El eje Buenos Aires-Brasilia desaira a Caracas

La cooperación en materia energética es una prioridad para Argentina y Brasil. Hugo Chávez la utiliza como latiguillo para convocar a la integración sudamericana. Pero ahora aparece desplazado del eje principal.

21 noviembre, 2007

La presidenta electa argentina, Cristina Fernández, visitó al primer mandatario brasilero, Lula da Silva, en Brasilia. Es su segunda visita internacional tras las elecciones de octubre. Hace 10 días estuvo en Chile, en ocasión de la XVII Cumbre Iberoamericana.

Ahora, acompañada de varios de sus futuros ministros (la mayoría continuará su gestión actual), la todavía senadora confirmó sus promesas: fortalecer la relación estratégica con Brasil como eje de su política exterior. La anterior visita de Cristina a Brasil, a principios de octubre de este año, había tenido el mismo sentido. Que las relaciones internacionales funcionan en bloque ya forma parte del sentido común. El problema es qué bloque formar.

Luego de los descubrimientos de reservas hidrocarburíferas en la costa brasilera, el país gobernado por Lula da Silva ya no puede ser considerado un aliado más. Brasil se consolida como potencia mundial. Cristina parece haberlo comprendido y es allí donde el gobierno venezolano ha quedado relegado, aunque no aplazado.

La cuestión energética

Tanto en su anterior viaje al país vecino como ahora, Cristina marcó las prioridades: la relación estratégica no esconde la necesidad de inversiones brasileñas, fundamentalmente en materia energética.
Esto fue a buscar la primera dama; y el embajador argentino en Brasil, Juan Pablo Lohlé, confirmó las buenas noticias: Petrobrás tiene intenciones de encontrar en la plataforma marítima argentina reservas de igual magnitud a las encontradas recientemente en mar brasilero.
Las promesas ya habían sido anunciadas por Petrobrás al ministro de Planificación, Julio De Vido.

Además de este anuncio, en materia eléctrica se mostró prioritaria la construcción de la represa de Garabí, sobre el río Uruguay; y Petrobrás confirmó una decisión que entusiasmó aún más a los visitantes argentinos: prontas inversiones en la central térmica de Ezeiza (Genelba), para convertirla en una central de ciclo combinado.

Las reservas y el eje Brasilia-Buenos Aires

Pero más prometedoras fueron las palabras del asesor internacional de Lula Da Silva. Marco Aurelio García aseguró que tienen “fundadas presunciones de que en el litoral argentino existe un enorme manantial de petróleo mar adentro, que es similar al que hemos encontrado en Brasil.”

Esta posibilidad, sumada a la activa presencia de Petrobrás en la subregión (que ha anunciado su vuelta a Bolivia luego de la dura negociación por la nacionalización de los hidrocarburos en el Altiplano), y al anuncio del descubrimiento del yacimiento Tupí (con hasta 8.000 millones de barriles de petróleo posibles, que ubican a este país entre las principales potencias petroleras), desplazan el potencial integrador del liderazgo de Chávez, cuya carta fundamental es la energética.

A ello, se suma que la política exterior de Cristina buscará posicionarse lejos de la conflictiva retórica chavista, aunque en reuniones diplomáticas no se la escuché hablar mal del líder bolivariano.

El golpe para Venezuela es mayor, si se considera el retiro de Petrobrás, anunciado por su presidente, José Sergio Gabrielli, de la construcción del mega-gasoducto sudamericano, que parece naufragar antes de lo previsto.

Así, el anunciado eje Buenos Aires-Brasilia-Caracas parece perder una de sus tres patas. Funcionarios argentinos y brasileros no han dejado de mostrar real interés en que Venezuela se sume al Mercosur. Sin embargo, ambos, bajo tutela brasilera, parecen haberlo bajado del elenco principal. “No será Bolivia, pero tampoco será Brasil”, parece ser el lema.

Marco Aurelio García lo situó de forma más clara: “La política sudamericana se va a beneficiar con una buena relación entre Argentina y Brasil. Se dijo que la Unión Europea no existiría sin la buena relación entre Francia y Alemania. Lo mismo ocurre en América del Sur. Si queremos una política que sea consistente debe tener un sólido eje Argentina-Brasil”.

