EE.UU., la Unión Europea y el negocio bursátil transatlántico

Las disputas geopolíticas, la ronda Dohá y la deflación dominan la agenda del Grupo de los 8. No obstante, hay otro problema que divide a Estados Unidos y Eurolandia: el mercado bursátil global y sus mecanismos.

2 junio, 2003

En esencia y según la visión de bancas, operadores e inversores
institucionales, el tema de fondo remite a la integración entre los grandes
mercados de valores y la satelización o eliminación de los restantes.
A primera vista, el espinel mundial que negocia acciones, bonos y otros activos
intangibles -que empezó a globalizarse hace justo treinta años-
parece bastante integrado. Pero, según sostienen analistas británicos,
la propia labilidad de este “continuum” enmascara apreciables diferencias
locales en materia de métodos, costumbres, operaciones, marcos regulatorios
y jurídicos.

Naturalmente, eso se nota mucho comparando plazas europeas y norteamericanas,
una vez sancionada la ley Sarbanes-Oxley de transparencia contable, que genera
un amplio proceso de reformas en Wall Street. Sus normas encuentran dura resistencia
entre operadores e intermediarios de Londres, Amsterdam o Zürich, a cuyo
juicio son una “flagrante y onerosa interferencia en materia de gobierno
empresario, explicable sólo por la serie de escándalos y quebrantos
iniciada en diciembre de 2001”. Así sostiene Donald Cruikshank, presidente
saliente del London Stock Exchange, sin tener en cuenta irregularidades contables,
escándalos y colapsos registrados en Francia, Gran Bretaña, Holanda,
Suiza, Alemania, España e Italia.

Las presiones de los intermediarios y sus entidades (empezando por el LSE) han
salido a luz porque, nuevamente, las plazas europeas presionan para sus propias
pantallas continuas en Wall Street, Chicago y otros pisos cisatlánticos.
Eso les daría a fondos inversores bancas, firmas de valores y otros agentes
mutuo acceso directo a cada mercado. “Hace un año, Harvey Pitt se
mostraba entusiasmado por el proyecto y estábamos avanzando. Pero debió
abandonar la Securities & Exchange Commission y su reemplazante, William Donaldson,
no parece secundarlo”, se quejaba días atrás Paul Arlman (Federación
de Bolsas Europeas), sin parar mientes en que (a) Pitt fue despedido por su escasa
transparencia y (b) empezando por el proceso a Jean-Claude Trichet -uno de los
banqueros más influyentes de Eurolandia- por graves irregularidades. Estas
cosas obviamente tienden a congelar propuestas como la de pantallas comunes.

En rigor, la iniciativa básica para un “mercado de valores transatlántico”
fue lanzada, hace unos seis meses, por Benjamin Steil (Consejo de Relaciones Internacionales).
La clave del esquema es “el acceso electrónico directo de intermediarios,
agentes, operadores e inversores institucionales, con el objeto de negociar acciones
y derivados basados en ellas”. Casi, otra forma de tornar más volátiles
los mercados de valores. En verdad, el acceso transatlántico, directo e
indiscriminado, ya existe en la plaza supranacional de instrumentos derivativos
desde 1997, donde desató una revolución en Chicago (nodo de futuros
y opciones sobre todo tipo de activos).

Precisamente, ése fue uno de los factores que convirtieron en global y
sistémica la crisis iniciada en el sudeste asiático, llevando el
“virus” a Rusia, Ucrania, Turquía, Brasil y otras plazas. Así
lo recuerdan recientes análisis de Warren Buffett, George Soros, Paul Krugman
y Jeffrey Sachs. Desde una óptica puramente especulativa, Steil sostiene
que “la experiencia de Chicago benefició a los inversores y promovió
entusiasmo general respecto de derivativos y derivados”. Este operador -que
dirige la Bolsa Paneuropea Virtual- no tiene en cuenta los efectos deletéreos
de instrumentos que multiplican 25 a 45 veces el valor de los activos de sustento.
En un estudio específico de 1997, el propio Fondo Monetario Internacional
advertía contra esos mecanismos especulativos y recomendaba que no se multiplicasen
por más de 20 sus activos básicos.

Cruikshank, Arlman y Steil proponen liberalizar el acceso mutuo a las bolsas de
EE.UU. y la UE “sin armonizar las normas de cada plaza, porque ello implicaría
un proceso interminable, sujeto a presiones regulatorias y restrictivas”.
En otras palabras, la idea es armar un mercado transatlántico por encima
de los gobiernos. Al respecto, la FBE e instancias afines están seguros
de que, durante reuniones previstas para este mes, la Comisión Europea
se manifestará en principio favorable al acceso directo. “Bruselas
está preparando un esquema propio, pero ignoramos sus detalles”, señalaba
este fin de semana Annette Nazareth, jefa de regulación en la SEC. “En
cuanto a esta comisión, quizá prefiera seguir analizando el problema,
pues su fin es proteger ahorristas, inversores y accionistas, no bolsas”.

