Ante estas señales preocupantes, los analistas de mercado creen que “los modelos económicos anteriores son anacrónicos, pues los vaivenes del costo de vida dependen mucho más de la oferta y la demanda globales que de las economías nacionales o regionales”. Así sostenía un anónimo redactor de “The economist”, posiblemente funcionario del Banco de Inglaterra.
Pero, como señalan Jeffrey Sachs (fundador del foro de Davos) y Paul Krugman, los cuadros inflacionarios básicos son tan locales como divergentes. “No existen indicios de que haya una especia de magia global común a la Unión Europea, Estados Unidos, China, Japón y los países petroleros. Por el contrario –observaban expertos universitarios de Estocolmo y Varsovia-, la UE ni siquiera tiene similitudes entre sus veinticinco miembros”.
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Ocurre que la “inflación media” esgrimida por los neoclásicos es sólo una ficción estadística. Sea como fuere, hay algo cierto: EE.UU. muestra señales claras de creciente inflación minorista y mayorista. Algo parecido, pero de otro tipo, viven China, India, algunas economías petroleras y latinoamericanas. También es obvio que los precios de hidrocarburos –inflados en buena medida por la especulación con futuros, en beneficio de las grandes petroleras- surten efectos globales.
En cuanto a la serie de ciclones caribeños sin precedentes en muchos años, Krugman y George Sörös advierten otra contradicciòn de la sapiencia convencional. “Los mismos que ven globalización por todas partes –dice el financista húngaro-, la niegan en cuanto los efectos de los huracanes en la economía estadounidense”. En la mejor vena maltusiana, Wall Street efectivamente sostiene que Catalina, Rita o Vilma afectarán a zonas de bajos ingresos y marginación.
Al particularizar en EE.UU. y la UE, el semanario inglés insiste con otra explicación típica de los mercados financieros: “además del petróleo, el costo de mano de obra en el sector privado subió 4,2% entre octubre de 2004 y septiembre último”. Pero ese guarismo, una generalización estadistica, no está muy por encima de los precios mayoristas y minoristas.
La clave del asunto es otra, como lo deja entrever la revista: “una competencia cada vez más dura obliga a transladar costos salariales a precios”. Eso contradice una vieja idea sobre la libre competenencia como freno al aumento de precios. Para peor, el propio informe semestral del Fondo Monetario (septiembre) admite que, entre julio de 2004 y junio pasado, no se han registrados incrementos en los salario reales medios observados en el Grupo de los 7.
En realidad, casi todos los argumentos del fundamentalisno globalizador remiten al último informe de la Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE, reducto del mercantilismo). En este caso, complementado por un análisis del Banco de Ajustes Internacionales (BAI, Basilea), naturalmente segado en favor del sector financiero donde, en efecto, existe una amplia –aunque no total- globalización.
Ante estas señales preocupantes, los analistas de mercado creen que “los modelos económicos anteriores son anacrónicos, pues los vaivenes del costo de vida dependen mucho más de la oferta y la demanda globales que de las economías nacionales o regionales”. Así sostenía un anónimo redactor de “The economist”, posiblemente funcionario del Banco de Inglaterra.
Pero, como señalan Jeffrey Sachs (fundador del foro de Davos) y Paul Krugman, los cuadros inflacionarios básicos son tan locales como divergentes. “No existen indicios de que haya una especia de magia global común a la Unión Europea, Estados Unidos, China, Japón y los países petroleros. Por el contrario –observaban expertos universitarios de Estocolmo y Varsovia-, la UE ni siquiera tiene similitudes entre sus veinticinco miembros”.
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Ocurre que la “inflación media” esgrimida por los neoclásicos es sólo una ficción estadística. Sea como fuere, hay algo cierto: EE.UU. muestra señales claras de creciente inflación minorista y mayorista. Algo parecido, pero de otro tipo, viven China, India, algunas economías petroleras y latinoamericanas. También es obvio que los precios de hidrocarburos –inflados en buena medida por la especulación con futuros, en beneficio de las grandes petroleras- surten efectos globales.
En cuanto a la serie de ciclones caribeños sin precedentes en muchos años, Krugman y George Sörös advierten otra contradicciòn de la sapiencia convencional. “Los mismos que ven globalización por todas partes –dice el financista húngaro-, la niegan en cuanto los efectos de los huracanes en la economía estadounidense”. En la mejor vena maltusiana, Wall Street efectivamente sostiene que Catalina, Rita o Vilma afectarán a zonas de bajos ingresos y marginación.
Al particularizar en EE.UU. y la UE, el semanario inglés insiste con otra explicación típica de los mercados financieros: “además del petróleo, el costo de mano de obra en el sector privado subió 4,2% entre octubre de 2004 y septiembre último”. Pero ese guarismo, una generalización estadistica, no está muy por encima de los precios mayoristas y minoristas.
La clave del asunto es otra, como lo deja entrever la revista: “una competencia cada vez más dura obliga a transladar costos salariales a precios”. Eso contradice una vieja idea sobre la libre competenencia como freno al aumento de precios. Para peor, el propio informe semestral del Fondo Monetario (septiembre) admite que, entre julio de 2004 y junio pasado, no se han registrados incrementos en los salario reales medios observados en el Grupo de los 7.
En realidad, casi todos los argumentos del fundamentalisno globalizador remiten al último informe de la Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE, reducto del mercantilismo). En este caso, complementado por un análisis del Banco de Ajustes Internacionales (BAI, Basilea), naturalmente segado en favor del sector financiero donde, en efecto, existe una amplia –aunque no total- globalización.