Será así, el país gobernado por Chávez no será Bélgica, pero tampoco será Alemania.

La presidenta electa argentina, Cristina Fernández, visitó al primer mandatario brasilero, Lula da Silva, en Brasilia. Es su segunda visita internacional tras las elecciones de octubre. Hace 10 días estuvo en Chile, en ocasión de la XVII Cumbre Iberoamericana.

Ahora, acompañada de varios de sus futuros ministros (la mayoría continuará su gestión actual), la todavía senadora confirmó sus promesas: fortalecer la relación estratégica con Brasil como eje de su política exterior. La anterior visita de Cristina a Brasil, a principios de octubre de este año, había tenido el mismo sentido. Que las relaciones internacionales funcionan en bloque ya forma parte del sentido común. El problema es qué bloque formar.

Luego de los descubrimientos de reservas hidrocarburíferas en la costa brasilera, el país gobernado por Lula da Silva ya no puede ser considerado un aliado más. Brasil se consolida como potencia mundial. Cristina parece haberlo comprendido y es allí donde el gobierno venezolano ha quedado relegado, aunque no aplazado.

La cuestión energética

Tanto en su anterior viaje al país vecino como ahora, Cristina marcó las prioridades: la relación estratégica no esconde la necesidad de inversiones brasileñas, fundamentalmente en materia energética.
Esto fue a buscar la primera dama; y el embajador argentino en Brasil, Juan Pablo Lohlé, confirmó las buenas noticias: Petrobrás tiene intenciones de encontrar en la plataforma marítima argentina reservas de igual magnitud a las encontradas recientemente en mar brasilero.
Las promesas ya habían sido anunciadas por Petrobrás al ministro de Planificación, Julio De Vido.

Además de este anuncio, en materia eléctrica se mostró prioritaria la construcción de la represa de Garabí, sobre el río Uruguay; y Petrobrás confirmó una decisión que entusiasmó aún más a los visitantes argentinos: prontas inversiones en la central térmica de Ezeiza (Genelba), para convertirla en una central de ciclo combinado.

Las reservas y el eje Brasilia-Buenos Aires

Pero más prometedoras fueron las palabras del asesor internacional de Lula Da Silva. Marco Aurelio García aseguró que tienen “fundadas presunciones de que en el litoral argentino existe un enorme manantial de petróleo mar adentro, que es similar al que hemos encontrado en Brasil.”

Esta posibilidad, sumada a la activa presencia de Petrobrás en la subregión (que ha anunciado su vuelta a Bolivia luego de la dura negociación por la nacionalización de los hidrocarburos en el Altiplano), y al anuncio del descubrimiento del yacimiento Tupí (con hasta 8.000 millones de barriles de petróleo posibles, que ubican a este país entre las principales potencias petroleras), desplazan el potencial integrador del liderazgo de Chávez, cuya carta fundamental es la energética.

A ello, se suma que la política exterior de Cristina buscará posicionarse lejos de la conflictiva retórica chavista, aunque en reuniones diplomáticas no se la escuché hablar mal del líder bolivariano.

El golpe para Venezuela es mayor, si se considera el retiro de Petrobrás, anunciado por su presidente, José Sergio Gabrielli, de la construcción del mega-gasoducto sudamericano, que parece naufragar antes de lo previsto.

Así, el anunciado eje Buenos Aires-Brasilia-Caracas parece perder una de sus tres patas. Funcionarios argentinos y brasileros no han dejado de mostrar real interés en que Venezuela se sume al Mercosur. Sin embargo, ambos, bajo tutela brasilera, parecen haberlo bajado del elenco principal. “No será Bolivia, pero tampoco será Brasil”, parece ser el lema.

Marco Aurelio García lo situó de forma más clara: “La política sudamericana se va a beneficiar con una buena relación entre Argentina y Brasil. Se dijo que la Unión Europea no existiría sin la buena relación entre Francia y Alemania. Lo mismo ocurre en América del Sur. Si queremos una política que sea consistente debe tener un sólido eje Argentina-Brasil”.

Será así, el país gobernado por Chávez no será Bélgica, pero tampoco será Alemania.

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