En esencia y según la visión de bancas, operadores e inversores
institucionales, el tema de fondo remite a la integración entre los grandes
mercados de valores y la satelización o eliminación de los restantes.
A primera vista, el espinel mundial que negocia acciones, bonos y otros activos
intangibles -que empezó a globalizarse hace justo treinta años-
parece bastante integrado. Pero, según sostienen analistas británicos,
la propia labilidad de este “continuum” enmascara apreciables diferencias
locales en materia de métodos, costumbres, operaciones, marcos regulatorios
y jurídicos.

Naturalmente, eso se nota mucho comparando plazas europeas y norteamericanas,
una vez sancionada la ley Sarbanes-Oxley de transparencia contable, que genera
un amplio proceso de reformas en Wall Street. Sus normas encuentran dura resistencia
entre operadores e intermediarios de Londres, Amsterdam o Zürich, a cuyo
juicio son una “flagrante y onerosa interferencia en materia de gobierno
empresario, explicable sólo por la serie de escándalos y quebrantos
iniciada en diciembre de 2001”. Así sostiene Donald Cruikshank, presidente
saliente del London Stock Exchange, sin tener en cuenta irregularidades contables,
escándalos y colapsos registrados en Francia, Gran Bretaña, Holanda,
Suiza, Alemania, España e Italia.

Las presiones de los intermediarios y sus entidades (empezando por el LSE) han
salido a luz porque, nuevamente, las plazas europeas presionan para sus propias
pantallas continuas en Wall Street, Chicago y otros pisos cisatlánticos.
Eso les daría a fondos inversores bancas, firmas de valores y otros agentes
mutuo acceso directo a cada mercado. “Hace un año, Harvey Pitt se
mostraba entusiasmado por el proyecto y estábamos avanzando. Pero debió
abandonar la Securities & Exchange Commission y su reemplazante, William Donaldson,
no parece secundarlo”, se quejaba días atrás Paul Arlman (Federación
de Bolsas Europeas), sin parar mientes en que (a) Pitt fue despedido por su escasa
transparencia y (b) empezando por el proceso a Jean-Claude Trichet -uno de los
banqueros más influyentes de Eurolandia- por graves irregularidades. Estas
cosas obviamente tienden a congelar propuestas como la de pantallas comunes.

En rigor, la iniciativa básica para un “mercado de valores transatlántico”
fue lanzada, hace unos seis meses, por Benjamin Steil (Consejo de Relaciones Internacionales).
La clave del esquema es “el acceso electrónico directo de intermediarios,
agentes, operadores e inversores institucionales, con el objeto de negociar acciones
y derivados basados en ellas”. Casi, otra forma de tornar más volátiles
los mercados de valores. En verdad, el acceso transatlántico, directo e
indiscriminado, ya existe en la plaza supranacional de instrumentos derivativos
desde 1997, donde desató una revolución en Chicago (nodo de futuros
y opciones sobre todo tipo de activos).

Precisamente, ése fue uno de los factores que convirtieron en global y
sistémica la crisis iniciada en el sudeste asiático, llevando el
“virus” a Rusia, Ucrania, Turquía, Brasil y otras plazas. Así
lo recuerdan recientes análisis de Warren Buffett, George Soros, Paul Krugman
y Jeffrey Sachs. Desde una óptica puramente especulativa, Steil sostiene
que “la experiencia de Chicago benefició a los inversores y promovió
entusiasmo general respecto de derivativos y derivados”. Este operador -que
dirige la Bolsa Paneuropea Virtual- no tiene en cuenta los efectos deletéreos
de instrumentos que multiplican 25 a 45 veces el valor de los activos de sustento.
En un estudio específico de 1997, el propio Fondo Monetario Internacional
advertía contra esos mecanismos especulativos y recomendaba que no se multiplicasen
por más de 20 sus activos básicos.

Cruikshank, Arlman y Steil proponen liberalizar el acceso mutuo a las bolsas de
EE.UU. y la UE “sin armonizar las normas de cada plaza, porque ello implicaría
un proceso interminable, sujeto a presiones regulatorias y restrictivas”.
En otras palabras, la idea es armar un mercado transatlántico por encima
de los gobiernos. Al respecto, la FBE e instancias afines están seguros
de que, durante reuniones previstas para este mes, la Comisión Europea
se manifestará en principio favorable al acceso directo. “Bruselas
está preparando un esquema propio, pero ignoramos sus detalles”, señalaba
este fin de semana Annette Nazareth, jefa de regulación en la SEC. “En
cuanto a esta comisión, quizá prefiera seguir analizando el problema,
pues su fin es proteger ahorristas, inversores y accionistas, no bolsas”.

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