presentación por el impuesto a réditos –el viernes 15-, la TAM exigirá a 2.900.000 hogares abonar un promedio de US$ 6.000 extras, que no esperaban.
Eso será sólo el principio. Si la actual legislación tributaria sigue sin cambios, la TAM llegará a aumentar en US$ 33.900 millones las contribuciones tributaria de 18.100.000 familias el año próximo. Hacia 2010, serán unos 100.000 millones, que se habrán doblado a 200.000 millones en 2015, sobre 35 millones de hogares.
El presidente ha prometido solucionar la cuestión como parte de una total reforma del código tributario y ha formado un comité bipartidario que debe elevar recomendaciones a fines de julio. Pero funcionarios del poder ejecutivo ha señalado claramente que cuentan con esos ingresos adicionales, sea cual fuere el destino de la TAM. Según las instrucciones de Bush, las propuestas del grupo serán “neutras en términos fiscales”; o sea, no podrán subir ni bajar impuestos. También darán por sentado que las rebajas tributarias (en favor de grandes empresas, personas de altos ingresos y dividendos bursátiles) se harán permanentes. Es decir, los paquetes de 2001, 2003 y 2004 no expirarán en 2010, 2012 y 2013.
Tornar definitivas esas reducciones temporales reducirá en US$ 1,8 billónes los ingresos fiscales geunidos disponibles en el lapso 2001-13. Pero la Casa Blanca le exige al comité que la reducción o eliminación de la TAM habrá de compensarse con aumentos en otras categorías.
Los especialistan en el tema vienen sosteniendo, desde hace rato, que la TAM es “un alza enmascarada de impuestos” nunca buscada por el congreso y puede caer sobre millones de contribuyentes desprevenidos. Pero un aumento vía reforma podría ser aún más alevoso. Si la TAM baja, las alzas compensatorias probablemente queden disimuladas bajo tantas modificaciones que, al fin, la gente nunca sabrá qué ni quién le dio el golpe de gracia.
Explícitos o implícitos, los aumentos impositivos en ciernes son casi tan altos como las rebajas otorgadas por Bush, sólo que no pesarán sobre los ricos, beneficiados por la generosidad fiscal de los neoconservadores. El analista Leonard Burman estima que el gobierno federal deberá elevar substancialmente los impuestos ordinarios a réditos, en todas las categorías, para neutralizar los ingresos eliminados si desaparece la TAM.
Así, los contribuyentes que abonan 28% hoy pasarán a 35% y quienes pagan el máximo (33%) pasarán a 41,4%. De por sí sola, “la TAM es una enorme carga potencial insertada en la presente legislación. Ésta –explica el técnico- determina que, al correr del tiempo, se avance hacia un esquema mucho menos progresivo, con brutales sobretasas en perjuicio de matrimonios con hijos”.
Semejantes perspectivas se originan en dos factores. El primero es que el nivel de exclusión en la TAM no se ajusta por inflación, por ende la tasa afecta cada vez más personas por año, pues sus ingresos nominales van subiendo. El segundo deriva, paradójicamente, de los rebajas concedidas por Bush en 2001, 2003 y 2004. Los tres paquetes reducen impuestos ordinarios para casi todas las categorías –aunque en mayor grado para las supseriores-, pero sin modificar la TAM. Al mismo tiempo, algunas de las rebajas son en forma de mayores exenciones para matrimonios (por hijo, gastos de crianza y educación), no permitidas según el esquema de reformas.
De un modo u otro, hacer permanentes las rebajas dictadas por Bush tendría efectos contraproducentes. Según Burman, “la TAM generaría unos US$ 69.200 millones en ingresos fiscales extras hacia 2015, si hubiesen expirado los paquete de rebajas en 2010, 2012 y 2013. Pero, si el ejecutivo persuadiera al legislativo de mantenerlos, la TAM ascendería a US$ 200.800 millones ese mismo 2015”.